Durante unos días, una semana más o menos, seguirá vivo el teatro parlamentario catalán. Después, una vez quede claro que Jordi Sànchez no se puede investir como presidente de la Generalitat de Cataluña y el independentismo haya agotado su propaganda internacional con la apelación a la ONU y a cualquier otra instancia mundial capaz de darle relevancia a su causa, las aguas volverán al cauce de lo posible.

¿Qué pasará a partir de ese momento? El colega Marcos Lamelas apuntaba ayer desde El Confidencial que Carles Puigdemont, incluso Antoni Comín, darán un paso atrás y renunciarán a sus actas de diputados para que el candidato que promueva Junts per Catalunya pueda ser escogido presidente catalán sin necesidad, en segunda vuelta, de los votos de la CUP. Y que la persona sobre la que recaen hoy todos los designios para ocupar la presidencia es la diputada Laura Borràs Castanyer.

Hasta ahora, todos los focos se habían instalado sobre las figuras de Elsa Artadi y del alcalde de Mollerussa, Marc Solsona. Si finalmente fuera Borràs sobre quien Puigdemont ejerce el dedazo (y a quien ERC no tendrá otro remedio que apoyar), será presidenta catalana una mujer bastante desconocida en el ámbito político hasta la pasada legislatura, cuando fue nombrada directora de la Institució de les Lletres Catalanes, pero con un extenso perfil profesional. En esta legislatura nonata, Borràs accedió a la condición de diputada en la lista de Puigdemont y gracias, como ella misma reconoce, a su desacomplejado independentismo.

En una reciente charla telefónica, Borràs me admitía que su relación con la CUP es excelente. De hecho, en Crónica Global habíamos ironizado con que en el Parlament ya se la conocía como la quinta diputada cupaire. Quizá tenga que ver su origen acomodado, que ella minimiza, lo que la sitúa en pie de igualdad con algunos de los dirigentes de la organización radical, que también lo son pese al anticapitalismo que destilan.

De prosperar el nombre de Laura Borràs camino de la presidencia, Cataluña tendrá a una dirigente solvente en lo profesional, pero tan nacionalista como Puigdemont o, permitan el atrevimiento, quizá más radical

Profesora universitaria, Borràs es una doctora especialista en literatura comparada. De hecho, su tesis doctoral estudiaba las formas de la locura en los textos y la literatura de la Edad Media. Estoy seguro de que, si acabara habitando en la Plaça Sant Jaume, esa experiencia le iba a resultar de suma utilidad, porque si algo abunda en la política catalana es, justamente, la locura anidada entre la clase dirigente.

Conozco poco a Borràs, pero compartímos vehículo entre Sevilla y Huelva, además de algún ágape posterior para acudir juntos a un seminario (Libros de ayer, lectores de hoy) de la Universidad de Huelva el 14 de noviembre de 2011. Ambos conferenciamos en aquel foro universitario, uno sobre ciberperiodismo y otro sobre la transformación de la lectura, y sí recuerdo que la potencial candidata a ser nueva presidenta catalana no era una persona politizada en exceso. Al contrario, la conclusión que extraje de aquellos dos días se acercaba más a la tener enfrente a una persona pasional, de fuerte componente identitario y gran modernidad profesional, que al político al uso.

De prosperar su nombre camino de la presidencia, Cataluña tendrá a una dirigente solvente en lo profesional, pero tan nacionalista como Puigdemont o, permitan el atrevimiento, quizá más radical. Su nombre está limpio de cuentas con la justicia, pero su trayectoria en el independentismo es incuestionable. Pertenece a esa hornada de intelectuales voladores sobre las instituciones que, como Agustí Colomines o Aurora Madaula, permiten darle un corpus teórico-político a lo que empieza a ser una preocupante fijación sentimental e identitaria. Reclutados por Puigdemont a espaldas del PDeCAT, los neoconvergentes que gobernarán el país en los próximos tiempos pueden tener en común una hispanofobia tan preocupante como inspiradora de sus actos. Y eso, en los tiempos que nos vienen, es difícil que resulte útil para proporcionar estabilidad a las instituciones.