El independentismo convirtió la celebración del 17A en un acto de reafirmación identitaria. Así, mientras la sociedad catalana desbarataba los intentos del activismo radical de convertir la celebración oficial en memoria de las víctimas de los atentados en una expresión de rechazo al Rey, decenas de simpatizantes separatistas se desquitaba acudiendo a la cárcel de Lledoners para participar en una concentración que tuvo más de ensayo general de la Diada del 11 de septiembre que de recuerdo de la matanza yihadista.
Lo hicieron azuzados por el presidente Quim Torra, quien se desplazó al centro penitenciario para visitar al exconsejero de Interior, Quim Forn, responsable del operativo policial el 17A.
No era difícil presagiar que el tributo a los Mossos y a los servicios de emergencias mutaría en soflama secesionista. Ataviados con chubasqueros amarillos y paraguas para soportar la lluvia, así como banderas independentistas, los concentrados en la prisión catalana aclamaron a Torra, quien horas antes, había asistido al acto oficial organizado por el Ayuntamiento de Barcelona.
Boicot al Rey
La presencia del Rey en este homenaje institucional fue la excusa utilizada por la Assemblea Nacional Catalana, Òmnium, Associació de Municipis per la Independència y la CUP para dar la espalda a las víctimas de los atentados y organizar su propio evento. Torra sí acudió a esa conmemoración oficial, que aprovechó para tender una trampa al monarca consistente en presentarle a la mujer de Forn y subrayar que su marido está en prisión. “No nos tenemos que defender de nada, debemos atacar al Estado español. Hasta hacer la efectiva la república no pararemos. Este es un compromiso del Govern entero”, dijo Torra.
Posteriormente, el president se jactaría de la encerrona. De ahí que se diera un baño de masas a las puertas de Lledoners. Al grito de "Llarena tiembla, el pueblo no perdona” o “Llarena a prisión” --en alusión al juez del Tribunal Supremo instructor de la causa del 1-O--, los Comités de Defensa de la República (CDR) demostraron que lo de menos era recordar a las víctimas de la matanza y que lo importante era mantener la tensión/confrontación. Ya habían intentado reventar la celebración barcelonesa, pero pincharon. La presencia de grupos monárquicos neutralizaron las embestidas de los secesionistas más recalcitrantes que, no obstante, lograron colocar una pancarta en la plaza de Cataluña para expresar su rechazo al Rey. El Gobierno español tomó nota, tras advertir del peligro para la seguridad de esa acción.
“Independencia”, “Ni un paso atrás” fueron otras de las soflamas escuchadas en el encuentro en Lledoners, convertido en acto de reafirmación separatista.