La caja de los truenos. La ha vuelto a abrir Quim Torra, el presidente de la Generalitat. Irritado por el acuerdo de Junts per Catalunya con el PSC para formar el gobierno de la Diputación de Barcelona y después de intentar convocar elecciones y dimitir, y con una frustración acumulada, reclama el voto en contra en la investidura de Pedro Sánchez. Es una pataleta que ha logrado la complicidad de los “prepolíticos”, los dirigentes afines a Carles Puigdemont que dominan el grupo de diputados en el Congreso, con lo que se rompe la formación política, que está totalmente dividida.
Las relaciones que se han establecido son de una gran complejidad. Los diputados y dirigentes que secundan ahora a Quim Torra, y que forman parte del núcleo de confianza de Puigdemont, como Laura Borràs, Aurora Madaula, Josep Costa, Francesc Dalmases o el que ha sido su abogado, Jaume Alonso Cuevillas, rechazan el acuerdo en la Diputación de Barcelona con el PSC, que había sido avalado por Puigdemont. “Más papistas que el papa”, señalan dirigentes de Junts per Catalunya.
El PDeCAT, en busca de la abstención
El hecho es que ese grupo de dirigentes apoyan la carta abierta de Quim Torra, en la que ha pedido el voto en contra de Sánchez, si no hay cambios a medio plazo, profundos, en el PSOE, respecto a la posibilidad de convocar un referéndum de autodeterminación. Para Torra es un desquite, tras su “cabreo” por el acuerdo con los socialistas. Pero su decisión ha generado un problema interno en su partido, y en el Govern, porque Esquerra Republicana no quiere imposibilitar la investidura de Sánchez y ya tiene decidida una abstención.
A Torra se han acogido los “prepolíticos”, como les llaman en sectores del PDeCAT, que no han querido valorar qué le interesa al conjunto de la formación. Dirigentes del PDeCAT, cuadros intermedios y alcaldes se han movilizado también para buscar una abstención y mantener los puentes con el Gobierno de Pedro Sánchez. Mantener ese hilo es “vital” para los exconvergentes, máxime cuando saben que Esquerra ya no está pendiente de todos los pasos de JxCat, y ha tomado una decisión como partido.
Esquerra sigue su camino
Si los republicanos establecen un acuerdo directo en Madrid, si pueden ser interlocutores, aunque sea de forma circunstancial y en función de los temas que se puedan aprobar a lo largo de la legislatura, el mundo posconvergente quedará en una posición marginal.
Pero a Laura Borràs, o al propio Cuevillas, eso no inquieta lo más mínimo. Se trata de bloquear todo lo que se pueda la política española. Delante tendrán, sin embargo, a Artur Mas, que quiere incidir y está dispuesto a bajar al ruedo. Y la propia posición de los dirigentes presos, como Josep Rull, Jordi Turull y Jordi Sànchez. La opción mantenida era la de facilitar la investidura de Pedro Sánchez.
Un partido que se rompe
En las últimas horas, sin embargo, el expresidente de la Crida Jordi Sànchez ha reclamado nuevas movilizaciones en la calle si el Gobierno se niega a iniciar una vía de diálogo para permitir el referéndum. Todo está en cuestión en el seno de Junts per Catalunya, y la vía de David Bonvehí, de intentar cambiar la orientación desde dentro, se antoja “cada vez más difícil” según las fuentes consultadas.
El pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona podía marcar un punto de inflexión. Pero tendrá continuidad o no a partir del pulso que se ha generado por la investidura de Pedro Sánchez. Quien más se está implicando es el propio Artur Mas. Si el pulso lo gana Laura Borràs, con Quim Torra al lado, y con la sonrisa de Puigdemont, pese a sus ambigüedades de las últimas semanas, Mas no tendrá ya ninguna opción, y se dibujará, como admiten las mismas fuentes, “una escisión, una organización diferente, que recupere un espíritu centrista y de diálogo”.