Inmerso en la planificación de su agitprop del juicio del 1-O, probablemente el último cartucho que le queda al procesismo, Carles Puigdemont ha descuidado la árdua tarea que supone confeccionar unas listas municipales. A cuatro meses de las elecciones, la pugna entre PDeCAT y los gurús del expresidente se mantiene y eso se ha trasladado al territorio, donde veteranos convergentes se resisten a formar parte de un proyecto que ven sin futuro. La prevención de estos dirigentes municipales de la antigua CDC provoca que el activismo y la militancia amateur se interese por formar parte de las candidaturas.
"Nos viene lo peor, lo más radical, lo que no nos interesa para formar gobiernos municipales", asegura a Crónica Global un soberanista gerundense que no esconde su preocupación por las consecuencias que ese acento rupturista puede provocar en determinados territorios donde, avisan, puede calar el discurso de Vox, retroalimentado con posturas rupturistas. No solo están en juego los 400.000 votos huérfanos de un catalanismo moderado, sino los que obtuvo en las elecciones de 2015.
Pugna cainita
La elaboración de unas listas electorales deben combinar paridad, veteranía y juventud, así como las distintas sensibilidades existentes en el partido. Pero en el caso de la nueva Convergència, la pugna entre diferentes sectores adquiere tintes cainitas. Puigdemont y su Crida, que este fin de semana celebra su congreso fundacional, aspira a tomar el control de la antigua CDC en la enésima catarsis de un partido que quiso pasar página de los recortes y de sus casos de corrupción. La creación de PDeCAT en el verano de 2016 implicó un cambio de siglas sin tirón electoral del que ahora se arrepienten muchos dirigentes convergentes. Fue el propio Puigdemont quien quiso dar la puntilla a PDeCAT sacrificando a Marta Pascal y colocando a su contacto en el Congreso, Miriam Nogueras como vicepresidenta en julio de 2018.
La marca Puigdemont es, hoy por hoy, el principal activo del independentismo irredento que aspira a liquidar definitivamente a la antigua Convergència. Sin embargo, PDeCAT conserva todavía las red territorial, las alcaldías y, sobre todo, las esencias ideológicas de la antigua Convergència, las que echa de menos un electorado catalanista y pragmático que quiere moderación y centralidad. Un espacio en busca de un líder, ahora inexistente. En determinados ámbitos empresariales y culturales se barajan nombres, hoy improbables como candidatos a plantar cara a Puigdemont, como Lluís Recoder o Santi Vila. El primero se resiste a abandonar el ámbito privado en el que ahora trabaja como abogado, mientras que el segundo, dicen sus allegados, no dudaría ni un segundo en volver a la política si no lo impideran sus problemas con la Justicia, ya que a partir de febrero se sentará en el banquillo de los acusados junto al resto de organizadores del referéndum.
Posibles líderes
El catalanismo convergente también se había fijado en el exconsejero y actual líder de Lliures, Antoni Fernández Teixidó, quien ayer oficializó su alianza con Manuel Valls en Barcelona, el candidato propuesto por Ciudadanos, formación que en anteriores contiendas electorales logró aglutinar el apoyo de empresarios que tradicionalmente habían votado a CDC. Queda por determinar el futuro de Ramon Espadaler, exdirigente de UDC y que actualmente forma parte del grupo parlamentario del PSC bajo las siglas de Units per Avançar. Una alianza --se advirtió en su momento-- con fecha de caducidad.
"Quienes están más predispuestos a formar parte de las candidaturas son personas procedentes del activismo local, sin agenda, sin contactos, sin cultura política", advierten sectores de la antigua CDC. En realidad, el incipiente caos en esas listas municipales suponen una traslación de la situación que se ha generado en Barcelona, donde Neus Munté ganó las primarias de PDeCAT pero es Joaquim Forn, exconsejero de Interior en prisión preventiva, quien encabezará una lista que competirá con otros candidatos del espectro neoconvergente: Ferran Mascarell y Jordi Graupera.