El avión del independentismo comienza a perder altura, se dirige hacia el aeropuerto del autonomismo. Con turbulencias, con nervios y con una retórica rupturista, pero ha iniciado el descenso. El presidente de la Generalitat, Quim Torra, defendió en su entrevista con el presidente Pedro Sánchez el derecho de autodeterminación, y la necesidad de encontrar alguna fórmula para no renunciar a la independencia, pero eso deberá esperar. Ahora, y tras esa entrevista en la Moncloa, se pondrá en marcha algo con mucho sabor autonómico: la comisión bilateral Estado-Generalitat, que no se reunía desde 2011.
El Gobierno de Pedro Sánchez, que no puede tomar grandes medidas, porque sólo cuenta con 84 diputados en el Congreso, y lo que espera, en realidad, es ganar tiempo con una imagen nueva, muy distinta a la del PP para ser reconocido cuando se convoquen las elecciones, no se confía. Sabe que podría verse en la circunstancia de aplicar, de nuevo, el 155 de la Constitución, y es consciente de las enormes presiones que recibirá Torra de los “irreductibles” del independentismo, como los CDR, que reclamaron de inmediato la implementación de la “república o la dimisión” del presidente. Pero también entiende que Torra y todo su Govern necesitarán gobernar, que la sociedad catalana no quiere más tensión, y que, poco a poco, querrá negociar con el Gobierno una mejora del autogobierno, dentro de la vía autonomista.
A negociar
Lo que llega es la reunión de la comisión bilateral; una negociación para mirar si se puede o no recuperar las leyes suspendidas por el Tribunal Constitucional, y la celebración de una reunión de trabajo en Barcelona. Una de las muestras de esa senda será la asistencia del Govern a la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera, (CPFF), y las posteriores entrevistas entre miembros del Govern y de la Generalitat para abordar temas sectoriales.
Ahora bien, la retórica será otra, y la situación no está exenta de que todo pueda empeorar. Torra no puede aterrizar de golpe. Están los políticos presos, aunque se encuentren en cárceles catalanas. Queda pendiente el juicio por el 1-O, y de forma inmediata se deberá calmar la tensión que se creará cuando Pablo Llarena suspenda los cargos de los políticos encausados, por lo que no podrán ejercer como diputados los que ya se encuentran en prisión y los que se encuentran fuera de España. Sin embargo, el Govern de Torra no quiere traspasar más líneas rojas ni asumir ilegalidades.
El peligro de los gurús
Los pasos que se inician están sujetos a la presión que pueda ejercer la ANC, los CDR y los gurús mediáticos, como Agustí Colomines o Pilar Rahola, con enorme influencia en ese mundo. La consigna de todos ellos es que las elecciones municipales deberían servir para otro intento de desbordar al Estado, y proclamar la república. Pero eso no será hasta junio de 2019.
El peligro de esa vía --la única posible en estos momentos, como defienden dirigentes independentistas en el Govern, principalmente los consejeros de Esquerra Republicana— es que las cúpulas partidistas queden superadas por la presión social, por las bases independentistas.
Lo que ocurrirá a partir de ahora es esa batalla entre el Govern –que no quiere saltarse ninguna ilegalidad— y las bases independentistas organizadas en la ACN y en esos comités de defensa de la república. El pulso existe. Pero tanto el PDeCAT, el nervio estructural de Junts per Catalunya, como ERC están dispuestos a aguantar el temporal. No les queda otra, aunque, eso sí, verbalizarán todo lo contrario, y sólo tendrán en la boca la “autodeterminación”.
El momento
Los sondeos indican que la mayoría de catalanas desea un aumento del autogobierno, pero no insistir en la independencia. Torra, en sus primeras declaración al ser investido presidente, insistió en que ahora se trataba de “encontrar el momentum”, de aprovechar algún instante político que facilite un nuevo proceso de independencia. Pero lo que aparece es una nueva etapa para seguir en la senda autonómica.
En ello está el Gobierno de Sánchez, empeñado en restar argumentos al independentismo, con gestos de una gran persuasión entre la gran mayoría de los catalanes: mensajes desde la Moncloa sobre la reunión mantenida escritos en catalán. Llega otra vía, otra etapa, y no, precisamente, la de la independencia de Cataluña. Los “irreductibles” tratarán de superarla, y Torra, en su dialéctica, también. Pero habrá hechos. Y por ahora todos tienen un cariz muy autonómico.