Manuel Valls acelera. Su candidatura sigue sin tener nombres importantes, aunque ha logrado el apoyo de Lliures, el partido de Antoni Fernández Teixidó. Consciente, sin embargo, de que no ganará la alcaldía de Barcelona con propuestas concretas sobre la gestión del carril bici, el exprimer ministro francés quiere poner en valor todo lo que supone su nombre y un proyecto liberal-progresista europeo. Es el golpe en la mesa que dio este martes junto a Josep Piqué, en un debate organizado por el empresario hotelero Amancio López, los Encuentros Hotusa.
El golpe en la mesa supone una clarificación de ideas y de proyectos. Valls consideró que ya no hay refugios en las trincheras y que el debate entre la izquierda y la derecha ha quedado desdibujado. Lo que está en juego, y por eso ha presentado su candidatura a la alcaldía, “como un europeísta convencido desde siempre”, es la disyuntiva "entre los valores de la ilustración, del liberalismo progresista y la socialdemocracia frente a los populismos y el nacionalismo”. Esos dos conceptos se ven identificados, según Valls, por Ada Colau y los independentistas, “dos caras de la misma moneda”, corroboró Piqué, que dio cuenta de su propia experiencia como gobernante.
"No pactaré con populistas"
Contó Piqué que como ministro de Exteriores con el Gobierno de José María Aznar mantuvo buenas relaciones y de “amistad” con ministros franceses, portugueses y británicos de izquierdas, “mejores que con las de mi familia política”, en un alegato a la apuesta por las personas, por los políticos que transmiten valores, más allá de las siglas que defiendan. Y elogió la figura del socialista francés Lionel Jospin, “un político con cultura centroeuropea, seguramente marcado por su condición de protestante”.
Ada Colau y Manuel Valls
A Valls, Piqué le sirvió para buscar esas complicidades con todo un sector de los electores de Barcelona que reclamen un cambio, al margen de las disciplinas de partido, y de las obediencias ideológicas. Sabedor de que esa es su opción, insistió el candidato a la alcaldía de la plataforma Barcelona capital europea --apoyada por Ciudadanos-- que pedirá claridad a todos sus adversarios. Él la ofreció este martes: “No pactaré ni con populistas ni con independentistas y me gustaría que todos dijeran, antes de iniciar la campaña, lo que piensan hacer y con quién están dispuestos a pactar”.
Romper el tablero
Su posición es arriesgada. Es una especie de todo o nada, que sus asesores admiten como fórmula para romper el tablero. Pero es que la situación de la ciudad así lo requiere. Ese es el esquema en el que se mueve Valls. Todo lo dejó para el día siguiente a las elecciones, citando al PSC. “Veremos, con los votos que tengamos, qué haremos cada uno”. Y señaló Valls --en ese intento de unir al constitucionalismo-- que “sería importante” que el PP tuviera presencia en el consistorio, aunque las encuestas publicadas hasta ahora le dejan fuera. Valls también quiso destacar a Ciudadanos. “No voy a esconder a Ciudadanos, porque es una suerte contar con el partido que ganó en Cataluña y en Barcelona en las últimas elecciones --en alusión al 21D--.
Con un problema de seguridad importante --la percepción es lo que cuenta, y es de las más altas que se han manifestado en las últimas décadas--, con una división política entre el constitucionalismo y el independentismo, y con el peligro de que el cambio tecnológico deje a la ciudad en un pelotón de segunda división porque no se sabe cómo afrontarlo --Uber y Cabify ya no operan en la ciudad-- Valls ofreció un proyecto firme y anclado en la mejor tradición europea, la de una Europa que, en todo caso, sufre una gran crisis de identidad, porque ese mismo populismo y nacionalismo que se denuncia también se sufre en las grandes naciones del continente y en el Reino Unido con el Brexit.
El pase de Piqué
Valls lo tiene claro. El golpe en la mesa se dejará notar en las próximas semanas. Se intensifica su mensaje: “No vamos a tener un debate tranquilo, no lo vamos a tener con opciones que busquen un nuevo tripartito, o que pongan en riesgo el futuro de la ciudad. Lo que debemos saber es que el destino de Barcelona depende de todos nosotros, y apelo a los electores, a una mayoría de electores, que sean conscientes de lo que se juega Barcelona”, aseguró.
Manuel Valls y Albert Rivera
Piqué recogió el pase de balón. Y fue más allá, al pronosticar que toda Europa estará mirando lo que ocurra en Barcelona, porque se trata de “parar el populismo y el nacionalismo, que no tiene nada que ver con un sano y necesario patriotismo”. Con un alcalde nacido en Barcelona, pero francés, que ha llegado a las más altas responsabilidades en Francia, la candidatura de Valls supone un hito europeo, para los que crean en una gran unión política europea. Esa es la visión de Piqué.
La paradoja de Valls
En primera fila escuchan a Valls y Piqué el expresidente de Fomento, Joaquim Gay de Montellà; Fernández Teixidó, como presidente de Lliures y empresarios como Jaime Malet. Y todos los asistentes constatan el reto que se les acababa de presentar: ya no es tiempo de pruebas. O un proyecto de gestión, que quiera colaborar con Madrid, con “orden público y esferas públicas neutrales, porque son de todos”, o experiencias del pasado y aventuras rupturistas.
La paradoja es que es el propio Valls quien identifica esa prueba: ¿un expolítico francés para la alcaldía de Barcelona, sin partido, pero con Ciudadanos, con arrojo, pero sin candidatos --todavía-- en sus filas, barcelonés de origen, pero con choques constantes con la idiosincrasia barcelonesa --acto en la entrega del Premio Nadal?
Un golpe en la mesa. Ahora sí va en serio. Y los electores dirán.