Carles Puigdemont quiere entrar al choque, buscar un cuerpo a cuerpo contra Mariano Rajoy, aprovechando su debilidad tras las elecciones. Se comprometió a volver a Cataluña, si ganaba las elecciones o podía ser, de nuevo, presidente. Pero no quiere ser encarcelado. Si no logra un compromiso con Rajoy –el presidente del Gobierno se aferra a la independencia del poder judicial—Puigdemont sólo confía en su equipo de la lista de Junts per Catalunya, con Elsa Artadi a a la cabeza.
Es su baza, aunque Artadi diga que se descarta como presidenciable. También otros nombres, como Jordi Turull, --alentado con Francesc Homs-- podrían tomar su relevo. Pero eso choca por completo con su propio partido, el PDeCAT, y también con Esquerra Republicana, porque pone en peligro el acuerdo para gobernar juntos. Puigdemont, con su actitud personal, puede ponerlo todo en peligro para el bloque independentista.
Quiere guerra. No cree que todo se haya acabado, que se deba entrar en una nueva fase, sin forzar al Gobierno español. Con los resultados en la mano, se siente “habilitado” para volver a presidir la Generalitat, y, por tanto, buscará un acuerdo con Rajoy para no ser encarcelado. Desea que todo su gobierno sea restituido, e, incluso, que Carme Forcadell sea, de nuevo, presidenta del Parlament, en una muestra de que no acepta la realidad.
Una nueva fase
Considera que el PDeCAT en estos momentos debe ayudarlo y que el proyecto que impulsa va más allá de su propio partido. Uno de sus ideólogos, --de todo el proceso soberanista, hombre de confianza también de Artur Mas-- es Agustí Colomines, que no se corta en las redes sociales ala hora de presentar lo que llega como “superador” del PDeCAT. “Quien no entienda que desde las elecciones se ha abierto una nueva fase es que es ciego”, asegura en su cuenta de Twitter. Y lo hace junto a una fotografía en la que aparece Puigdemont, con el exconsejero de Cultura, Lluís Puig; Eduard Pujol, exdirector de Rac1; y Aurora Madaula, historiadora e investigadora en la Cátedra Josep Termes.
En otras fotografías que se destacan aparece Puigdemont con Artadi. Ese es el núcleo duro del expresidente, --al que pertenece también Jordi Cuminal, que maniobra ya para controlar los medios públicos de la Generalitat y que debe su carrera a Artur Mas--, que va a por todas con el temor de su propio partido, aunque ahora ya con algunos matices.
Y es que algunos dirigentes del PDeCAT admiten que con el buen resultado de Puigdemont, que les ha llevado a los 34 diputados, las cosas se ven de otra forma, que si se hubieran logrado sólo 20 o 22 escaños, como apuntaban las encuestas. Que ahora sí se podrían aceptar la imposición de Puigdemont.
¿A quién investirá ERC?
El expresidente quiere aprovechar toda esa fuerza. Pero las consecuencias pueden ser duras. Esquerra Republicana no está dispuesta a investir a otro candidato que considere de menos peso que Oriol Junqueras. El argumento, según apuntan fuentes republicanas, es que la diferencia es mínima en las elecciones, con apenas 10.000 votos de distancia respecto al PDeCAT.
¿Esquerra debería elegir a Artadi presidenta de la Generalitat o a otros dirigentes que proponga Puigdemont, como Jordi Turull, máxime cuando Junqueras es perfectamente elegible, aunque esté en prisión? Dirigentes como Carles Mundó creen que no, que el mundo exconvergente debe tomar decisiones, y que si no es Puigdemont el presidente, lo deberá ser alguien de ERC.
El propio PDeCAT, además, quiere mirar al futuro, e iniciar una etapa que le permita recuperar su espacio electoral a medio plazo. El hombre del partido es Josep Rull, independentista, pero con más cintura para llegar a acuerdos con otras fuerzas políticas. Jordi Turull podría ser un punto en común con Puigdemont, pero es también el hombre que se enfrentó a Marta Pascal y David Bonvehí, cuando vio frustrados sus deseos de liderar el partido con la refundación de Convergència.
Fuera de la realidad
Lo que está en juego también es la propia estructura del PDeCAT. Los hombres de Puigdemont quieran superar el partido, reconfigurarlo, como si fuera otra refundación, con el nombre ya de Junts per Catalunya. Esa foto que mostraba Colomines es ilustrativa. El problema real a corto plazo es cómo se gobernará, con qué relación con Esquerra, y en qué momento se aceptará que la vía judicial no se puede parar, y que será mejor que corra la lista para sustituir a los exconsejeros en prisión o en Bruselas.
En caso contrario, el bloqueo será otra vez una realidad, con un coste enorme para la sociedad y la economía catalanas.