Un arreón final. Es lo que quiere Carles Puigdemont, que presiona a todos sus peones para boicotear un acercamiento a Pedro Sánchez, que significaría un “retroceso” hacia la vía autonomista. Todo depende de él, y de su situación jurídica, y si puede regresar a Bruselas, como aseguran sus abogados, el independentismo intensificará su campaña con un claro objetivo: forzar listas unitarias en todo el territorio de cara a las elecciones municipales del próximo año y ejecutar “el mandato democrático” que, a su juicio, se constató con el referéndum del 1 de octubre.

Los peones se mueven en esa dirección, y desde diferentes ámbitos. El primero, es dentro del grupo parlamentario de Junts per Catalunya, con diputadas y diputados como Aurora Madaula y Josep Costa, vicepresidente del Parlament. También desde el seno del PDeCAT, con el alcalde de Molins de Rei, Josep Ramon Casals, con el objetivo de derrotar internamente a Marta Pascal en el congreso del partido que se celebrará el 21 de julio.

Autodeterminarse

Y desde las entidades soberanistas, Elisenda Palauzie, al frente de la todopoderosa ANC. También desde los medios, e internamente, a través del historiador Agustí Colomines, y, sin relación directa pero con la misma idea de aglutinar a todo el independentismo, figura Jordi Graupera, periodista e investigador en filosofía política que desea encabezar una lista unitaria como candidato a la alcaldía de Barcelona. Todos reclaman que se apueste por la “autodeterminación”, por “autodeterminarse”, con un instrumento propio que se pondrá en marcha en breve, como es el espacio Movimiento 1-O, que se quiere transformar en partido, con la orden directa de Puigdemont.

El apoyo a esos peones de Puigdemont también llega desde el anterior Govern, con la exconsejera de Educación Clara Ponsatí, que se destapa periódicamente, a través de entrevistas periodísticas, desde Escocia, a favor de una unidad cívica que deje de lado las siglas políticas.

La posición de Torra

Se trata de un pulso en el que juega también el presidente Quim Torra, que asegura obedecer a Puigdemont, pero que recibe la presión interna, en el Govern, de otros consejeros, de Elsa Artadi y, principalmente, de los consejeros de Esquerra Republicana, que le piden que aterrice y trate de acercarse al Gobierno del PSOE para recuperar la gestión del día a día y fortalecer, desde la Generalitat, el propio espacio independentista desde el rigor y la seriedad. Esas dudas de Torra le dejan en un terreno difícil, y su propia figura institucional se ve rebajada, como ocurrió este fin de semana en Tarragona con su actitud en relación al Rey Felipe y la inauguración de los Juegos del Mediterráneo.

En esa batalla entre el propio independentismo, los referentes mediáticos son determinantes. Mientras Agustí Colomines ya habla de un “estado mental” que apoya la República catalana, el periodista Francesc Marc Álvaro señala que ahora se trataría de “Deshacer el espejismo”, reclamando que el independentismo admita que la vía unilateral “fue un error”.

Argumentos 'indepes'

¿Pero qué argumentos presenta esa especie de independentismo irredento? Tanto Paluzie, como Colomines o Ponsatí entienden que lo que ocurrió el 1 de octubre no se puede dejar pasar, y que una negociación con el Gobierno de Sánchez no servirá para nada con políticos en la cárcel, y sin afrontar la cuestión de fondo, algo que también defiende ERC, “el derecho a la autodeterminación”. Cualquier otra cosa se considera “una rendición”.

Lo que impulsa Puigdemont, con la esperanza de seguir la batalla desde Bruselas, si la judicatura alemana no aprueba la extradición bajo los delitos de rebelión y sedición, es frustrar ese retorno a la vía autonómica, al autogobierno, se logren o no determinados avances o se ponga sobre la mesa la recuperación del Estatut de 2006. La pretensión es lograr listas bajo su liderazgo de todo el independentismo, pero, como denuncia la propia Ponsatí, ha primado la lucha partidista entre Junts per Catalunya y ERC.