Mas toma las riendas de la estrategia de JxCat
La candidatura de Artadi a la alcaldía de Barcelona está estancada y Mas recupera el ‘fantasma’ de un nuevo tripartito para atacar a Esquerra Republicana
15 mayo, 2019 00:00Un ataque directo, a la desesperada. Artur Mas ha tomado las riendas de la estrategia de Junts per Catalunya (JxCat), al endender que las cosas se pueden poner muy feas a partir del 26 de mayo. La candidatura de Elsa Artadi al Ayuntamiento de Barcelona no arranca, a pesar de los esfuerzos de Carles Puigdemont y de sus constantes alusiones a la necesidad de votar al “independentismo de verdad”. Y es el propio Mas el que ha recuperado un mensaje de éxito, con una crítica frontal a Esquerra Republicana. Se trata de agitar el fantasma del tripartito, en la más pura tradición de Convergència.
En los actos de campaña, y junto a Artadi, Mas señala que Esquerra sólo quiere gobernar y alcanzar parcelas de poder con los Comuns y con los socialistas en el momento que pueda, ya sea en el Ayuntamiento de Barcelona o en la Generalitat. Se trata del mundo al revés. Es ese mundo postconvergente el que alza la voz y habla de independencia y de no doblar las rodillas ante un Gobierno socialista en Madrid y ante el PSC en Barcelona.
La experiencia de Mas
El lenguaje, que Mas domina y exhibe, al recordar que a él personalmente le pasó cuando lo tenía todo de cara para gobernar, como ocurrió tras las elecciones de 2003 y de 2006 --en las dos ocasiones ganó, pero no pudo gobernar, tras la formación de los gobiernos de Pasqual Maragall y de José Montilla, respectivamente-- lo ha adaptado a las nuevas circunstancias la candidata Elsa Artadi. “Maragall sólo quiere gobernar con Colau”, señala una y otra vez, en los debates televisivos y en los actos de campaña.
Eso se ha unido a la actitud de Puigdemont, que no perdona al presidente del Parlament, el republicano Roger Torrent, que no se atreviera a tomar riesgos y forzar la investidura de la Generalitat por vía telemática. La premisa es clara y contundente: cargar contra Esquerra, como estandarte del tripartito, como opuesta a un proceso independentista que asuma todos los riesgos.
Quim Torra, Elsa Artadi y Artur Mas, en una manifestación en Madrid
La hegemonía en juego
Lo que está en juego es un cambio en el poder, que será notable tras las elecciones del 26 de mayo. Esquerra ha presentado 807 candidaturas, el partido que tendrá más presencia, y se dispone a ganar alcaldías y concejalías. Eso implicará gobernar diputaciones provinciales y consejos comarcales, en detrimento de los restos de Convergència, que todavía domina ese mundo local, tras alcanzar en 2015 hasta 3.333 concejales.
Mas se ha puesto en la primera fila, consciente de que debe intentar salvar los muebles, y a la espera de que se aborde una nueva fundación de todo ese mundo postconvergente que algunos dirigentes ya preparan. Es el caso del consejero de Interior, Miquel Buch, que tras las municipales quiere redefinir el espacio de Junts per Catalunya, con Puigdemont como inspirador, aunque el expresidente de la Generalitat quiera jugar únicamente la carta del Parlamento europeo, como él mismo ha asegurado.
Ernest Maragall, en un acto de campaña en las muncipales
Forzar a ERC
El propio Artur Mas tiene una fecha en su cabeza: febrero de 2020. Será entonces cuando finaliza su periodo de inhabilitación política. Con todas las circunstancias en juego, en ese momento podría llegar la sentencia del Tribunal Supremo sobre los líderes independentistas presos, lo que conllevaría la convocatoria de elecciones al Parlamento catalán.
Pero lo urgente es el Ayuntamiento de Barcelona. Y no sirve de nada que Junts per Catalunya comparta gobierno en la Generalitat con Esquerra Republicana. La intención es forzar a Esquerra para que alcance un acuerdo con Artadi en el Ayuntamiento de Barcelona. Para eso es obligado restarle fuerza a Esquerra y obtener algunos concejales más a lo que pronostican las encuestas, que dejan a Artadi --Joaquim Forn, en la prisión, es el cabeza de lista-- con entre 4 y 5 concejales, lejos de los 10-11 que conseguiría el republicano Ernest Maragall.
Y la letanía no es nueva: ¡Llega un nuevo tripartito!, como si no hubiera pasado nada desde el inicio del proceso soberanista en 2012, forzado, precisamente, por Artur Mas, que adelantó las elecciones para iniciar un camino que no le ha proporcionado desde entonces ningún momento de satisfacción y que le dejó fuera del poder, con su "paso al lado", forzado por la CUP.