Es otra cosa, claro, o no tanto. Recuerda a aquel libro fascinante de Stefan Zweig, Castellio contra Calvino. En este caso, Álvaro contra Colomines, constatando que, como Calvino, el historiador Agustí Colomines, quiere mantener las esencias, y el periodista Francesc Marc Álvaro prefiere modular y ver cómo puede el independentismo pasar página con una cierta decencia. Los dos han protagonizado una bronca, elegante, sí, pero bronca en sus respectivos espacios periodísticos que muestra la fractura del independentismo en el momento en el que le ha tocado decidir la suerte del gobierno español, con el voto de la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy.
Álvaro ha apostado en sus últimos artículos por una reacción del independentismo, para que adopte una vía pragmática, sin renunciar a sus principios. Y esa vía pasaba, a su juicio, por el voto, sin esperar nada a cambio ni plantearlo, a favor de la moción de censura de Sánchez. Conectado con los diputados del PDeCAT en el Congreso, Álvaro avala la decisión de sus diputados, principalmente de Carles Campuzano, Jordi Xuclà y Ferran Bel. Directamente dirigido contra Agustí Colomines, en su último artículo en La Vanguardia, con el título de No contra Catalunya, aseguraba que votar la moción, a la espera de la reacción del propio Sánchez, era “hacer política”, al contrario de los que piden otra cosa.
Aprendices de brujo
“Algunos, en Catalunya, iban pidiendo la abstención de ERC y el PDeCAT, sin comprender la magnitud del momento. Qué poco les sirve historia a algunos aprendices de brujo que alardean de influir en Puigdemont: esta vez, afortunadamente, no se han salido con la suya”. Directo a la mandíbula de Colomines, y, de hecho, al propio Puigdemont, que exigía esa abstención, que no fue escuchada por los diputados del PDeCAT y tampoco por los republicanos.
Esas diferencias se extienden a todo el movimiento independentista, con la ANC subida al monte, y enfadada por la decisión de Quim Torra, finalmente, de elegir un Govern “efectivo”, sin consejeros con causas judiciales en curso. Es la llamada “vía autonomista”, que censura también la CUP.
Libertad
Colomines, efectivamente, se ha convertido en uno de los gurús más próximos a Puigdemont, y ha ideado un movimiento político, a partir de Junts per Catalunya, para engullir al PDeCAT. En otro artículo, en El Nacional, el historiador señalaba que los independentistas no podían pactar sacrificar con los socialistas “la recuperación de la libertad”.
Y que los soberanistas debían ser conscientes de que sus electores no perdonarían “que regalaran los votos a favor de la moción de censura a cambio de nada, como quien se abraza a un amigo”. Añadía, en tono concluyente, que él no tenía claro: “O libertad o abstención. O pacto o inhibición. El soberanismo del 1-O no puede adoptar otra actitud. Y es que los partidos soberanistas no deberían de malbaratar el mandato del 21-D y añadir más leña al fuero al creciente desasosiego de la buena gente que se desespera ante su ineficacia política”.
Diferencias mediáticas
Las diferencias, en este caso, también se extienden a los medios de comunicación en los que colaboran. Mientras La Vanguardia trata de encontrar una solución intermedia, reprochando el maximalismo del independentismo y la apuesta por saltarse la ley, pero también reclamando ofertas viables como la que ha realizado el Círculo de Economía, el medio en el que colabora Colomines está al lado del desafío.
El Nacional, que dirige José Antich, exdirector de La Vanguardia, mantiene el pulso y ofrece cobertura a ese independentismo purista, propio de Calvino.