Los integrantes de la dirección del PDeCAT están al límite de su capacidad de aguante con el desafío secesionista. No comulgan con los últimos acontecimientos relacionados con el referéndum en la situación política actual y ven peligrar su integridad patrimonial y sus carreras políticas. El miedo se ha apoderado de la cúpula del partido sucesor de CDC y consideran que ha llegado el momento de frenar en el pulso independentista antes de asumir riesgos de todo tipo.
Esa tensión ha supuesto los primeros enfrentamientos internos en el seno de la formación. La disensión fue atajada por el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, con un cambio en el Govern ejemplificador para su propio partido. La discreción de esas maniobras fue confesada por uno de los conspiradores, que acabó recompensado.
El destituido consejero de Empresa, Jordi Baiget, abrió la caja de los truenos con sus declaraciones, premeditadas y fruto de una profunda reflexión, al diario nacionalista El Punt Avui. Pero no era el único dispuesto a hablar. Así se puso de manifiesto en una reunión que tuvo lugar en la sede del partido a primera hora de la mañana del lunes pasado. Con la entrevista de Baiget caliente, en el encuentro participaron varios miembros del Govern que pertenecen al PDeCAT. Sobre la mesa se pusieron todas las incógnitas legales que se ciernen sobre el referéndum anunciado para el 1-O.
El encuentro organizado por Pascal
La mayoría de los asistentes al encuentro del lunes son contrarios a mantener el pulso independentista. En especial el destituido Baiget, pero también el consejero de Interior, Jordi Jané, o el ascendido de Cultura a Empresa, Santi Vila. La coordinadora del partido, Marta Pascal, los había citado sin conocimiento del presidente Puigdemont en un intento de adoptar alguna medida conjunta entre los integrantes del Govern que pudiera frenar la espiral de confrontación que encierra la consulta soberanista.
Nada más acabar el encuentro conspirativo, Puigdemont fue informado por uno de los asistentes de cada uno de los pronunciamientos que hubo. El presidente supo la lista completa de asistentes y qué dijo cada quien. Con esa información fue suficiente para trazar su propia estrategia defensiva. Todas las miradas de los asistentes apuntan al nuevo consejero de Empresa, Santi Vila, como autor de la filtración, el chivatazo, que permitió al jefe del Ejecutivo catalán protegerse del clamor que se le venía encima y que en las próximas horas intentaría convencerle de frenar con el referéndum.
Baiget, la víctima
Los acontecimientos siguientes son conocidos y públicos. La misma tarde del lunes, Puigdemont anunció la destitución de Baiget. Era la víctima propiciatoria de un proceso ejemplificador mucho más amplio: todos los concernidos por la conspiración sabían cuál sería su final si osaban avanzar en su propósito de convencerle con una eventual marcha atrás en la convocatoria de la consulta.
Vila pasó, en cambio, de una consejería de corte político menor como Cultura a otra de mayor proyección e importancia en el seno del Gobierno, la de Empresa. La amistad entre Puigdemont y Vila --ambos fueron alcaldes de Girona y Figueres, respectivamente-- y las confesiones internas pusieron fin a una rebelión en ciernes que se abortó desde el inicio con mano dura política.