Un revolcón en toda regla. El PNV no tiene ninguna intención de apoyar al Gobierno catalán que preside Quim Torra. El presidente catalán viajó este miércoles al País Vasco, con la intención de recibir el aliento del nacionalismo vasco a la causa independentista, y se llevó un revolcón, un baño de realidad. El lehendakari Iñigo Urkullu, todavía dolido por la actitud de Carles Puigdemont, cuando no convocó elecciones, después de actuar como mediador con el Gobierno de Mariano Rajoy, pidió a Torra un ejercicio de “realismo”, para que aproveche la actual conyuntura con el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Torra no quería escuchar eso. El presidente de la Generalitat viajó este miércoles al País Vasco para reunirse con el lehendakari, y con el líder abertzale Arnaldo Otegi, y para para pronunciar, en San Sebastián, una conferencia en la que dio rienda suelta a su particular modo de ver la democracia, dejando a España como un “estado que no se ha desgajado del franquismo”. Lo que pretendía era recibir el apoyo del nacionalismo vasco, para regresar a Barcelona triunfante. Torra, como una buena parte del nacionalismo catalán, sigue idolatrando al nacionalismo vasco, sin pensar en la lacra del terrorismo ni en cómo una parte de la sociedad vasca apoyó indirectamente a ese terrorismo, como el propio lehendakari ha admitido en los últimos días.
Quim Torra y Pedro Sánchez, en el encuentro que mantuvieron en la Moncloa
El rostro de Torra
Lo que Urkullu le explicó a Torra es que el independentismo catalán debería aprovechar la vía de “diálogo” del presidente Pedro Sánchez, y trabajar para llegar a un acuerdo, que podría pasar, como el jefe del Ejecutivo español ha planteado, por una reforma del Estatut. Torra demudó su rostro. Su apuesta es la “independencia”, y cualquier otra oferta “ya no tiene sentido”. Por ello, y desde Vitoria, el presidente catalán rechazó el ofrecimiento de Sánchez para entrevistarse con él en diciembre, cuando tiene pensado reunir a su consejo de ministros en Barcelona. Será el 21 de diciembre. Lo que señaló Torra es que quiere un encuentro entre los dos gobiernos, el español y el catalán.
Es el mundo al revés. El nacionalismo vasco, que representa el PNV --nunca como ahora ha acumulado tanto poder, en el gobierno vasco y en las diputaciones forales-- pretende una reforma del Estatut, tras una consulta “pactada con el Estado”. Y eso le comunicó Urkullu, visiblemente afectado por lo que considera un error colosal del nacionalismo catalán. Torra no recogió el guante. Al revés. “La reforma del Estatuto catalán es una pantalla pasada, los catalanes llevamos un proceso hacia la independencia tras tomar unas decisiones siempre respaldadas por la mayoría absoluta del Parlament”, afirmó.
El País Vasco se sale
El presidente catalán admitió “los ritmos diferentes” entre el nacionalismo vasco y el catalán. Los hechos tangibles también son muy distintos. El PNV llegó a acuerdos con el Gobierno de Rajoy y está dispuesto a hacer lo propio con el Gobierno de Sánchez, y ya negocia los presupuestos para 2019. Tiene un acuerdo en el País Vasco con los socialistas vascos, en el gobierno autonómico y en las diputaciones forales. Y los ingresos fiscales cerrarán 2018 con un récord absoluto. En el otro lado, no hay nada: un gobierno roto, con disputas entre Junts per Catalunya y ERC, con políticos presos, tras un proceso soberanista que ha resultado un fiasco; con un Parlament que una parte sustancial de la sociedad catalana ya no se toma en serio; y con dos grupos parlamentarios en el Congreso, el del PDeCAT y el de ERC que no quieren avalar los presupuestos y que, por tanto, no pueden sacar provecho de la negociación política.
El PNV se lo ha comunicado a dirigentes del gobierno catalán, y al PDeCAT: la vía independentista es un error. Y también ha dejado claro que no tiene ninguna intención de secundar los planes de Carles Puigdemont. En las elecciones europeas, está a la expectativa de los pasos que dé el PDeCAT, pero no hará nada con la Crida ni con los fieles de Puigdemont. En Cataluña, el interlocutor del PNV sigue siendo, pese a los cambios experimentados, el núcleo de dirigentes democristianos, que, tras la desaparición de Unió Democràtica, se mantienen en Units per Avançar, que dirige Ramon Espadaler.
La socialista Idoia Mendia y el lehendakari Urkullu, en un montaje sobre el País Vasco
El voto de "la gente"
Torra salió trasquilado tras su entrevista con Urkullu en su reunión en Vitoria, en la sede del gobierno vasco. Más reconfortado salió de su entrevista con Otegi, un breve encuentro, en San Sebastián, donde pronunció la conferencia Catalunya, soberanía democracia y libertad, invitado por la plataforma Gure Esku Dago, que impulsa, imitando la experiencia del independentismo catalán, la celebración de consultas independentistas en diferentes localidades del País Vasco, Navarra y en el País Vasco francés.
Ahí Torra se soltó el pelo, después de verse reprimido tras los consejos de un severo Urkullu. Torra, un activista, recurrió a todos los argumentos del independentismo que se basan en que el proyecto “es democrático”, al equiparar la democracia con la apelación al voto “de la gente”, aunque ese voto implique la separación de un estado de forma unilateral. Insistió en que “no se dará un paso atrás”, después del 1 de octubre, y la declaración de independencia del 27 de octubre, y en que España se vive ahora “un franquismo desacomplejado”, y que ha sido un país que “no ha hecho limpieza del franquismo, un franquismo oscuro, que ha acabado con demócratas en las cárceles y en el exilio”.
Torra, un abertzale más
Como si fuera un abertzale --porque ese argumento es el mismo que ha defendido el movimiento político independentista vasco desde la transición-- Torra insistió en que ya no es el momento de reformas del Estatut, sino de mantener la vía hacia la independencia. Justo cuando en el País Vasco se vive el mejor momento desde la recuperación de la democracia, con un Estatuto que posibilita un nivel de autogobierno satisfactorio para la mayoría de los ciudadanos vascos, como indican las encuestas.
El revolcón fue enorme. Los dirigentes del PNV repiten a sus interlocutores en privado que en Cataluña “la clase política --en relación a los nacionalistas-- se ha vuelto loca”. No quieren saber nada ni de Torra ni de Puigdemont. Para Torra, en cambio, fue su oportunidad para tener unos minutos de gloria: ejercer de independentista, sin complejos, en Vitoria y en San Sebastián, sin tener en cuenta que el tiempo pasa, y las cosas cambian.