Un Gobierno de concentración para después de la sentencia del Tribunal Supremo sobre los dirigentes independentistas presos. Esa es la propuesta de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que ha resultado un fiasco prácticamente antes de nacer. Es el fracaso de Esquerra, que busca cómo compatibilizar dos cuestiones muy complicadas: hacer ver que no quedará otra que convocar elecciones, pero sin que se perciba que se desean a toda costa.
Quien lo verbaliza con contundencia y claridad es Pere Aragonès, el vicepresidente de la Generalitat, consejero de Economía y nuevo hombre fuerte de Esquerra. Aragonès ha pedido un gobierno de concentración con los comuns y la CUP, además de con Junts per Catalunya, para negociar con el Estado, tras la sentencia, una hoja de ruta que pueda transitar hacia un acuerdo político a medio plazo. Pero los rechazos de los partidos aludidos cierran esa posibilidad.
¿Qué desobediencia?
Lo ha hecho el diputado de la CUP Carles Riera, al considerar que se trata de un gobierno de la Generalitat que no apuesta por la “desobediencia institucional” para responder a la sentencia del Supremo. “¿Qué desobediencia?”, le espetó Aragonès, que desea encaminar a ERC en un proceso de normalidad lo antes posible. “Que expliquen qué quieren desobedecer, y que digan qué podemos hacer”, insistió Aragonès.
La otra pata es la de los comuns. Su diputada Jessica Albiach reclamó a Esquerra que abandone ya esa idea, porque no se concretará en nada. Lo que piden los comuns son “soluciones reales”, políticas sectoriales con un claro acento progresista. Albiach insistió en la máxima de siempre de su formación: no formarán parte de un gobierno donde esté Junts per Catalunya.
Un debate que "no existe"
Los exconvergentes, en boca de Elsa Artadi, también rechazaron la oferta de Aragonès. Ni es el momento, ni se debe explorar algo que se sabe, a priori, que no se va a producir: “Hay formaciones que se han autodescartado del gobierno de concentración. No entraremos en un debate que no existe”.
Entonces, ¿qué pretende Esquerra? La intención real es forzar una convocatoria de elecciones que clarifique el mapa político catalán, con programas realistas, en cuanto al horizonte nacional --el objetivo de la independencia se mantiene, pero a largo plazo, cuando se tengan amplias mayorías sociales--, y respecto a las medidas socioeconómicas. Sin embargo, esa decisión no está en manos de los republicanos. Depende en exclusiva del presidente Quim Torra.
Los demonios de Esquerra
Y esa es la disyuntiva y el drama de Esquerra. Desea una reacción contundente y diáfana cuando se conozca la sentencia del Tribunal Supremo, que podría afectar de forma severa a su propio líder, Oriol Junqueras, pero quiere avanzar con unas elecciones autonómicas que podrían darle la oportunidad al propio Aragonès para gobernar la Generalitat. El argumento para apoyar ese mismo horizonte es que la administración autonómica no podría funcionar con otros presupuestos prorrogados. Serían los terceros desde 2017.
Con la misión de encontrar socios para un gobierno de concentración, o para sacar las cuentas de la Generalitat de 2020, Esquerra se enfrenta a sus demonios: cómo forzar elecciones, con un discurso público que pide seguir adelante, con los comuns y la CUP en el Govern. Todo al mismo tiempo no parece posible, y eso es lo que le recordaron este lunes todos sus posibles compañeros de viaje.