El catalanismo ha tenido éxito. Ha modernizado el conjunto de España, como había sido su misión histórica, y ha llevado a Cataluña a sus más altas cuotas de autogobierno de la historia. Pero el independentismo lo da por muerto. Con una polarización enorme, con la victoria de Ciudadanos el 21-D, pero con una mayoría parlamentaria independentista, ¿quién representa el catalanismo político y qué puede hacer a medio y largo plazo? El PSC, con Miquel Iceta al frente; junto a Units per Avançar, que acaba de elegir a Ramon Espadaler como secretario general, y Lliures, que preside Antoni Fernández Teixidó, además de otras propuestas, como Portes Obertes al Catalanisme, se preparan para unir esfuerzos de cara a las próximas elecciones municipales. Es el último cartucho del catalanismo para colocar una cuña que impida una Cataluña partida en dos.
Las conversaciones han sido numerosas en los últimos meses. Miquel Iceta no tiene problemas a la hora de buscar asociaciones e inclusiones de otros partidos, pero siempre desde la defensa del PSC como proyecto del centro-izquierda catalanista. Y en el otro lado, Units per Avançar, que ya fue en coalición en las elecciones del 21-D, trata de reorganizarse por todo el territorio, convenciendo a antiguos votantes de CiU, principalmente de Unió, de que el independentismo no puede tener la credencial, en solitario, de la defensa de Cataluña. Lo mismo, con una mayor y mejor organización hasta ahora, pretende Lliures, el partido que dirige Antoni Fernández Teixidó, que reclama que “Cataluña también es nuestra”.
En contra del blanco o negro
Lo ha descrito Jordi Graupera y también Quim Torra en sus intervenciones públicas y en sus obras escritas: “el catalanismo ha muerto”. No le dan ninguna oportunidad, al entender que no tiene ninguna propuesta en un nuevo momento histórico como el actual. Según Graupera, como señaló esta pasada semana, el catalanismo ha muerto porque “es la ideología que ha permitido adaptar las aspiraciones de los catalanes a los límites impuestos por el Estado a lo largo de la historia”. Y, ciertamente, ni Iceta, ni Espadaler ni Teixidó quieren romper con España, como más de la mitad de los propios catalanes, según los propios resultados del 21-D.
Ahora bien, en la práctica, ¿qué pueden hacer estos distintos actores, con pasados y trayectorias políticas distintas? Les une el convencimiento de un principio que, no por obvio es menos importante: “Al independentismo se le vence en las urnas”, señala Teixidó, idea que repite Iceta, y que Espalader corrobora. ¿Pero en un juego de blanco o negro como defiende Ciudadanos, con Inés Arrimadas dispuesta a que emerja otra Cataluña que, en teoría, no tiene nada que ver con ese catalanismo que, de hecho, se ve igual al independentismo, o que, por lo menos, se le ve como el precedente necesario para que el independentismo tenga ahora tanta fuerza?
La punta de lanza de las municipales
Es otra tradición, es otra idea de la política catalana la que está sobre la mesa. El objetivo del PSC, Lliures o Units per Avançar, que podrían representar desde un catalanismo de izquierdas, a un catalanismo liberal de centro-derecha, --hace sólo una década era la franja mayoritaria-- es romper el bloque independentista para que acepte que debe contar con otras fuerzas políticas, que debe renunciar a sus programas de máximos y negociar y acordar dentro de lo posible. Es decir, que el catalanismo “puesto al día”, como reclama Espadaler, pueda ser quien evite la mayoría absoluta en el Parlament por parte del independentismo. Sólo sin esa mayoría, las cosas podrían evolucionar obligando a todos --y dejando a un lado a la CUP como actor que marque la agenda política, como ha pasado todos estos años-- a llegar a acuerdos.
La idea ahora es confeccionar listas en todos los municipios donde sea posible, con una colaboración del catalanismo, y teniendo en cuenta que es el PSC el tronco central. Lo que los socialistas catalanes quieren comprobar, tras un resultado agridulce el 21-D, es si esa colaboración puede sumar de forma significativa. Y eso pasa por la capacidad real de Lliures y de Units per Avançar por atraer a ese electorado decepcionado con los dirigentes independentistas, que, en su gran mayoría, habían sido votantes de CiU. Espadaler lo tiene claro: "El ámbito local puede ser la punta de lanza para los acuerdos entre diferentes, para preparar acuerdos de futuro en otras instituciones", asegura a Crónica Global.
Entidades de apoyo
Las cosas se podrían precipitar si las elecciones autonómicas se acaban convocando antes que las municipales, a finales de otoño de este mismo año.
Las tres fuerzas políticas, con ritmos y desarrollos diferentes, no están solas. Una serie de iniciativas se han activado en los últimos meses, desde Portes Obertes al Catalanisme, hasta Pròleg, una asociación que reclama acuerdos transversales, pasando por Política i prosa, que editará una revista mensual en catalán con el mismo objetivo, y con una máxima que todos comparten: “La lengua catalana es de todos, el independentismo no la puede monopolizar, como Cataluña es de todos, o es también nuestra”, señalan miembros de Política i prosa.
Dos comunidades
¿Servirá para algo? El PSC se ha resignado a no tener grandes expectativas. Iceta lo ve todo con reservas, a la espera de que el independentismo aterrice de una vez y deje de “sobrevolar” el espacio, como si, a través de un helicóptero esperara el mejor momento para bajar altura, pensando en cómo lo explicará a los suyos.
Si no triunfa, si las mayorías independentistas se mantienen, el catalanismo podría haber agotado su último cartucho, dejando ya el espacio abierto para que un proyecto que no bebe de esa tradición, --Ciudadanos-- busque el cuerpo a cuerpo con el independentismo, con el riesgo de que emerjan y se consoliden dos Cataluñas separadas, sin conexión, sin referentes comunes: en definitiva dos comunidades, algo que sí quiso evitar desde el primero momento el catalanismo histórico, el que representó el PSC y el PSUC desde antes de la Transición.