Una guerra abierta. Ahora ya sin disimulos y con cuestiones como el orgullo sobre la mesa. El presidente Quim Torra, que ha planteado todo tipo de ultimatums a Pedro Sánchez, sin que nadie le haya hecho caso, no quiere ahora perder la última partida. Y se niega a que los grupos del PDeCAT y ERC en el Congreso faciliten no ya la aprobación de los presupuestos del Estado para 2019, sino la tramitación de las cuentas, lo que comportaría un margen de unos dos meses para que el Gobierno de Sánchez, pero también el independentismo, pudiera respirar y mantener el diálogo político.
Torra ha advertido a los consejeros de los dos partidos –él es independiente y sólo se debe a Carles Puigdemont, que mantiene la línea del cuanto peor mejor desde Bruselas— de que afrontará una crisis de gobierno si se desobedece la orden y los diputados independentistas toman las riendas de la situación desde el Congreso.
¿Dimisión?
Eso sólo puede conducir a dos situaciones: o se impone, y Sánchez se queda desde mediados de enero sin presupuestos, y comienza a poner fecha a las elecciones generales, o es el propio Torra el que debería dimitir, con lo que todo el bloque independentista entraría en una crisis aún mayor a las puertas del inicio del juicio a los políticos presos en el Tribunal Supremo.
Torra, públicamente, señaló este miércoles que Sánchez no ha cambiado nada ni ha ofrecido ninguna salida política que lleve al independentismo a cambiar de opinión. Pero los diputados consultados de las dos formaciones insisten en que no hay nada decidido, y que la idea es permitir, por lo menos, la tramitación de los presupuestos, sin presentar enmiendas a la totalidad, y votando en contra de las que presenten el PP y Ciudadanos.
El presidente Torra, junto a Pere Aragonès
Dos meses de margen
¿Por qué es eso tan importante? La luz verde a la tramitación –no votar a favor de las enmiendas a la totalidad— implicaría que los presupuestos para 2019 que aprobará el Consejo de Ministros este viernes seguirán un proceso que se puede alargar hasta principios de marzo. Al final de esa tramitación, después de analizar las cuentas en las distintas comisiones, debería llegar el voto final. Tanto el PDeCAT como ERC podrían votar en contra en ese momento, pero todos habrían ganado dos meses que pueden ser decisivos. En ese lapso habrá comenzado el juicio a los políticos independentistas presos, y el diálogo entre el Gobierno socialista de Sánchez y el Ejecutivo de Torra podría alcanzar algún fruto.
Eso no lo quiere Torra, porque no lo desea Puigdemont. Pero esa línea política, que se ata al maximalismo de lograr el derecho de autodeterminación –o eso o nada— no casa con los planes de Esquerra. Y tampoco con lo que tiene pensada buena parte del PDeCAT, que quiere pasar página, y adoptar una posición realista.
Pedro Sánchez y el diputado de ERC Joan Tardà
El papel en la política española
En el fondo el problema está sobre la mesa de una forma muy cruda. ¿Qué papel deben tener los partidos independentistas en la política española en un momento en el que la derecha política aparece unida, con el gobierno que pondrá en marcha en Andalucía, y con el concurso de la extrema derecha que representa Vox? ¿Debe renunciar el conjunto del nacionalismo catalán –ahora con el ropaje independentista— a los asuntos de España? Si la respuesta es afirmativa, entonces la consecuencia lógica sería abandonar ya el Congreso de los Diputados, e iniciar una especie de revuelta social y política que no parece que sea inminente.
Los diputados del PDeCAT en el Congreso, liderados por Carles Campuzano, Jordi Xuclà y Ferran Bel, no entienden que se deba renunciar a esa posibilidad. Tampoco el republicano Joan Tardà, apoyado desde Barcelona por el vicepresidente del Govern, Pere Aragnonès, y los dos flanqueados por Oriol Junqueras desde la cárcel de Lledoners, o por la exconsejera Dolors Bassa, que ha pedido públicamente que no se deje caer a Pedro Sánchez.
Miquel Iceta inyecta presión a los independentistas
Los impotentes
El problema es que una serie de dirigentes se sienten atados a Puigdemont. Torra es el principal. Y otras piezas aisladas, como Miriam Nogueras, en el Congreso, al frente del PDeCAT, que se muestra impotente y que no sabe exhibir argumentos de peso que justifiquen las acciones que le reclama Puigdemont. También otros, que fueron cooptados por el expresidente y vecino de Bruselas, como Eduard Pujol, Josep Costa o Laura Borràs. Todos ellos, sin embargo, no se creen el mensaje, pero lo siguen a rajatabla. ¿Por qué sería mejor que Sánchez no cuente con esos dos meses de margen, por qué el enfrentamiento con un Gobierno que ha ofrecido diálogo es la mejor opción? Son las preguntas que todos se formulan.
La tensión interna es enorme. Y el Gobierno de Sánchez comienza a comprobar que su estrategia da resultados. Lo explicó el propio líder del PSOE, al reclamar tiempo, después de decidir que presentaría los presupuestos a la espera de la decisión final del independentismo.
La ayuda de Iceta
En esa labor le apoya el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, que este miércoles introdujo unas gotas de misterio, al anunciar que este sábado Sánchez dará más pistas sobre la necesidad de que la Generalitat cuente con esos presupuestos. Iceta seguirá inyectando presión, para que el independentismo explique por qué renuncia a unas cuentas que beneficiarían al conjunto de la ciudadanía catalana.
Las fuentes consultadas señalan que Torra puede tener un serio problema. Él mismo se ha atado de pies y manos. ¿Qué ocurrirá si se desacatan sus órdenes? Sólo le puede quedar una salida: la convocatoria electoral después del juicio a los políticos presos, buscando la máxima emotividad del independentismo.