Antoni Fernández Teixidó (Barcelona, 1952) se siente con fuerzas, a pesar de que decidió no presentarse a las elecciones del 21D. Defiende un catalanismo que algunos han dado por muerto, como Josep Piqué. Ha impulsado Lliures, un partido político que reivindica ese espacio, pero con un acento liberal. Y asegura que en las próximas elecciones, “sean en 2018 o 2019”, su papel podría ser imprescindible para romper la dinámica de bloques en Cataluña. Su larga trayectoria, su responsabilidad como exdirigente de Convergència, le lleva a afirmar que “antes se debilitará Ciudadanos que el independentismo”, y que sin “un catalanismo transversal no se podrá gobernar”. Su idea, su proyecto político, le lleva a pronunciar una frase recordando a Machado: “Ninguna de las dos Cataluñas nos debe helar el corazón”, en referencia a esas dos mitades que han enquistado la política, pero también la sociedad catalana.
—Pregunta. ¿El catalanismo ha muerto, vistos los resultados del 21D?
—Respuesta. Los resultados del 21D representan la extrapolación de todas las condiciones en las que se han presentado los dos bloques. Ciudadanos ha ido al límite y el independentismo también, así como la participación. El resultado es el que se preveía, un resultado ajustado, pero gobernará el independentismo por las características de la ley electoral. El voto urbano, más industrial y más renovador, no está con los independentistas, pero el soberanismo acumula fuerza en el territorio, que cambiará muy lentamente, desde el Empordà, el Pirineo o el interior de Lleida. Se ha hecho un test que refuerza a los dos bloques. ¿Pero, cómo se sale de ésta? Con un proyecto transversal. No se podrá gobernar sin un partido catalanista. Cataluña es un país con una cultura política determinada, y eso no se destruirá.
La apuesta de la política ahora es que ninguna de las dos Cataluñas nos pueda helar el corazón
—Pero hay dos millones de independentistas. ¿Cambiarán con una propuesta atractiva o son estructurales?
—En una coyuntura extrema ya hemos visto los resultados, con un partido como Cs, que ha ganado las elecciones, pero que ni intenta formar gobierno --algo que me parece razonable-- porque no puede. A medida que se puedan ir desmontando las contradicciones se verá que el voto a Ciudadanos es prestado, que viene del catalanismo no independentista y del conservadurismo español. Antes se debilitará Ciudadanos que el independentismo, porque es un voto más heterogéneo. El voto que va a Ciudadanos tiene más motivos. Respecto al independentismo es diferente. Es más sólido. Se ha hablado del patriotismo constitucional para explicar ese voto, pero eso no resiste la realidad. Es un voto instrumental. Ahora, ¿cuál es el reto?, que ninguna de las dos Cataluñas nos hiele el corazón. Y si sabemos que no ganaremos aumentando los votos en cada uno de los bloques, la solución es una fórmula que les reste votos a los dos. Y eso se llama o se ha llamado catalanismo político, cuya aspiración, aunque parezca mentira, es gobernar Cataluña.
Iceta ha desarrollado una campaña de un catalanista, pero ha sido interpretado como la campaña de un socialista
—Sin embargo, en las elecciones del 21D hubo representantes de esa corriente que usted defiende.
—Han pasado varias cosas que hay que tener en cuenta. Inés Arrimadas intentó tener un perfil más autonomista, con un proyecto propio en los últimos meses. La frenaron en seco. Los poderes fácticos que acompañan al partido la frenaron. Los catalanistas bien intencionados pensaron que el PSC podía ser el instrumento político. Y las expectativas que generó Miquel Iceta se frenaron en seco por parte de los electores. Muchos pensamos que podía tener éxito, teníamos derecho a pensar que podía salir bien. Y no ha salido bien, a pesar de que el espacio democristiano se esforzó al máximo. Aún estoy esperando que se den explicaciones sobre lo sucedido. Pero creo que, al margen de todo eso, sólo desde un partido catalanista y liberal, no socialista, se podía entrar en los dos campos, en los dos bloques. Sólo desde el catalanismo político nuevo, puesto al día, de carácter liberal, y que tenga en cuenta a los jóvenes, se vence al independentismo. No hay más.
—Pero el PSC representa ese proyecto político, ¿o ya no?
—El PSC es un poco más de lo mismo y en clave socialista, y ya no es una respuesta válida en ninguna parte. Iceta ha desarrollado una campaña de un catalanista, pero se ha interpretado como la campaña de un socialista.
—Pero contaba con el espacio democristiano.
—Lo que se ha demostrado es que el espacio democristiano, como en toda Europa, debe renovarse para preservar sus valores humanistas.
—¿Existe ese espacio?
—No existe. Ha desaparecido y lo ha pagado Iceta. Porque, ¿con quién iba? ¿Con Units per… avançar?
—Volvemos, por tanto, a la idea inicial. ¿Ha muerto el catalanismo?
—Un hombre con una gran experiencia política como Josep Piqué ha dicho que ha muerto. ¿Pero, por qué lo hace? Porque es una respuesta a la frustración personal por la no progresión del proyecto de Miquel Iceta. Es fuerte, pero es así. Una parte de ese catalanismo y el Gobierno del PP habían puesto todas sus esperanzas en articular el mundo catalanista alrededor del PSC. Pero nunca los proyectos clásicos de este país, de Convergència o de Unió han votado socialista. Por eso en las elecciones catalanas ganaba CiU y en la generales el PSC; era por esa razón, porque se veían concernidos en espacios diferentes en función del tipo de elecciones.
Cs es el exponente más acabado del nacionalismo español, ¿quieren llamarlo patriotismo constitucional? Háganlo, pero es nacionalismo español
—¿Me dice que esos espacios ideológicos no han votado al PSC por las siglas, aún en una situación tan coyuntural?
—No por las siglas, sino por una cuestión de identidad política.
—¿Y qué han hecho?
—Conozco tres tipos de voto en ese mundo: a Junts per Catalunya, a Ciudadanos y voto en blanco.
—Pero, ¿a Ciudadanos desde exconvergentes?
—Son gente diferente, gente a la que le repugna el independentismo y vota a Ciudadanos, porque lo ve como un mejor instrumento para eso que el PSC.
—¿Por qué?
—Por algunas cosas que se dijeron en campaña, como el tema de los indultos.
—En su caso, lo que defiende es un acento liberal, una corriente que no es central.
—Todo se andará. Detrás de ese debate hay otras cosas. Anunciar la muerte del catalanismo evita anunciar el propósito real de un movimiento de futuro: acabar con el nacionalismo, el nacionalismo catalán, pero el español también, ¿no? ¿O es que Ciudadanos no es el exponente más acabado del nacionalismo español? ¿Quieren llamarle patriotismo constitucional? Háganlo, pero es nacionalismo español. ¿O es que el independentismo no es la muestra más acabada del nacionalismo catalán en un país en el que los dos nacionalismos chocan? La única salida es un partido que no es nacionalista, por tanto que no es independentista.
Si Cataluña y toda Europa apuesta por el nacionalismo como bandera, ¡apaga y vámonos!
—¿No ha pasado mucho tiempo desde la transición como para que todo ese debate nacionalista se pueda superar?
—Se puede superar, claro. Con una reforma constitucional y cambiando los talantes de todos, después de una reflexión sobre el punto al que hemos llegado. Es decir, ¿el nacionalismo será la bandera, será el canto de Europa en los próximos años? No, pero si lo llegara a ser, ¡apaga y vámonos!, pero no aquí, en toda Europa.
—¿Y como se evita?
—Explicando que ese no es el futuro. Introduciendo una cultura que demuestre que esa batalla por la identidad es redundante, sobra. Eso es lo que se debe discutir, no el catalanismo, porque siempre habrá catalanistas, lombardos o sicilianos, pero eso no puede ser un instrumento para batallar contra el sur, contra los que sean sicilianos, por ejemplo. He querido ver de nuevo estos días la película El gatopardo, ¿con qué lección deberíamos quedarnos? No con aquello de cambiar para que nada cambie. Para mí es importante el esfuerzo de Lampedusa por retratar ese nacionalismo identitario y resignado de Sicilia, de que somos como somos y que ese otro modelo que nos enseñan no va con nosotros. Si los catalanes nos creemos los mejores, o los españoles, no hay nada que hacer. Hay que tomar distancias con todo eso, defender la Constitución, y buscar una patria europea.
—¿Qué le produce ese debate sobre Tabarnia?
—Es una provocación. Yo lo había escrito, si Tarragona quisiera seguir con España en un hipotético referéndum, ¿qué pasaría? Y con el esquema de los independentistas se debía hacer un referéndum propio. Con ello les demostraba que no iba a ningún lugar ese proyecto del derecho a decidir. Por eso Europa debe ser el camino.
La dirección del PDeCAT ha sido y es sinceramente independentista, desde 2011 como mínimo
—Con usted, el reproche es que Fernández Teixidó siguió en CDC cuando el partido ya había derivado hacia el independentismo.
—Me parece bien que me lo diga. Pero no encontrará a nadie que no reconozca que desde 2012 no pusiese, dentro de CDC, todas las pegas posibles. Y me encontré en franca minoría. Cuando se llegó a un acuerdo con ERC, tras las elecciones de 2012, vi claramente que se había acabado el invento.
—¿Por qué nadie reaccionó?
—Porque se han equivocado los que creen que es el mismo partido. Porque la dirección de CDC era ya en ese momento y es sinceramente independentista.
—¿Se ha transformado como una mutación?
—El pujolismo organizado, a partir de 2010 y 2011, comienza a derivar hacia un partido independentista. A partir del congreso de Reus, con la excusa de la apuesta por las estructuras de Estado. En 2011 se decidió cabalgar el tigre de la ANC y Òmnium Cultural. Lo decidió Artur Mas. Y en 2012, nadie podrá negar que quien está detrás de la manifestación de la Diada es Convergència. Se convocan las elecciones pensando en conseguir una mayoría absoluta, y en ese momento cambia todo. Convergència mira con mucha suspicacia el hecho de quedarse con 50 diputados, y tira de una alianza con ERC.
—¿Podría haber rectificado?
—Sí, con otras mayorías, y habría cambiado todo. Pero decidió ir con ERC, con un pacto de legislatura y se jodió el Perú. Lo miro sin pasión, pero desde septiembre de 2012, y tras el acuerdo con ERC, estuve siempre a la contra.
—¿Cómo es posible? ¿Por la cultura de la disciplina imperante en CDC?
—Es importante recordar que en CDC hay una cultura basada en el pujolismo. Pujol decía en privado que él había conducido CDC hacia el Oasis, y que él se quedaría ahí. Y que su partido podría seguir hasta el mar y que vería el mar. No pensó que el mar engulliría al partido.
Los dirigentes del PP han pasado horas y horas en Cataluña, ¿para qué? ¿Para acabar en el grupo mixto?
—¿Pujol independentista desde siempre?
—Sí, pero tácticamente tomó sus decisiones. No importaba lo que fuera el partido, socialdemócrata, liberal o democristiano, lo que importaba era que viera el mar.
—¿Lliures se presentará a las elecciones cuando toque?
—No tendremos alternativa. Esta vez creo que hemos acertado al no presentarnos, en una coyuntura tan extrema, pero si hay elecciones en 2018 o 2019, Lliures estará. Es un partido joven, pero con un programa, con una dirección. Está para quedarse.
—¿Y los candidatos?
—Eso no ha sido un problema nunca. Cuando tengamos elecciones, iremos con el mejor candidato en ese momento.
—¿En qué ha fallado, sin embargo, el Gobierno del PP?
—En todo. El PP ha demostrado que es un partido pensado en la supervivencia política basado en la inacción, y eso no lleva a ninguna parte. Se han pasado horas y horas en Cataluña. ¿Para qué? ¿Para acabar en el grupo mixto?
—¿Se equivocó Mariano Rajoy al convocar tan rápido las elecciones después de impulsar el 155 de la Constitución?
—Creo que fue un planteamiento lógico, el del 155, para vislumbrar la situación política a medio plazo. Pero eso no se compadecía con una convocatoria tan rápida. Lo que está claro es que no se podía quedar atónito ante todo lo que había pasado en los últimos meses.