Pertenecen a polos ideológicos absolutamente opuestos, pero comparten una estrategia de desgaste del adversario muy similar. Mariano Rajoy y la CUP han decidido tomarse las cosas con calma para poner a prueba la alianza de PDeCAT y ERC, así como la resistencia del presidente Carles Puigdemont a las presiones que ya le han llevado a suspender la declaración unilateral de independencia de Cataluña (DUI).
A modo de partida de ajedrez —atención al perfil del presidente catalán en Instagram—, Rajoy ha movido ficha tras el confuso aplazamiento de la proclamación de la república catalana, emplazando a Puigdemont a aclarar qué es lo que ocurrió exactamente el martes en el Parlamento catalán, como paso previo a aplicar el artículo 155 de la Constitución española (que prevé la suspensión de la autonomía).
Le ha dado cinco días de plazo para responder, puente del Pilar mediante. Un tiempo suficiente para que macere la fractura interna de los independentistas. “La presión económica que supone el goteo de fuga de empresas ha sido determinante en la decisión de Puigdemont, que ahora debe pacificar a sus socios”, explican fuentes gubernamentales, convencidas de que este plazo hará aumentar esa división interna y hará irreversible la suspensión de la DUI.
El farol de Puigdemont
Estas fuentes aseguran que la existencia de un mediador alegada por el presidente catalán para paralizar la independencia “es un farol que no ha logrado convencer a la CUP”. Entre otras cosas porque el Gobierno español ha hecho una intensa labor de diplomacia para reducir las complicidades internacionales con el procés a una mínima expresión.
Por su parte, los antisistema también utilizan la táctica del ultimátum temporal para poner a prueba el coraje de Puigdemont, presionado no solo por los poderes económicos, sino también por su propio partido, donde en los días previos a su intervención parlamentaria hubo ruido de sables e incluso amagos de dimisión si, finalmente, se proclamaba la república catalana.
La CUP ha dado un mes de plazo a Puigdemont para aprobar la DUI. Si no lo hace, advierten, pondrán en marcha toda su capacidad de movilización en la calle, huelga indefinida incluida. De momento, suspenden su actividad parlamentaria, a la espera –este es otro de los avisos— de poder escenificar su ruptura con Junts pel Sí tumbando los presupuestos de la Generalitat.
Los antisistema nunca se han fiado de los nuevos convergentes, pero ese sentimiento se ha hecho extensivo al líder de ERC y vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, quien en los últimos meses ha cultivado relaciones con Podemos, el entorno de Ada Colau y PSC. Ante un escenario electoral cada vez más cercano, los republicanos quieren tender puentes. Y eso no agrada a los antisistema, que ven a ERC más preocupada por su futuro partidista que por la consecución de la independencia de Cataluña.