Un Gobierno, ¿cuando se constituye, es el Gobierno de todos? Esa pregunta se repite en distintos países en un momento donde la lupa y la preocupación por la calidad democrática es cada vez mayor. En el caso de España, los gobiernos nunca han tenido el apoyo mayoritario de los ciudadanos. ¿Extraño? España es el único país de Europa que, en más de 40 años de democracia, siempre ha tenido gobiernos centrales de un solo color. No hay espacio para los gobiernos de coalición, y todos los gobiernos han sido minoritarios en cuanto a los votos recibidos, con un apoyo electoral medio después de 13 elecciones del 40%.
Lo señala con detalle y como una denuncia democrática el politólogo Josep Maria Colomer, en España: la historia de una frustración. Y los expertos consultados valoran esa tesis, aunque presentan matices y argumentos distintos, lo que da idea del debate generado desde la aparición de nuevos actores en la política española, con Ciudadanos y Podemos, y con la incógnita de comprobar hasta dónde podrá llegar Pedro Sánchez en esta legislatura.
Contra la división de poderes
Ni con la victoria del PSOE en 1982, Felipe González obtuvo la mayoría de los votos de los españoles. Obtuvo, eso sí, una mayoría parlamentaria de 202 diputados, pero con el 48,1% de los votos, el porcentaje más alto para un partido en toda la democracia. No había duda de que podía tener luz verde para iniciar grandes reformas, como así hizo, pero, de forma progresiva, los gobiernos han ido perdiendo apoyo. Mariano Rajoy ha gobernado, tras las elecciones de 2016, con 137 escaños, y el 33% de los votos.
Y ahora Pedro Sánchez lo hace con el 22,6% de los sufragios, y sólo 85 diputados. “En la medida en que se tienen menos apoyos, los gobiernos duran menos. En España no se quiso ir a un gobierno de coalición tras las elecciones de 2015, y veremos si en los próximos años se es capaz de conformarlos”, afirma Colomer.
Esa característica, a su juicio, provoca una primera consecuencia: “Tan alta concentración de poder --un partido minoritario controla todo el gobierno-- sobre la base de un apoyo minoritario en votos populares favorece la polarización, obstaculiza la institucionalización de la división de poderes y el pluralismo político, y erosiona la legitimidad social del régimen”.
El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se ha quejado de la ley electoral, y reclama ahora una reforma que deje fuera del Congreso a los partidos que no obtengan un mínimo de apoyo del 3% en todo el territorio del Estado, con el objeto de dejar fuera a los partidos nacionalistas.
Pero, ¿hay algo de estrategia premeditada para haber llegado a un sistema bipartidista --ya en franca decadencia, con Podemos y Ciudadanos-- que posibilitaba esos gobiernos minoritarios? Lo apuntó el constitucionalista Óscar Alzaga en un coloquio en una universidad italiana, como apunta Colomer, sin pensar que lo estaban grabando, muchos años después de las primeras elecciones democráticas de 1977.
Una ley a medida
A partir del resultado de las encuestas, que daban a la UCD alrededor del 36%-37% de los votos, Alzaga admite que se quiso elaborar una ley electoral que otorgara la mayoría absoluta en escaños en esa frontera de votos, y con un mecanismo --circunscripciones pequeñas, basadas en las provincias-- que favorecía a las zonas rurales, másproclives a la UCD que al PSOE, que tenía más presencia en las zonas urbanas. Y, desde entonces, no se ha cambiado. Fue deliberado, impulsado por el centro-derecha que representaba la UCD, y ninguna fuerza política ha buscado, realmente, con los consensos adecuados, retocar la ley. Primero le fue bien a la UCD, después al PSOE, y recientemente al PP, que vuelve a tener más fuerza en las zonas rurales, como la exUCD.
Para el politólogo Pau Marí-Klose, eso puede resultar un problema, “pero el sistema ha permitido cambio de mayorías, con los dos partidos, PP y PSOE, con mayorías absolutas y relativas”. Para Marí-Klose no sería, a pesar de ser mejorable, un obstáculo insalvable, y no deja a España es una posición diferente a la del resto de países del entorno europeo. Y recuerda que sí hay coaliciones “en el nivel autonómico y local, con distintos acuerdos, a derecha e izquierda”, y que han tenido como bandera la comunidad de Aragón.
Alemania, como ejemplo
Colomer lo que pone sobre la mesa es la posibilidad real de que en España se dé en algún momento un Gobierno de coalición entre los dos grandes partidos, como ha sucedido en Alemania. Eso pudo llegar tras las elecciones de 2015. Pero no ocurrió, y eso expresa, a su juicio, una decepción. “En aquel momento había gobiernos de coalición formados por partidos de centro-derecha y de centro-izquierda en 14 países europeos, empezando por Alemania e incluyendo otros países con democracias más antiguas y más recientes y niveles de vida más altos y más bajos que España. Asimismo, las coaliciones amplias forman la política de consenso típica de la Unión Europea, donde los partidos Popular, Liberal y Socialista europeos cuentan con unos dos tercios de los votos y de los escaños en el Parlamento Europeo y forman la Comisión Europea. Fue una oportunidad para que la democracia española comenzara a seguir las costumbres europeas”.
Sin embargo, no todos lo ven así. El ejemplo que se ofrece es, precisamente, Alemania. Lo explica Marí-Klose, al recordar que si se desea la preeminencia de una determinada fuerza política, como la CDU-CSU liderada por Angela Merkel, entonces no hay problema. Y es que en las coaliciones siempre gana el primer partido, el más fuerte, y el segundo nunca se acaba de recuperar, como es el caso del SPD alemán. Es una tesis que defiende también el que fuera jefe de gabinete de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, José Enrique Serrano, al señalar que se anula la alternativa política y el segundo partido se queda en una situación delicada.
Sin dramatizar
Luis Bouza, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid, y analista en Agenda Pública, señala que es cierto que “es una anomalía la falta de coaliciones”, pero que la falta de gobiernos con apoyos más mayoritarios “no es una excepción española, y depende de cada sistema y de las leyes electorales, y si hay o no dos vueltas, como sí ocurre en Francia”. La idea de Bouza es que “eso puede que esté a punto de cambiar, y lo que ya existe en gobiernos autonómicos se traslade al gobierno central”.
El debate prosigue, con una idea de fondo, sobre si la democracia que implementó España a partir de la transición tiene características propias, o, como ocurre en todos los países, “tiene sus carencias y problemas, y también sus potencialidades”, como incide Bouza.
Eso sí, todos coinciden, pase lo que pase con Pedro Sánchez en los próximos meses, en que los gobiernos monocolor tienen los días contados y en que sería bueno prepararse para las coaliciones, a izquierda y a derecha.