Desgarro total. División en todos los frentes. El independentismo no sabe qué dirección tomar y los intentos de algunos diputados del PDeCAT en el Congreso para abrir una etapa de diálogo con el Gobierno, “dentro del marco del ordenamiento jurídico vigente” han provocado la división en el propio partido, roto en dos mitades, tras las órdenes de Carles Puigdemont desde Waterloo, y la ruptura del frente común independentista en Madrid con el rechazo de Esquerra a la iniciativa.
El enojo de los diputados del PDeCAT en el Congreso era de órdago, cuando Miríam Nogueras, coordinadora del grupo, y que sigue los dictados de Puigdemont, tras ser aupada a la vicepresidencia del partido en el congreso del pasado mes de julio, exigió que se retirara la iniciativa. Se trata de una moción que los diputados Carles Campuzano y Jordi Xuclà habían negociado con el PSOE, y que reclama al Gobierno iniciar una vía de diálogo con el Gobierno de la Generalitat dentro del “marco del ordenamiento jurídico vigente”, como introdujeron los socialistas. Se iba a votar en la sesión de este jueves, y se contaba con el apoyo de Esquerra Republicana.
Sin complejos en Madrid
Esa negociación corría en paralelo con una aproximación al Gobierno, que, también con el aval del PSC, se concretaba con la designación, por parte del ministro de Fomento, José Luis Ávalos, de Pere Macias como coordinador de Cercanías en Cataluña, el servicio regional de Renfe que tantos problemas ha causado en los últimos años a miles de ciudadanos catalanes. Macias, exdiputado de Convergència en Madrid, exconsejero de Política Territorial de la Generalitat, ingeniero, era el elegido.
Según fuentes del PDeCAT se trataba y se trata –se verá ahora qué pasos da el partido- de que muchos exaltos cargos, políticos y técnicos de la exConvergència, que pueden seguir siendo válidos, pierdan los “complejos” para poder colaborar con el Ejecutivo de Pedro Sánchez si se dan las circunstancias. “Hay que hacer política de nuevo”, se señala.
Esquerra, se borra
Pero el independentismo no tiene horizontes, ni liderazgos. Las acusaciones mutuas entre el PDeCAT y ERC son constantes, con un gobierno autonómico, el de Quim Torra, que sólo es un añadido de compartimentos estancos, a la espera de que alguien asuma algún riesgo. Es el juego del traidor, de evitar ser tildado de traidor, con una vigilancia extrema por parte de Puigdemont, que sabe, como apuntan fuentes independentistas del Govern, que en el momento en que se “haga política de verdad”, ese será precisamente su fin, aislado en Waterloo.
El grupo de Esquerra Republicana no está en mejores condiciones que el PDeCAT. Con Joan Tardà al frente, que ha sido capaz de llamar “estúpidos” a los que apuestan por una nueva vía unilateral, ganándose una bronca interna entre los más duros del independentismo, Esquerra decidió borrarse de esa iniciativa de PDeCAT, acordada con el Gobierno del PSOE. El argumento no fue que se incluyera ese “marco del ordenamiento jurídico vigente”, porque se interpreta –así lo hace también el PDeCAT—que podría admitir la organización de un referéndum, sino por la posición expresada por el diputado del PSOE, José Zaragoza, que incidió en que se debía respetar en todo momento, precisamente, la legalidad.
La confianza se rompe
Sin embargo, esa fue la excusa perfecta para desmarcarse, al no asumir Esquerra que pueda llevar el PDeCAT la iniciativa, y al pensar que, con ello, podría arrinconar, por fin, a los exconvergentes como los tibios que se acaban comportando como siempre, como convergentes de toda la vida. Ese es el esquema de juego del independentismo, la mirada de reojo continua, el recelo y la competencia por la hegemonía desde que Jordi Pujol se retiró de la política.
Con ese clima, la confianza se ha roto por completo. No es algo nuevo. Pero se intensifica ahora. El Govern de Quim Torra se ve condicionado en cada instante por la figura de Puigdemont, y Esquerra es incapaz de tomar decisiones, con un discurso confuso: la crítica al “independentismo mágico”, según las palabras de Gabriel Rufián, pero el rechazo a una moción para abrir el diálogo político con el Gobierno español.
Puigdemont, al acecho
En el caso del PDeCAT la grieta es mayor. Puigdemont tiene previsto la constitución de un nuevo movimiento, la Crida Nacional per la República, el 1 de octubre, al que está llamado el PDeCAT únicamente para integrarse como una de sus partes.
Ahora los diputados del PDeCAT, los ocho miembros, divididos en dos mitades, deberán decidir. Puigdemont no quiere concederles ninguna autonomía, justo cuando pretendían retomar la “política”.