El independentismo defiende que la comunidad educativa estuvo al lado del referéndum del 1 de octubre, y que protegió las urnas ante las fuerzas policiales. Pero esa comunidad es plural. Fueron, en realidad, unas 600 personas las que se movilizaron para tener los colegios abiertos en la noche previa al 1-0, todas ellas con unas características similares. Lo recoge en un informe Marta Comas, directora del área de innovación y programas del Consorcio de Educación de Barcelona, que visitó aquella noche siete escuelas públicas y un instituto de la ciudad. De todos ellos destacamos cuatro escuelas en las que se deja constancia de esa idea de Comas, de que “es una ilusión” pensar que existe “una” comunidad educativa. Y de que fueron las familias más concienciadas, de clases medias y soberanistas, las que tiraron del conjunto.
Alta complejidad en norte de Gràcia
Escuela del Nord de Gràcia. Sobre las 21.00 horas. Se trata de un centro de “alta complejidad”. Comas explica que eso quiere decir varias cosas. “Por tanto, hay poca presencia de familias catalanohablantes de clase media, aunque está subiendo matrícula y tiene buenos resultados gracias a un proyecto Magnet (un programa para paliar la segregación escolar)”.
Hay unas 25 personas, entre el patio y el vestíbulo. Todas adultas y gente mayor. Tres o cuatro adolescentes. Ambiente silencioso. No se conocen entre ellos –apunta Comas--. Organizan un recital de poesía. Nadie esclarece cómo han conseguido las llaves. Una semana antes, --todo según el relato de Comas—se ha creado en Vallcarca, en el ateneo popular La Fusteria, el comité de defensa del referéndum –que, tras la declaración de independencia en el Parlament se transformarán en comités de defensa de la República, los CDR-- y se han organizado para abrir las escuelas donde no hay AMPA. Lo que apunta la autora del trabajo de campo son expresiones que escucha en el propio centro: “Aquí no hay AMPA, esta es una escuela rarita, ¿no ves que no hay niños? Al instituto de la Vall d’Hebron también hemos ido a cubrir. Allí los estudiantes están poco enraizados. No ves que son de ciclos…con un perfil….” Lo dice un hombre que “lleva la voz cantante” en la puerta de la escuela.
Escuela con muchos latinoamericanos
Escuela en Vallcarca. Sobre las 21.20. Es un centro de complejidad media, con una fuerte presencia de familias latinoamericanas. Tiene un AMPA activa, que suele organizar actividades de carácter deportivo en el barrio.
Lo que aquí se percibe es que los organizadores de las actividades, para mantener abierto el centro, no son del entorno de la escuela. Hay unas 50 personas adultas y unos quince adolescentes jugando a baloncesto. Están cenando, en una mesa grande en el patio, compartiendo lo que cada uno ha llevado. Hay buen ambiente, de gente que se conoce. Se quedan a dormir. Comas señala que parece un AMPA. “Y lo es, es el AMPA de la escuela concertada que hay dos calles más arriba, que como no es colegio electoral ha venido de forma completa a abrir esta escuela, donde creen que no hay AMPA. Llegan otras familias de otros centros concertados de prestigio del barrio. Se han organizado con el Comité de Defensa del Referéndum de Vallcarca, y se han repartido las escuelas públicas. Un padre se levanta y pregunta con una potente voz: “¿Alguien de los presentes lleva a sus hijos a esta escuela? ¿Nadie?”, y le comunica a la propia Comas: “¿Lo ves? Y la autora del trabajo se pregunta a sí misma: “¿Dónde está la comunidad educativa de Vallcarca?”
Escuela segregada
Escuela en la frontera entre Gràcia y Guinardó. Sobre las 21.45. Se trata de un centro de alta complejidad, con una alta presencia de familias inmigradas, muy superior a la media del barrio, fruto de la segregación escolar en esa zona.
Hay unas 30 personas adultas, 10 jóvenes y 10 niños y niñas. Han acabado de cenar y están sentados aquí y allá. Comas detecta cuatro familias de la escuela, dos catalanas de origen, y dos procedentes de otras comunidades de España, de clase trabajadora. Se quejan de que el AMPA de esa escuela no se ha querido implicar, después de impulsar una votación por correo, en la que salió ese rechazo.
Por tanto, la actividad para mantener la escuela abierta la ha protagonizado el comité de defensa del referéndum de Gràcia. Esas familias constatan que están ahí a título personal, como tres profesores que han estado toda la tarde y ya se han marchado. Hay un grupo de jóvenes que son monitores de actividades de ocio del Esplai del barrio, y que esperan la llegada de otros compañeros. Inician una cassolada de forma tímida.
Centro con clases medias
Escola de Gràcia. Sobre las 22.30. Es un centro de baja complejidad conocido en el barrio por su proyecto innovador. El perfil es muy diferente a los anteriores. Son familias de clase media catalanas, con formación universitaria. Hay unas 150 personas, y muchos niños jugando en el patio. Ya han cenado, con diversas mesas, bebidas, como un formato de fiesta de las que suele organizar el AMPA. Hay un equipo de sonido con música en el patio, con carteles y pancartas. Un poco antes ha comenzado un debate con dos juristas de las Islas Baleares para hablar de derechos y libertades democráticas. Se quedan a dormir unos 90 adultos y 20 niños.
Piden que otros vayan a reforzar escuelas de la zona y citan dos con fuerte presencia de familias castellanohablantes y de inmigrantes, porque “son muy pocos”. La actividad que se genera está muy bien organizada, y demuestra que lo han hecho otras veces, mostrando, como apunta Comas, “un alto nivel de compromiso con la escuela y el país”. La autora señala que, ahora sí, puede hablar de “comunidad educativa con seguridad”. Y añade: “Decidieron actuar en una asamblea improvisada el viernes por la tarde y ya no se fueron de la escuela. No lo organizan como AMPA, sino las familias a título individual, para no comprometer a nadie”.