El paso atrás de Societat Civil Catalana
La nueva presidencia de Josep Ramon Bosch no garantiza la continuidad de la entidad, que sufre, como la ANC, los cambios en los equilibrios políticos en Cataluña y España
28 enero, 2019 00:00Nueva etapa. ¿La última? Societat Civil Catalana (SCC) se enfrenta a su momento más difícil, después de protagonizar unos años de éxito, que tuvieron su culminación el 8 de octubre de 2017 con la multitudinaria manifestación constitucionalista en Barcelona. La nueva presidencia de Josep Ramon Bosch, uno de los fundadores de la entidad, elegido el pasado 19 de enero de forma sorpresiva y para intentar mediar entre las disputas de carácter personal y político, no garantiza la continuidad de Societat Civil Catalana.
Como la ANC, sufre el cambio en la situación política. ¿Es útil para los tres partidos contrarios al proceso independentista, llamados constitucionalistas? ¿El problema es también personal y empresarial, con disputas internas? Las dos cuestiones son reales, como apuntan las fuentes consultadas de la entidad. Pero una de las razones más claras es que algunos partidos, como Ciudadanos, ya tienen sus propias plataformas y siguen un guion trazado, marcado por la batalla electoral. Mientras, para el PSC puede resultar un problema, con las simpatías mostradas por Manuel Valls por parte de los principales dirigentes de la entidad, y para el PP es una tabla de salvación, pero que tampoco se traduce en algo tangible.
Núcleo de apoyo en Moncloa
Una de las cuestiones centrales es que los principales actores de Societat Civil Catalana, como el propio Josep Ramon Bosch, Miriam Tey, o, en el último año, José Rosiñol, han tenido una buena conexión con el Gobierno del PP en la Moncloa. La entidad se fraguó en ese contexto, con Tey y Jorge Moragas, a la sazón cuñado de Miriam, y jefe de gabinete de Mariano Rajoy. También fue importante en esos años, --la constitución de SCC tuvo lugar en 2014-- la colaboración de Alfonso Senillosa, amigo de Moragas y Tey, cuyo último cargo en Moncloa fue el de Director de Seguridad Nacional. Senillosa es sobrino del que fuera político en la transición, Antonio de Senillosa, que llegó a colaborar con el gobierno del PSOE como director general de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores. Se trata de un círculo de amistades curtido en Barcelona, --Tey, Moragas, Senillosa-- que ha llegado a protagonizar la política española en los últimos años en la Moncloa.
Pero eso ha cambiado. Gobierna el PSOE, tras la moción de censura a Mariano Rajoy. Y, aunque la entidad sigue interesando por su oposición firme al proceso independentista --no había nada frente a la poderosa ANC y los medios públicos de la Generalitat-- el interés es menor. Algunos dirigentes sí responden con claridad, como es el caso del ministro de Exteriores, Josep Borrell, convencido de la necesidad de una entidad constitucionalista. Pero no es cómoda para el PSC ni para muchos ministros socialistas.
Bosch, Borrell, Rosiñol, Tey, Valls y Ramos.
Bronca interna
La inminencia de las elecciones municipales, con la candidatura de Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona, cambia las prioridades. Y para el PSC la posibilidad de que SCC se volcara a favor de Manuel Valls, aunque no directamente ni a través de aportaciones económicas --que nadie, pese a los comentarios reiterados sobre ello ha podido demostrar-- era un problema.
La cuestión es que el pasado sábado, Josep Ramon Bosch presentó su candidura en el fragor de una junta de socios complicada. La candidatura oficial era la de Rafael Arenas, después de que se provocara la dimisión, en diciembre, de José Rosiñol, por tomar decisiones de gasto sin pasar por la junta de la entidad, y de otros miembros, como Miriam Tey, Sixto Cadenas y Ferran Brunet. Arenas, sin embargo, propuso una lista “que no convenció a la mayoría de socios”, lo que fue aprovechado por Rosiñol para reiterar su candidatura. Ante la división total, Bosch se presentó como vía intermedia, pero también provisional.
Los socialistas de apoyo
El entorno de Bosch señala que su presidencia será únicamente por un tiempo prudencial, de unos pocos meses, y que, después, serán los 107 socios los que deberán tomar una decisión, sin descartar que se pueda poner punto y final. La nueva dirección que camina junto a Bosch la forman los socialistas Àlex Ramos y Xavier Marin; y Manuel Miró, cercano al PP, con el propio Josep Ramon Bosch. Se prevé incorporar a una mujer en las próximas semanas, con lo que la junta directiva se reduciría a cinco personas, cumpliendo con los estatutos, que fija entre cuatro y cinco los miembros mínimos para poder dirigir la entidad.
Eso indica que Ciudadanos prescinde, por ahora, de Societat Civil Catalana. El partido de Albert Rivera ya tiene su España Ciudadana para organizar todo tipo de actos.
¿Qué pasa con Manifiesto?
Pero existe otra cuestión interna que ha causado problemas en SCC. Rafael Arenas dejó la presidencia de SCC en 2016, forzado por la entidad, que nombró a Mariano Gomà, otro de los presidentes que han ejercido la dirección en los últimos años. ¿El motivo? Gomà no tenía clara la relación que se había generado con el proveedor más importante de SCC, la empresa de organización de eventos Manifiesto. Se había establecido una relación entre Bosch, Tey y Rosiñol con Sergio Palomino, el administrador único de la empresa. Hasta tal punto, que Rosiñol tenía un sueldo a cargo de Manifiesto. La Fundación Joan Boscà, que financia Societat Civil a través de las donaciones que recibe, forzó ese cambio de dirección.
Bosch es el presidente de la Fundación Joan Boscà. Asegura que está analizando y que ha pedido informes para conocer si es compatible en estos momentos esa presidencia con la de Societat Civil Catalana. En función de ello, tomará una decisión.
Una manifestación organizada por SCC
Dinero de la Joan Boscà
Fuentes de la entidad establecen el mecanismo de esas relaciones. Societat Civil pagaba por los servicios que recibía de Manifiesto para el montaje de escenarios, pantallas gigantes, videoclips, equipos de sonido o servicios diversos. Sergio Palomino, su administrador único, fue uno de los fundadores de SCC. El dinero llegaba desde la Fundación Joan Boscà, que se destinaba en gran medida a Manifiesto. Y Manifiesto tenía en nómina al presidente de la entidad, José Rosiñol.
La misma fundación también ha donado cantidades menores a otras asociaciones que han estado en órbita de los mismos dirigentes que fueron destituidos el pasado diciembre, Rosiñol, Tey, Cadenas o Brunet. Se trata de CLAC, impulsado por Tey, en el ámbito cultural, con una actividad frenética y viva, y el llamado Club de los Viernes, un lobby más ideológico en el terreno económico, cercano a Juan Arza, patrón de SCC y dirigente de la Fundación Joan Boscà.
Roces personales
Esas relaciones, las opacidades o los gastos que no se comunicaban a la Junta de SCC fueron uno de los motivos de la destitución de Rosiñol el pasado 20 de diciembre. Pero los más activos, Xavier Marín y Àlex Ramos, en la órbita del PSC, actuaron más como una reacción personal que por indicaciones o resquemores del partido.
Sin embargo, lo realmente relevante es que la situación política ha cambiado. Si la ANC ha decidido jugar un papel directo, porque discrepa de cómo el Govern de Quim Torra impulsa el proceso independentista, y ayuda a candidaturas como la Jordi Graupera a la alcaldía de Barcelona, Societat Civil Catalana podía seguir un papel similar que rompía los esquemas de partidos como el PSC. Las posibles actuaciones de SCC a favor de Valls, --de hecho fue idea de Bosch y de Tey para configurar una candidatura que superara a los partidos-- han inquietado a los socialistas. Y es que esa candidatura la hizo suya Ciudadanos. Y Valls, pese a todo, será el candidato de una plataforma propia que sustenta el partido de Albert Rivera.
Societat Civil Catalana ha cumplido un papel. Y comienza a calar la idea de que debería reorientar por completo su proyecto si quiere seguir teniendo incidencia en la sociedad catalana.