La exconsellera de Enseñanza Clara Ponsatí fue la primera en dejar caer que la estrategia de la ANC había perdido efectividad de cara a lograr la independencia. “Basta de camisetas”, dijo en un tuit en alusión al merchandising con el que anualmente la entidad hace caja vistiendo de forma uniforme a los congregados en la manifestación de la Diada.  

Pero, bajo este posicionamiento hecho público por la dirigente huida a Escocia, hay una corriente de fondo que cada vez más cuestiona el papel de las principales entidades independentistas. Personalidades del entorno secesionista exigen que la Diada del 2019 sea “un punto de inflexión”, que sirva para “helar sonrisas” e, incluso, contemplan “abrir las cárceles” para obligar a salir a los líderes independentistas en prisión preventiva. Buscan, en definitiva, que la efeméride deje de ser una “fiesta”. 

Sentencia

Si la crítica hacia los partidos en la aventura secesionista, ERC y JxCat, ha tenido poco efecto, ahora, con la vista fijada en el 11 de septiembre, la presión se cierne sobre la entidad presidida por Elisenda Paluzie. Este año, además, la Diada coincide con el fallo del Tribunal Supremo a los dirigentes procesados por el 1-O. Esta nueva coyuntura sirve de pretexto para forzar a la ANC a cambiar el “talante” de la protesta multitudinaria. 

Uno de los primeros en hacer su reflexión en este sentido ha sido el historiador y socio de la ANC Xavier Diez. En una carta abierta a la entidad pide un “gesto” que haga “helar la risa a todos aquellos tertulianos con lenguaje de suburbio”. 

“Hemos de dar miedo”

El historiador prosigue su misiva a la ANC aconsejando que este 11 de septiembre no hay que “desfilar” para contemplarse y escucharse a sí mismos ni “montar ninguna fiesta”, sino que deben atemorizar a España: “Hemos de dar miedo”, agrega. Su reflexión es que estas “dosis de moral colectiva” ya no sirven a la “agenda política”, ni a la “interior” ni a la “exterior”.

Por su parte, el sociólogo del procés, Salvador Cardús, se hace eco del artículo de Diez y pide “concentraciones descentralizadas” y de “carácter desafiante”, consciente de que, año tras año, es más difícil movilizar a la ciudadanía.

“La acción más insensata”

El exdecano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona es el que se atreve a ir más lejos con su crítica a las entidades. En su artículo en el diario Ara habla de la “falta de propuestas efectivas” o del papel que tuvo la ANC a la hora de decantarse por la candidatura de Jordi Graupera en las elecciones municipales. 

Cardús acaba citando al ensayista Josep Ferrater Mora para decir que, a veces, la “acción más insensata” es la que más sensatez tiene. Y pide “estar preparados” por la “sensatez” que vendrá. 

“Abrir las cárceles”

Todas estas opiniones no son aisladas, sino que comparten puntos de vista. Si Cardús hacía referencia a Diez, también Ponsatí se hacía eco en su Twitter del artículo Manifestarnos, ¿para qué? del director de Vilaweb, Vicent Partal, pidiendo un 11 de septiembre “combativo” con el fin de obligar a los partidos “a ponerse de acuerdo” en la estrategia a seguir tras la sentencia del Supremo.

En la misma línea, Xavier Diez insistía en una entrevista en ese digital en que había que cambiar la “manera de ejercer esta muestra de poder” que para él representan las manifestaciones. Planteaba “rodear puntos estratégicos” como fronteras, prisiones o aeropuertos. En este sentido, también afirmaba que el Govern debería “abrir las cárceles” para que salieran los líderes procesados, aunque éstos no quisieran vulnerar la legalidad y salir al exterior.

¿Y las entidades?

De momento, tanto la ANC como Òmnium Cultural han pedido cautela y no quieren enseñar sus cartas sobre la puesta en escena de este año. Las entidades son conscientes de que se les exige “crítica y autocrítica”, ya que desde los sectores más pragmáticos del nacionalismo parece que la palabra “independencia” vuelve a ser una suerte de tabú

Junto a estas dos grandes asociaciones, hay otras como la Associació de Municipis per la Independència que afirman que “siguen trabajando por la independencia”. Eso sí, parece que sin una hoja de ruta definida. Y entre el escepticismo y la presión en la que se divide el movimiento secesionista.