Como el parchís. A la casilla de salida, pero con muchas piedras ya en la mochila. Los duros de Carles Puigdemont, los diputados que rodean al expresidente, quieren forzar su investidura con la reforma de la ley de presidencia y retando al Gobierno a que lo impida, para demostrar que España es “una democracia de baja calidad”. Pero, al mismo tiempo, ya plantean con claridad que se debe elegir a un sustituto; eso sí, que muestre plena “fidelidad” al expresidente.

¿Es eso posible? Es la esperanza de los hombres y mujeres de Puigdemont, como Eduard Pujol, Quim Torra o Elsa Artadi. Y también, principalmente, es el proyecto de Agustí Colomines, que se ha convertido en el gran estratega de Puigdemont, y que, después de señalar que el independentismo debe asumir que se está “en guerra”, reclama que no se menosprecie la Generalitat, como palanca de poder y que no se caiga en la tentación de unas nuevas elecciones.

Escepticismo de ERC

Su fórmula es que todo el independentismo dé apoyo a un presidente o presidenta que prometa su “fidelidad” a Puigdemont, que podría seguir fuera de España, en una especie de limbo legal, a la espera de que sea extraditado, con la posibilidad de que el juez Pablo Llarena acabe retirando la euroorden si, finalmente, pese a tratar de convencer a la Fiscalía alemana con más “pruebas” sobre el delito de rebelión, la Audiencia Territorial del estado federado de Schleswig-Holstein mantiene su oposición a cumplir esa petición bajo ese delito.

Esa es la opción, que la conocen los dirigentes del PDeCAT y de Esquerra Republicana y que provoca, sin embargo, un gran escepticismo, porque “ese núcleo de Puigdemont va cambiando de estrategia continuamente”.

Divisiones

La irritación es grande en esas dos fuerzas políticas, que, no obstante, no pueden impulsar gran cosa, porque están atadas ahora a la suerte de Puigdemont y a las decisiones que tome.

La petición de Colomines crea divisiones en el seno del independentismo, con algunos referentes mediáticos claramente en contra, como es el caso de Francesc Marc Álvaro, quien insiste en que cuando uno es elegido presidente de la Generalitat no se mantiene fidelidad a nadie, y se trata de seguir un camino propio.

No a nuevas elecciones

Eso lo intuye Puigdemont. Pero quiere intentar su investidura y buscar un ascendente en la persona que ocupe su cargo. ¿Quién? En esa cuestión la incógnita es enorme, pese a que se quiso que fuera, desde el primer instante, Elsa Artadi. Hay otros nombres, como Laura Borràs, el propio Eduard Pujol o Quim Torra. Pero Puigdemont está jugando, según las fuentes consultadas, con un “tapado” que pudiera concitar los apoyos de todos los grupos independentistas, incluida la CUP.

Porque ese es otro tema. ¿Qué pasa con la CUP? Fuentes de Junts per Catalunya señalan que esa circunstancia está ya acordada, y que la CUP jugaría con sus cuatro diputados –dos abstenciones, dos votos a favor— para investir al candidato elegido, siempre que se intente la investidura de Puigdemont. Y que, en ningún caso, se agotará la fecha límite del 22 de mayo, porque, eso se tiene claro, “no se quieren nuevas elecciones”.