La voz de José María Aznar suena grave, también porque él quiere darle la máxima trascendencia al momento. Le acompaña el exministro de Exteriores Josep Piqué, en la presentación de su libro El futuro es hoy, (Península). Aznar no está para bromas. Nunca lo ha estado. Tras defender el orden liberal, justo cuando lo desafía el que había sido el guardián, Estados Unidos, el expresidente del Gobierno se despacha: “Donde no hay orden constitucional, hay que restablecerlo”.
El mensaje estaba claro. Aznar, en la Casa del Libro, en Barcelona, y con pocos dirigentes políticos en primera fila –los dirigentes del PP, con Alejandro Fernández a la cabeza, y el exdelegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo—se definió como “integralmente constitucionalista”, con la exigencia de que España sepa valorar todo lo conseguido en los últimos 40 años, y trate de mantener la vigencia de la Carta Magna, con los cambios que se puedan acometer, si se ven necesarios.
Defender el orden liberal
Josep Piqué, con quien Aznar no acabó todo lo bien que los dos hubieran deseado al final de sus respectivas etapas en el Gobierno, iba introduciendo las diferentes cuestiones, todas ellas relacionadas con la política internacional. Aznar recogía el testigo y ratificaba y ampliaba las reflexiones de Piqué. El diagnóstico se conoce, --una profunda transformación del orden internacional, provocada por la globalización y por la disrupción de la industria digital—y sobre la receta hay demasiadas dudas. “Hay que defender el orden liberal, porque no hay alternativas, sólo desafíos, pero no alternativas”, aseguró Aznar. Entre esos desafíos situó a China y a Rusia, y dejó a Estados Unidos en una zona de penumbra: “Estados Unidos no sabe todavía qué quiere hacer, está esperando”.
Primera fila de los asistentes al acto de José María Aznar, en Barcelona
¿Y en España? Aznar, que puso en solfa la Constitución en su etapa de juventud, con artículos en la prensa regional, en La Nueva Rioja, cree ahora que debe ser el pilar para los próximos años, aunque se pueda modificar. A su juicio, lo que se dirime, y “lo que se votará en las próximas elecciones generales”, es una disyuntiva entre “mantener o no el orden constitucional y eso se deberá elegir en todas partes de España”.
Aznar, sin complejos
Ese es el problema, a su juico. Defender el orden liberal en España equivale a defender la Constitución, a su juicio, que ha posibilitado que España “se haya transformado en 40 años, en PIB per cápita, por ejemplo, lo que en el Reino Unido tardó 180 años”.
Y si se mira de cerca, ese problema se centra en Cataluña. Aznar no tiene dudas: “Penalmente se llama rebelión, políticamente es golpismo”. Tal vez esas palabras no podrían reflejarse en el diario de sesiones del Congreso, tal y como decidió la pasada semana su presidenta, Ana Pastor, pero a Aznar le da igual, porque lo que quería reflejar, junto a Piqué, es que uno de los pilares hasta ahora del constitucionalismo, el PSOE, “ya no lo es”.
El PSOE y los secesionistas
¿Qué tiene en la cabeza Aznar? Su idea es que desde la transición se configuraron dos grandes pilares: “en el centro-derecha y en el centro-izquierda”, que se llamaban PP y PSOE. “Ahora ese centro-derecha está troceado, guste o no guste, y hay tres partidos –en referencia a PP, Ciudadanos y Vox (aunque este partido no tiene representación)—y en el centro-izquierda yo creo que ya no hay una fuerza constitucionalista”. Para Aznar el PSOE ya no lo es. “Lo dejó de ser cuando acepta el apoyo de los secesionistas”, en alusión a la moción de censura contra Mariano Rajoy, que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa con los votos de los partidos independentistas.
Esa es la tesis de Aznar, que ha hecho suya sin miramientos Ciudadanos, y el líder del PP, Pablo Casado. Ese será el latiguillo a partir de ahora, lo que deja fuera del tablero a los partidos nacionalistas catalanes, a no ser que quieran volver renunciando a su proyecto secesionista. La etapa, siguiendo el esquema de Aznar es totalmente distinta, y obligará a posibles consensos que ahora no se perciben.
¿Quién rompió el pacto de la transición?
Con la mirada al frente, con cara de pocos amigos, prácticamente sin sonreír en toda la intervención, con Josep Piqué al lado, Aznar insistió en su catecismo: “Lo que se había pactado en la transición se quebró hace más de una década –Rodríguez Zapatero con la memoria histórica—y era no mirar atrás y mantener una lealtad institucional en una España plural”. El socialismo quiso replantear la propia transición –eso está instalado en las cabezas pensantes del aznarismo y de intelectuales conservadores en Madrid y también en Barcelona—y el nacionalismo pactista catalán mutó en un secesionismo traidor.
“O resolvemos el golpismo, o tendremos un problema”, incidió Aznar. Ese ese su mensaje, allá donde va.