Todos esperan a Carles Puigdemont. Su dedazo. Ahora ya no hay espacio para ocurrencias, y el tiempo apremia. El expresidente de la Generalitat ha mantenido un guion que había trazado con esmero el historiador Agustí Colomines: aguantar hasta el final, tratar de forzar una investidura, y que fuera el Gobierno central el que lo impidiera. En ese momento se ofrece un nombre, y se recupera el gobierno de la Generalitat. ¿Pero quién?
Eso no es un problema en estos momentos para el bloque independentista, porque el verdadero pánico es que todo se venga abajo y se fuercen nuevas elecciones, cuando ya se tiene el gobierno acordado, con las respectivas parcelas de poder. Pero no lo es tampoco porque se considera que todo debe ser “provisional” y que en los próximos meses, cuando se compruebe qué pasa con los dirigentes independentistas encarcelados, y cuando se vea si se puede o no gestionar la Generalitat y con qué capacidad financiera, ya se pensará en convocar elecciones.
Un nombre esta semana
Esa fue la conclusión de la reunión de Puigdemont con los diputados de Junts per Catalunta en Berlín del pasado sábado, según las fuentes consultadas. La idea es que Puigdemont ofrecerá un nombre antes de acabar esta semana, y después de que el Gobierno recurra la reforma de la ley de presidencia, necesaria para poder realizar su investidura a distancia. Eso ocurrirá este mismo miércoles, con una reunión extraordinaria del Consejo de Ministros. En ese momento, cuando llegue el recurso al Constitucional, la ley se suspende.
Lo que se debatió fue la estrategia a medio plazo. En el círculo de Puigdemont, tanto Eduard Pujol como Elsa Artadi han adquirido un papel central para difundir y coordinar las distintas acciones. Y la previsión es que haya un nuevo Govern la próxima semana, con el debate de investidura para el 14 de mayo. Y lo que se ha decidido es que sólo Puigdemont tiene la última palabra, con dos posibles candidatos: la propia Elsa Artadi, que, según las mismas fuentes consultadas, “siempre fue el plan a”, o Antoni Morral, el exalcalde de Cerdanyola, un descubrimiento del propio Puigdemont, que ha visto en él a un dirigente que, procedente de ICV, puede conectar con los comuns, además de serle fiel mientras se mantiene en Berlín y a la espera de lo que decida la justicia alemana.
Situación provisional
Y en octubre, cuando se puedan convocar elecciones de forma legal, porque ya habrá transcurrido un año desde la convocatoria del 21D, será cuando se sepa qué ha ocurrido con los políticos presos, cuando se inicie el juicio.
En el seno del bloque independentista, sin embargo, las cosas están divididas. Esquerra desea iniciar una etapa a medio plazo, es decir, intentar gobernar y aguantar un tiempo prudencial. Mientras que en el entorno de Puigdemont se opta por una situación provisional, a la espera de la propia situación judicial del expresidente, y ver en las elecciones municipales de 2019 la oportunidad para hacerlas coincidir con las autonómicas.
Todo eso son planes que el independentismo necesita mantener vivos. Ahora, sin embargo, todo está pendiente del dedazo de Puigdemont para ocupar de nuevo los cargos en la Generalitat y comenzar a gobernar, aunque en público se diga que la gestión de una autonomía ya no interesa. Sí interesa, y rápido: Y Puigdemont nombra a...