Un caos, con sorpresas constantes. La candidatura del PDeCAT y de la Crida a la alcaldía de Barcelona se improvisa de forma continua. El deseo de ampliar el espacio, con la oferta del entorno de Carles Puigdemont a Ferran Mascarell, se ha visto truncado. El exsocialista ha rechazado la posibilidad de ser el número cuatro en la candidatura por Barcelona, que se había ofrecido a Joaquim Forn, como cabeza de lista. Aspira a ser el número tres, por detrás de Forn y Elsa Artadi, que dejaría su cargo como consejera en el Govern de la Generalitat. Todo ello, mientras Mascarell se acerca a Esquerra Republicana, para acordar algún tipo de colaboración de su plataforma en las elecciones europeas.
Pasan las semanas, y el mundo posconvergente no sabe cómo podrá competir con Esquerra en Barcelona, con el miedo instalado en el cuerpo, y con una previsión en estos momentos de lograr únicamente entre cuatro o cinco concejales. La rivalidad entre el PDeCAT y la Crida de Puigdemont es total, y sólo se podrá esclarecer a partir del 26 de enero, cuando se constituya el movimiento del expresidente en partido, con la incógnita de la decisión sobre la doble militancia, si será o no incompatible.
Elsa Artadi
Munté, a la espera
El frágil acuerdo, hasta ahora, pasaba por el liderazgo de Forn, que se encuentra en prisión, y Artadi como número dos, con la exconsejera Neus Munté, fiel al PDeCAT, como número tres. Para ampliar el espectro, y buscar la inclusión de la plataforma de Jordi Graupera, el entorno de Puigdemont había pensado en Ferran Mascarell como número cuatro. Y, en el último momento, forzar la entrada de Graupera, como número cinco.
Con esa composición la idea sigue siendo la de lograr la máxima unidad del independentismo, y competir con Esquerra de tú a tú, siempre que los republicanos se resistan –así lo han dejado claro una y otra vez—a formar parte de una candidatura única. Pero Mascarell no acepta la propuesta.
Integración del PDeCAT, que no llega
Eso ha provocado que todo se ponga en duda, de nuevo. Ahora es Artadi la que reclama encabezar la lista, con Forn de número dos. Mientras que el propio Jordi Graupera clama por la independencia de su propuesta y rechaza que esté sometida a una especie de subasta. Graupera, con el apoyo de una buena parte de la ANC, podría obtener representación, y eso destroza los planes de la Crida de Puigdemont, que se vería incapacitada para lograr su principal propósito: ser el movimiento-partido (ya ha sido registrado como partido en el Ministerio de Interior) representativo del independentismo, con una integración del PDeCAT que no acaba de llegar.
Munté, Graupera y Borràs
Eso ocurre en la lista por Barcelona, que corre en paralelo a lo que podría ocurrir en el Govern de la Generalitat. La salida de Artadi forzará una crisis de gobierno, en la que los partidarios de cada uno de los dirigentes del PDeCAT y de la Crida juegan sus bazas. Mientras que Josep Rull desde la prisión de Lledoners reclama que sea el consejero Damià Calvet –con proyección pública, ahora, con el conflicto de los taxis—otros dirigentes como Jordi Turull, también en la cárcel, apuestan por la alcaldable por La Garriga, Meritxell Budó, mientras Puigdemont defiende el nombre de Laura Borràs.
Todo puede saltar por los aires tras las elecciones municipales. Hasta este momento, el PDeCAT y la Crida buscarán un acomodo, que no se acaba de producir. El baile de nombres es constante. El mundo posconvergente es ahora mismo un auténtico caos, con la mirada entre gozosa e incrédula de la dirección de Esquerra Republicana, que sabe que en el último momento lo que une a ese universo es la posibilidad de romper los planes de los republicanos, como se demostró en las elecciones del 21-D.