El PDeCAT es el partido resultante de Convergència que nació con la voluntad de mantener un espacio político que existe. O tal vez, existió. Puede ser el partido más breve. El PDeCAT, con menos de dos años de vida, --se fundó en julio de 2016-- y con su dirección en manos de Marta Pascal y David Bonvehí, sufre una fuerte crisis. Algunos miembros de este partido, concretamente, los que salieron insatisfechos en aquel momento de Convergència, como Jordi Cuminal, exdiputado en el Parlament, liderado por Roger Buch, expresidente de la Associació Catalana de Municipis (ACM), buscan cómo reorientar esa dirección justo cuando se impulsan otros proyectos en el entorno de Carles Puigdemont que desean convertir Junts per Catalunya en un movimiento-partido propio.
En julio de este año, el PDeCAT debe celebrar –aunque se podría demorar a septiembre—un congreso que se desea que adquiera un gran contenido ideológico. Pascal desea recuperar el espacio político que se ha ido desdibujando, con propuestas que reflejen claramente que el partido no tiene nada que ver con la CUP y que existen diferencias en el modelo socio-económico que plantea Esquerra Republicana. Con todas las diferencias necesarias, sí, pero constatando que el PDeCAT desea recuperar aquel espacio que cubrió con solvencia la antigua CiU. Pero ahora las peticiones son otras, se trata de rehacer el partido con una nueva dirección.
Cena en Rubí
Esa fue la voluntad expresada la pasada semana en una cena en Rubí, organizada por Buch, con la asistencia del presidente ahora de la ACM, David Saldoni, la diputada en el Congreso Míriam Nogueras; Marc Guerrero, que representa el ala más liberal, y el alcalde de Molins de Rei, Joan Ramon Casals, entre otros. Aparentemente, el reproche es que la dirección actual no defienda con más pasión la candidatura de Carles Puigdemont para ser investido al frente de la Generalitat.
Pero eso supone una envolvente al PDeCAT que le puede costar su propia existencia. La falta de atrevimiento, porque la propia figura de Puigdemont lo ha condicionado todo, hasta el punto de confeccionar la lista de Junts per Catalunya, de Pascal y Bonvehí ha llevado al partido a esperar. Con prudencia. Al lado de Puigdemont, pero sabiendo que su investidura será imposible, y que es necesario preparar una nueva etapa.
Presión de los alcaldes
El problema es que llegarán las elecciones municipales, y los alcaldes presionan para tener una marca atractiva, para aguantar las posiciones conseguidas, y desean competir con la de Puigdemont, con Junts per... la localidad que sea. Y lograr, al mismo tiempo, integrar sensibilidades distintas, en las que el PDeCAT sea una pieza más, una parte más de algo que se pretende que sea hegemónico en el campo nacionalista/independentista.
Mientras eso ocurre, Pascal se ha garantizado un puesto institucional como senadora. Acaba de ser elegida por el Parlament. Ese cargo, al margen de poder ser una salida política-profesional, le debe permitir su gran objetivo: establecer alianzas, buscar apoyos, negociar acuerdos que le permitan recobrar un papel para el partido.
Junts per la República
Pero se fragua algo distinto a su alrededor. El núcleo de confianza de Puigdemont constituyó Junts per la República, una asociación política que desea llevar el proyecto de Junts per Catalunya más allá de la coyuntura de las pasadas elecciones del 21-D al Parlament. Ahí está Eduard Pujol, Elsa Artadi, Aurora Madaula –diputados—y Agustí Colomines, el historiador que se ha convertido en el inspirador ideológico. Pero también otras figuras como Antoni Morall, exalcalde de Cerdanyola, exdirigente de ICV, y de quien se ha quedado prendado Puigdemont, y que se perfila como posible sustituto en la Generalitat, si en el último minuto se decide una investidura alternativa que impida unas nuevas elecciones.
Ese núcleo, junto con los que sólo quieren ser una parte de ese proyecto más global, como los que protagonizaron la cena en Rubí, dejan al PDeCAT en una situación muy delicada.
Algunos buscan cómo coser todas las sensibilidades, como es el caso de Mercè Conesa o de Carles Campuzano, pero para Pascal comienza a representar una montaña de grandes dificultades: PDeCAT el breve.