Despedidos. El PDeCAT ya no sirve. De eso sus propios dirigentes ya se habían dado cuenta, pero la forma de despacharlos es lo que ha sido relevante. Una delegación del PDeCAT ha visitado esta semana a Carles Puigdemont en Waterloo. Y la orden ha quedado clara: el partido no será el elegido para las próximas elecciones.
Puigdemont ha tomado la decisión de acabar de estructurar Junts per Catalunya como partido propio y, ahora, queda pendiente quién lo va a dirigir desde “el interior” mientras él seguirá siendo el líder “desde el exilio”. Esa delegación, capitaneada por David Bonvehí, ya se ve en la calle. El PDeCAT no tiene futuro. Y ahora quedará por conocer quién sigue a Puigdemont y quién se verá “liberado” para formar otra cosa o para añadirse a otra constelación de partidos con el objetivo de presentarse a las próximas elecciones autonómicas.
Competir contra Esquerra
Puigdemont mantiene el control total de ese mundo postconvergente. Se siente reforzado después de ganar las elecciones europeas en Cataluña frente a Oriol Junqueras, pero también es consciente, --ahora sí-- de que se debe construir un partido que pueda competir seriamente con Esquerra Republicana. Ahora sí se ven las orejas al lobo, con el temor de que lo ocurrido en las elecciones municipales se traslade de forma mimética en las autonómicas y los exconvergentes queden en una posición débil, en la oposición, ante un posible gobierno de ERC con los Comunes y con el posible apoyo, a medio plazo, del PSC.
¿Y quién puede ayudar a Puigdemont? Aquí aparece, de nuevo, la figura de Artur Mas, según las fuentes consultadas por Crónica Global. Mas quiere ejercer de puente con dos posibles candidatos que propone Bonvehí, una vez ha aceptado su despido. Se trata de Àngels Chacón, la consejera de Empresa de la Generalitat, y Marc Castells, posible alcalde de Igualada --está pendiente de los pactos-- y todavía presidente de la Diputación de Barcelona. Todo pasa, claro, por el visto bueno que pueda dar Puigdemont.
David Bonvehí y Carles Puigdemont
Buch o Calvet
Hay otra parte de ese magma exconvergente que se decanta por otros candidatos. Promueven a Miquel Buch, el consejero de Interior, y a Damià Calvet, el consejero de Territorio. En este último caso, Puigdemont lo puede tener más claro: descarte total. ¿Por qué? Porque lo promociona Josep Rull desde la cárcel.
Puigdemont no tiene una buena relación con Rull porque éste fue, precisamente, uno de los que más criticó que el expresidente pudiera convocar elecciones el fatídico día del 26 de octubre de 2017. Y Puigdemont hay cosas que “no perdona”, según las fuentes consultadas. Esos son los nombres que han ido surgiendo, impulsados por las distintas familias del PDeCAT, antes, finalmente, de desaparecer.
Un nuevo congreso fundacional
Lo que está en juego ahora es un congreso extraordinario, o fundacional --otra vez--, de Junts per Catalunya, en el mes de julio, para consolidar el proyecto, olvidando la iniciativa de La Crida, el otro movimiento-partido que organizó Puigdemont con la dirección, desde la cárcel, de Jordi Sànchez.
La Crida está aparcada, después de que generara tantas expectativas, con el ánimo de los asesores de Puigdemont, como el historiador Agustí Colomines. Ahora el instrumento es Junts per Catalunya, ya como partido y con una dirección --la de los fieles del expresidente-- con la colaboración de Artur Mas, que insiste en que ese partido debe seguir unos pasos parecidos a los del PNV, “un partido sólido”, sin decantarse, todavía, sobre si debe tener un presidente y un candidato a la Generalitat, con dos personas distintas para cada cargo, como los nacionalistas vascos.
Todo a partir del 15 de junio
La incógnita, tras el despido de la cúpula del PDeCAT se centra en el futuro de los que no quieren saber nada de Puigdemont. Se trata de los diputados en el Congreso que protagonizaron la moción de censura contra Mariano Rajoy, como Carles Campuzano, o Jordi Xuclà, o de Marta Pascal, o de tantos cuadros exconvergentes que añoran el partido. De hecho, todavía hay 4.000 militantes que pagan la cuota de CDC, aunque ya no exista políticamente.
Tras la formación de los nuevos ayuntamientos, a partir del 15 de junio, esos movimientos se acelerarán. Unos con un partido nuevo, en la forma de Junts per Catalunya, y otros en busca de una plataforma que una a todo el catalanismo no irredento con el objetivo de tener representación en el Parlament.