El independentismo vive una gran contradicción interna. Una lucha partidista sin cuartel, desde hace más de una década. Se ha recrudecido, eso sí, con la transformación de Convergència en un partido independentista, y ahora, en un movimiento que monopoliza el expresidente Carles Puigdemont. Los medios que han acompañado ese proceso independentista forman parte, también, de ese enfrentamiento, entre El Nacional, que dirige José Antich, y el diario Ara, que promueve la familia Carulla y Ferran Rodés. El último estallido que evidencia ese choque ha producido en torno a la noticia de El Nacional sobre las vacaciones del exconsejero Santi Vila.
La connotación política del ataque a la condición sexual de Vila salió a la luz en las redes sociales, en las que están implicados todos los partidos, con perfiles anónimos y otros que dan la cara, y que han mostrado un escenario claro: El Nacional apoya a Puigdemont sin fisuras, atacando a figuras que quisieron encontrar una solución cuando se pudo hacer, como convocar elecciones para evitar la aplicación del artículo 155 de la Constitución, como defendió Santi Vila; mientras que el diario Ara expresa posiciones similares a las de Esquerra Republicana, como se puede ver en sus editoriales y artículos de opinión.
El factor de la CUP
Los comentarios en las redes sociales no se hicieron esperar, después de que los dirigentes políticos hayan manifestado sus diferencias en las propias ediciones digitales de esos medios. Así, mientras en El Nacional defiende sin dudar los planteamientos de Puigdemont, el historiador Agustí Colomines, que ejerce de ideólogo del expresidente, también se da voz a Sergi Sol, mano derecha del republicano Oriol Junqueras, que manifiesta sus diferencias, y que han sido contestadas con contundencia por la exdiputada de la CUP Mireia Boya.
Lo que los internautas decían, tras criticar o defender la noticia de El Nacional sobre Santi Vila –acusando al diario de Antich de atentar contra el colectivo homosexual-- es que el medio bien pudiera llamarse El Puigdemont, mientras que el Ara debería adoptar el nombre de Tardà and Cia, en alusión al diputado de Esquerra en el Congreso. Joan Tardà insiste en que el movimiento independentista debe ampliar su base social y demostrar que puede gobernar para todos. Y, dentro de las propias filas de El Nacional, columnistas, que son activistas y posibles candidatos, como Jordi Graupera, criticaron el tratamiento de la noticia de Santi Vila.
Contra el Rey
El Nacional no ha dejado de defender las tesis que difunde el Govern de Quim Torra y las propias personales de Carles Puigdemont. En una sección sobre asuntos propios de la prensa rosa –aristocracia, famosos, relaciones amorosas, modelos-- se incluyen noticias sobre la Casa Real y, en concreto, sobre el rey Felipe, mostrando la total sintonía con Torra y el independentismo más irredento, que ha tomado al Rey como la nueva diana de sus dardos, después de que se haya producido un cambio en la Moncloa y ya no esté el PP de Mariano Rajoy.
También el propio Antich ha hecho suya la idea de Torra de “erradicar el fascismo de las calles catalanas”, insistiendo en la idea de que la ultra derecha crece y actúa de forma impune en toda Cataluña.
Honestidad intelectual
El Ara, sin embargo, busca una salida posible al conflicto catalán, bajo la batuta de la directora Esther Vera, y con artículos duros contra ese irredentismo de una parte del independentismo, el que representa Puigdemont, por parte del subdirector David Miró.
En uno de los editoriales más explícitos, en julio, el diario Ara cargaba contra la política de gestos continuos por parte del independentismo, y le pedía que tuviera “el valor de plantar cara y hacer un ejercicio de honestidad intelectual y política para explicar a la ciudadanía que adaptarse al nuevo escenario no equivale en ningún caso a renunciar a los objetivos, sino a buscar una manera efectiva de hacerlos realidad”.
Era un palo rotundo a la moción que se había aprobado en el Parlament, a instancias de la CUP, para recordar y poner en valor la declaración de soberanía del 9N de 2014, que había sido una de las condiciones, en aquel momento, de la CUP para apoyar al Govern de Junts pel Sí, aunque luego esa exigencia pasó por la retirada de Artur Mas, dando lugar a la investidura de Carles Puigdemont en enero de 2016.