Julio Valdeón (Valladolid, 1976) es escritor y corresponsal de Efe Eme en Nueva York. Recientemente hizo público el rechazo por parte de la editorial Carena a publicar su libro incómodo con el poder nacionalista. Pese a llevar más de un mes trabajando en la obra, y que se trataba de una recopilación de crónicas sobre el juicio en el Tribunal Supremo que desde el primer momento estuvieron a disposición del editor, al final se echaron atrás. Alegaban que no habían leído la obra hasta su entrega final, y que el tono en el que estaba escrita supondría un "riesgo" como empresa, porque sufriría "boicot y asedios" en Cataluña. Valdeón ha dado un paso al frente para hablar y, citando a su admirado Joaquín Sabina, desea que "ser cobarde no valga la pena". Ni para él ni para nadie. 

--Pregunta: Usted ha sido de los pocos escritores que se ha atrevido a denunciar públicamente el veto a una de sus obras por miedo a la reacción nacionalista en Cataluña. ¿Qué pasó exactamente?

--Respuesta: Tumban el libro después de haberlo encargado y de tenerme un mes trabajando en el proyecto, corrigiendo y etc, después de haber encargado yo un prólogo a Félix Ovejero y un epílogo a Alejandro Molina, pedirme una bio, hablar de la contra, comentar portadas... Lo hacen porque "aún estando de acuerdo en el fondo, publicarlo así conllevaría poner la editorial en riesgo". Perdón, ¿publicarlo cómo? ¿Sin amordazar? ¿Sin domar? 

--Hay dos frases que me sorprenden especialmente de la respuesta. Cuando dicen "sin el boicot y asedios que recibiría" y que "es complicado que alguna editorial en Cataluña pueda asumir la publicación del libro". Admiten una suerte de intimidación soterrada, pero luego nadie dice nada en voz alta.

--Posteriormente, han insinuado que el problema es de tono, de formas. Que soy un malhablado o algo así. Pero los artículos estaban disponibles en mi web, los publiqué en La Razón entre febrero y junio, y el libro se pacta a principios de agosto. A ver, la intimidación existe. Claro que existe. Todos sabemos que hay librerías que no venden libros de autores incómodos y no prestan sus instalaciones a actos contrarios al nacionalismo, profesores represaliados, alumnos a los que se espía en el patio, universitarios agredidos, listas negras de periodistas, etc. ¿Carena? Pues no sé. Tendrían que responder ellos.

--Destacan la forma en lugar del contenido, parece como si cualquier cosa un poco irreverente ya no se pueda publicar por miedo a que ofenda. ¿No es justamente allí donde tiene que prevalecer la libertad de expresión? ¿No es al mismo tiempo tratar a los nacionalistas como menores de edad?

Sin duda. La libertad de expresión vive acosada por la mojigatería ambiente y el estalinismo soft, pop, cursi, de los guardianes de las buenas costumbres. Los nacionalistas, como buenos reaccionarios, no pueden dejar de apuntarse al coro de los ofendidos. Los nacionalistas apelan a los sentimientos, y en este caso a los modales, para zanjar los razonamientos que contradicen sus apetencias. Me ofendes y, por tanto, no cabe escucharte. De hecho, ni siquiera tienes permitido expresarte.

--Usted, en cambio, se ha atrevido hablar. ¿No pone en riesgo poder publicar obras futuras? 

--Bueno, trabajo desde Estados Unidos y, por tanto, no estoy a merced del bozal ideológico que los nacionalistas han impuesto en Cataluña. O no tanto. Ese clima orwelliano de acoso al disidente y agresión constante a quienes reivindican un país limpio de la metástasis romántica, predemocrática, iliberal, que tanto gusta, por cierto, a nuestra izquierda reaccionaria. Un país enemistado con la cacharrería catalanista, y vasquista, y andalucista, y galleguista, y asturianista, y por supuesto españolista. O sea, libre de las siniestras reivindicaciones de las patrias culturales y los perímetros que atentan contra la ciudadanía. Si viviera allí también hablaría. Escribiría aunque fuese debajo del agua. Es decisivo denunciar el rodillo neofascista, la lepra identitaria, la obligatoriedad de suscribir su apostolado. Como dijo mi admirado Arcadi Espada, que por cierto él sí es uno de los pocos que ha dado la cara y sabe lo que es jugársela, más vale una vez verde que cien amarillo.

--Tengo entendido que el libro iba a ser una recolección de los artículos que escribiste sobre el juicio en el Tribunal Supremo. ¿Cuál es su tesis?

--No hay tesis. El libro relata lo sucedido esos días, lo que vi y oí cada vez que tomaban la palabra los testigos y los acusados, las acusaciones y las defensas. El libro es alto en nicotina literaria y no escondo mis opiniones, pero vamos, que son unas opiniones que sólo en España pueden llamar a escándalo. Qué sé yo. Denunciar, un suponer, la obscenidad de que haya políticos que reivindiquen la destrucción de lo común en nombre de la limpieza de sangre, la lengua, las fiestas del abuelo o los hechos diferenciales de la aldea. La tesis, si acaso, la da el gran Félix Ovejero en su soberbio prólogo, a saber, que debemos defender con uñas y dientes "el elemental derecho de inspiración republicana a decir 'no' sin temor a las represalias, a no estar sometidos a la voluntad arbitraria de los poderosos".

--Os intercambiásteis unos cuantos mails con el editor antes de que rechazaran su propuesta. ¿Cómo es que en un primer momento, al saber de qué trataba el libro, no comentaron que no les interesaba? ¿Ha variado la idea del libro desde su concepción inicial? 

--No ha cambiado nada. Estaban los artículos en mi web. Publicados todos de febrero a junio. A su disposición para lo que estimaran oportuno. Y son ellos los que se interesan. Los que hablan de plazos y etc. Los que cuando se supone que tenemos apenas una semana para entrar en máquinas deciden tumbar el proyecto. 

--¿Cree que hay alguna otra razón detrás? Habla de "un pacto dentro del equipo editorial de moderación e inducción al diálogo". ¿A qué se refiere?

--Solo los expertos y diplomados en equidistancias varias podrán tasarlo como merece. Pero junto al pacto por la moderación encontramos, leemos, menciones a represalias, a boicots. A lo mejor, digo, conjeturo, hay miedo. O a lo mejor se creen que a la moderación se llega mediante la censura. 

--Usted es escritor de novelas. ¿En el pasado ha tenido algún problema de la misma naturaleza con algunas de sus obras anteriores?

--Nunca. 

--¿El hecho de vivir en Brooklyn hace que, a diferencia de otros escritores, sea más libre para hablar? ¿A qué se dedica en Nueva York?

--Soy corresponsal de La Razón, de Efe Eme, etc. Antes, durante años, escribí en El Mundo. Ya digo que quizá la distancia facilita las cosas. Lo mío es nada. O muy poco. Los verdaderos héroes de toda esta historia son los docentes puteados por unos centros miserables y abandonados por unos sindicatos que insultan la memoria del sindicalismo español antifranquista. Los periodistas y escritores que resistieron a pesar de todo, con unos medios fuertemente subvencionados, con una televisión y una radio públicas entregadas a la propaganda. ¿Héroes? Los profesores universitarios abandonados por unos rectorados de juzgado de guardia, que permiten el matonismo en sus campus y el acoso en las redes. Héroes, al fin, los hijos y nietos de los trabajadores del resto de España, los charnegos, los olvidados, los humillados, los pisoteados, los que fueron a Cataluña a trabajar en las fábricas de una burguesía históricamente mimada por la dictadura y que, de paso, recibieron el desprecio sistemático de los pijoapartes y los caraduras de la moderación. Héroes, al fin, los que frente a la obligatoriedad de profesar la pútrida fe nacionalista reivindican el ideal ciudadano y las ideas ilustradas. 

--¿Cuál ha sido la reacción? ¿Sabe de otros escritores a los que les haya pasado algo parecido?

--La reacción ha sido prodigiosa. La columna tuvo un recorrido tremendo. Se nota que hay mucha gente cansada de esta ley del silencio, de callar y otorgar con los acosadores, de estar obligados a no señalarse para sobrevivir, para no meterse en problemas. Va siendo hora de hablar, entre otras cosas, para que por decirlo como Sabina ser cobarde no valga la pena. 

--Parece que al final podrá publicar el libro en una editorial afincada en Madrid.

--El libro sale con Deusto, que pertenece al grupo Planeta. No todo está perdido, ni muchísimo menos, en Cataluña.