Comienza la hora de la verdad. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) lleva meses en lo más alto en las encuestas. Ganaría unas elecciones al Parlament, y se situaría por encima de los 40 diputados. Es el momento de los republicanos que, en función del resultado del resto de fuerzas políticas, podrían justificar una nueva etapa en la política catalana centrada en la gestión y el autogobierno de la Generalitat. Pero el peligro es real. Sin elecciones, y en vísperas de la sentencia del Tribunal Supremo, el ascenso de Carles Puigdemont y el movimiento que pueda organizar puede dejar otra vez a los republicanos en la estacada.
¿Qué hacer? La operación ya se ha puesto en marcha: distintos dirigentes de Esquerra se atan a una cuestión tangible: si no hay presupuestos para 2020, se deberán convocar elecciones o poner en marcha una moción de confianza del presidente Quim Torra. Todo antes que sufrir una nueva humillación a manos de Puigdemont, que ha dado instrucciones claras: ni moción de confianza de Torra ni convocatoria electoral. Puigdemont sabe que tras esas elecciones, y tras la sentencia del Supremo, él quedaría definitivamente apartado. Mejor esperar y aparecer si puede, cuando llegue el momento, como candidato y referente del independentismo que es capaz de enfrentarse al Estado.
¿Esquerra gana sí o sí?
Las distintas voces de ERC se han coordinado. La paradoja es que es Esquerra la responsable de negociar los presupuestos de la Generalitat para 2020. Si ese es el argumento --convocar elecciones si las cuentas no se aprueban--, el máximo responsable sería el consejero de Economía, el republicano Pere Aragonès. ¿Le interesa o no a ERC sacar esos presupuestos? Podría ganar en las dos situaciones. Y argumentar, en los dos casos, su actuación. Si lo consigue, como un mérito incuestionable que vendería cuando se convocaran los comicios. En caso contrario, la culpa sería de una oposición que renuncia a su responsabilidad.
El consejero de Educación, Josep Bargalló, pidió este viernes que Torra se someta a una moción de confianza si no se aprueban los presupuestos. En un acto en Vilafranca, el presidente del Parlament, el también republicano Roger Torrent, señaló que, fuera esa fórmula u otra, “se deberá tomar una decisión" desde la Cámara autonómica. Y en las últimas semanas el consejero de Economía y vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, señala que no quedará más remedio que llamar a las urnas si no hay unas nuevas cuentas para 2020. De hecho, los distintos dirigentes de ERC no hacen otra cosa que plantear una práctica habitual en las democracias occidentales: un gobierno que no puede aprobar los presupuestos no está habilitado para continuar. Puede prorrogar las cuentas, sí, pero en el caso de la Generalitat se trataría de la tercera prórroga, porque los últimos presupuestos aprobados son de 2017.
ERC y Torra, sin socios
La estrategia está clara. Es una cuenta atrás por parte de ERC. Según Bargalló, el sector educativo no aguantaría esa tercera prórroga de las cuentas, con los profesores en pie de guerra y los distintos colectivos afectados.
En el otro lado, las cosas se toman con calma. La portavoz del Govern, la consejera de Presidencia, Meritxell Budó, alineada con Torra, rechazó la petición de Bargalló. La posición de Budó es retórica e irreal, pero los exconvergentes se aferran a ella: la “convicción” de que habrá un nuevo presupuesto. ¿Con quién? Ni la CUP ni los comuns se muestran receptivos. Y el PSC se mantiene reacio, aunque, según fuentes socialistas, “se participará en todas las reuniones que se concierten”.
El 'no' de los exconvergentes
Budó señaló que esa cuestión, la moción de confianza, sólo es potestad del presidente de la Generalitat. Y que esa vía está “cerrada”. En el grupo parlamentario de Junts per Catalunya en Madrid también se descartó esa opción. La diputada Míriam Nogueras consideró que ERC no es coherente con sus planteamientos. “¿Elecciones en España no, pero en Cataluña sí? Debemos centrarnos en acabar juntos el camino que nuestro Gobierno legítimo comenzó”, ha sentenciado.
Eso evidencia la enorme distancia que se ha producido entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana. Lo ilustra la primera comparecencia del Govern, este pasado martes, después de la reunión del Consejo Ejecutivo. Tras acabar el debate interno, y mientras Budó caminaba en el Pati dels Tarongers en dirección a la sala de prensa para dar cuenta de las decisiones adoptadas, los distintos consejeros salían en comandita: los de ERC por un lado y los exconvergentes, por otro. Ninguna cohesión. Porque lo que defienden ya es diametralmente diferente.
Esquerra sabe que debe aprovechar el momento. En caso contrario, se puede torcer toda la estrategia. Y, sin saber cómo, sufrir otra vez una derrota, como la de diciembre de 2017, cuando Puigdemont ganó en las urnas a Oriol Junqueras, aunque por delante de ambos se situara Inés Arrimadas como líder de la lista de Ciudadanos.