Xosé M. Núñez Seixas acepta que pudo ser de otra manera, que el estado autonómico ha resultado un avance, pero que el nacionalismo español nunca ha acabado de entender que lo español podía ser también lo periférico. “El nacionalismo español nunca se ha ido”, asegura en una entrevista con Crónica Global, después de desgranar lo que ha pretendido explicar en su libro Suspiros de España, el nacionalismo español 1808-2018 (Crítica), un análisis de esa corriente central, con un mayor acento en los años de la democracia.
Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela, es también autor de Las utopías pendientes (2015) Camarada invierno (2016), y, junto a Lina Gálvez y Javier Muñoz, España en democracia, 1975-2011, (2017). El autor de Suspiros de España tiene claro que, pese a los intentos en el pasado y los proyectos de “algunos en el presente”, España no podrá ser Francia. “No lo es, no lo ha sido, no es Francia y se debería aceptar para mejorar lo que ya tenemos”, sostiene.
Patriotismo constitucional
¿Pero, ha existido ese nacionalismo español desde la democracia? Nuñez Seixas cree que sí, que “el nacionalismo español ha contado con el Estado, y eso, de forma a veces poco manifiesta, ha conformado una visión del país, de lo que es España, de lo que debe ser España. Es fácil decir que no eres un nacionalista español cuando tienes los resortes del Estado”, añade, desde su visión periférica como gallego.
Entonces, ¿fue una quimera defender el patriotismo constitucional, tal y como lo proyectó José María Aznar tras su segunda victoria electoral? “Es un concepto que se entiende mal, que se toma de Habermas, y que parte de la experiencia de Alemania, cuando se reunifica, con todos los fantasmas del pasado. En España, si se apuesta por esos valores constitucionales, también se debería pensar que esa Constitución se puede cambiar, se puede reformar, sin embargo, cada vez parece más difícil esa opción, olvidando, además, cualquier referencia a la necesaria política de superación crítica del pasado dictatorial reciente, que es un elemento de regeneración democrática igualmente presente en el propio concepto de patriotismo constitucional”.
Portada del libro de Núñez Seixas
El ser de España
Lo que plantea este historiador es que las complicaciones, las dificultades para que España asumiera su pluralidad se han producido más en el campo simbólico, en el reconocimiento, en cuestiones como la lengua de cada uno de los ciudadanos españoles. Por ello, sostiene en el libro que “desde 1975 el discurso patriótico español ha aceptado, con mayor o menor entusiasmo, que el pluralismo cultural constituye una parte constitutiva de la esencia de España. En apariencia, también ha arrinconado la aspiración a una plena homogeneización cultural y lingüística del territorio español. Pero las culturas hispánicas no son necesariamente situadas en pie de igualdad simétrica en cuanto a su relevancia identitaria para constituir el ser de España”.
En ese devenir histórico, Núñez Seixas considera que el nacionalismo español ha crecido cuando ha tenido dificultades externas y se ha concentrado en la cuestión interna. Tras la pérdida de las últimas colonias, y la muerte del Imperio español, se produce una “intensa movilización patriótica que recorrió España en 1898”, con dos consecuencias que siguen presentes: “un viraje pesimista, que llevó a plantearse el ‘problema de España’ en términos esencialistas y metafísicos”, y “una creciente obsesión en el nuevo enemigo interior que empezaba a vislumbrarse con fuerza, los nacionalismos periféricos, sobre todo, desde 1901, el catalanismo político, más tarde el nacionalismo vasco y, en menor medida, el galleguismo político, lo que acrecentó el pesimismo cultural inaugurado por la derrota y agravó el ‘problema de España’”.
Técnicas canadienses
Ahora bien, la democracia, con la Constitución de 1978, marcó un punto de inflexión. Núñez Seixas sostiene que España “ha funcionado”, pero que ha llegado a un momento crucial, desde el convencimiento de que “una nación es soberana o no es nación”, lo que descartaría un reconocimiento explícito de realidades como Cataluña si es que eso implica automáticamente una soberanía distinta a la del conjunto del pueblo español. De hecho, eso es lo que ha puesto en solfa el proceso independentista en Cataluña en todos estos años.
“El estado autonómico tiene una mala salud de hierro”, señala este historiador gallego, y lo que sería necesario es “tener valentía, buscar fórmulas innovadoras, con dosis de inteligencia, mirando experiencias y técnicas como las canadienses, por ejemplo”.
Una recentralización, Núñez Seixas no la ve, “porque hay derechos adquiridos y eso sería muy complicado de revertir, a pesar de esas tentaciones de la derecha y de Vox en particular”. Pide a PP y Ciudadanos, eso sí, que “sepan defender un modelo concreto, que asuman que quieren ser de mayores, para que exista una derecha que sea plenamente liberal y laica”. Todo debe pasar, a su juicio, “por un mayor reconocimiento de esas realidades nacionales, y también, es cierto, desde la pluralidad interna que existe en País Vasco, Galicia o Cataluña”.