En los círculos cercanos a Carles Puigdemont ha sentado muy mal la ronda de contactos que desarrolla Artur Mas, su antecesor en la presidencia de la Generalitat, para encontrar trabajo. Waterloo está que trina no tanto porque el expresident se busque la vida, sino porque ha fracasado en todas sus intentonas, lo que arroja una sombra más que oscura sobre la fe del tejido empresarial catalán en el camino hacia la república que pretenden abrir los independentistas.
Mas no tiene por qué pedir permiso al entorno de Puigdemont para mejorar su futuro económico, pero tiene la obligación de hacerlo de manera eficaz, sin dar pie a que circulen sus desencuentros con el mundo de los negocios, en el que tan bien se han movido siempre los convergentes.
Portazos más que sonoros
Los exiliados, que tienen sus propias --y opacas-- vías de financiación, lamentan que el antiguo líder nacionalista esté dando lugar a que se visualice el distanciamiento de las empresas catalanas del proyecto independentista que él encabezó en su día.
Y es que Artur Mas ha tenido que tragarse que la junta del Barça le diera educadamente con la puerta en las narices a la vez que le aclaraba que no necesita los servicios de ningún economista.
La patria y el bolsillo
De la misma forma, ha visto cómo Víctor Grífols, el mandamás de la multinacional de hemoderivados, también se ponía de perfil ante sus peticiones (reiteradas). El autor de la famosa frase “Tire adelante, presidente. No se arrugue”, con la que animaba a Mas a seguir por el supuesto camino de la independencia lo tiene claro en lo que se refiere a sus propios intereses.
Así como en 2015 se llevaba la tesorería de su imperio de plasma sanguíneo a Irlanda sin inmutarse, ahora ha recordado sin pestañear a su amigo el expresident que Grífols tiene por norma no emplear a profesionales con pasado político.
La persecución de la justicia
En otras empresas a las que se ha acercado Mas han sido más explícitas, dado que se sienten traicionadas por la dirección política del país que él encabezaba y que en 2012 tomó la senda de la inconstitucionalidad.
En los ambientes empresariales catalanes, donde durante decenios se hicieron buenos negocios pagando comisiones opacas, siempre se ha relacionado la persecución del clan Pujol y de la trama del 3% con la huida hacia delante de Artur Mas a partir de 2012.
Falta discreción
En Waterloo piensan que el expresidente debería ser más discreto. Es verdad que tiene sus bienes embargados preventivamente por las responsabilidades en la organización del referéndum ilegal de noviembre de 2014, pero también es cierto, dicen, que tiene las espaldas cubiertas.
Aluden a su privilegiado estatus como prejubilado de la política. Tiene derecho a seguridad, coche y chófer, más una oficina con tres empleados, una oficina que el año pasado gastó más de 40.000 euros a cuenta del Presupuesto de la Generalitat.
Jubilación dorada
Él mismo dispone de una retribución equivalente al 80% de su sueldo cuando era presidente, o sea 110.000 euros brutos anuales en estos momentos. Cuando cumpla los 65 años, en enero de 2020, tendrá derecho de por vida al 60% de aquella retribución. 82.500 euros: 2,4 veces la pensión máxima de un trabajador.
La experiencia profesional como economista de Artur Mas se reduce a los tres años que trabajó en el sector privado, en una empresa de la familia Prenafeta --Tipel--, entre su salida de la facultad y su entrada en la política con 26 años.