La cita en la Moncloa desata la guerra final entre independentistas
Las mentiras del Gobierno catalán sobre la reunión entre Puigdemont y Rajoy evidencian que la cuenta atrás hacia el referéndum y/o elecciones ha comenzado, sin que la oposición sepa estar a la altura
23 febrero, 2017 00:00La cuenta atrás hacia el referéndum independentista tiene fecha: el 11 de enero. Ese día tuvo lugar la reunión, conocida ayer, entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Y entre las múltiples explicaciones posibles a ese secretismo, destaca una: el intento de aplazar el inevitable enfrentamiento final entre los partidos independentistas.
La imposible negociación entre el Gobierno español y la Generalitat obliga a PDECat, ERC y CUP a poner sus cartas sobre la mesa. Las estrategias e intereses de cada una de estas formaciones son diferentes, tanto si hay referéndum como si hay elecciones “constituyentes”. Mientras Esquerra deja que la nueva Convergència se cueza en sus peleas internas entre los círculos más próximos a Artur Mas y a Carles Puigdemont, la CUP redobla su presión y recuerda que no necesita negociaciones con el Estado para conducir a Cataluña a la independencia.
El mayor error: mentir
Ante este errático panorama secesionista, donde ya se mezclan los nervios preelectorales, Puigdemont ha incurrido en el mayor error que puede cometer un Gobierno: mentir. Lo ha hecho a través de su portavoz, Neus Munté, quien 24 horas antes de que trascendiera la cumbre en la Moncloa, negó por activa y por pasiva que ambos mandatarios se hubieran reunido. Desvelado el encuentro, los convergentes optaron por lo que mejor saben hacer: cerrar filas y evitar un cisma dentro del propio partido. Efectivamente, Puigdemont evitó una crisis de Gobierno arropando a Munté –nunca hubo amago de dimisión, aseguran a Crónica Global portavoces de ambos dirigentes— y recurriendo a una pirueta dialéctica: una cosa es mantener contactos y otra negociar. Anécdota: Puigdemont y Munté nunca habían tomado un café juntos en el bar de la Cámara catalana. Ayer lo hicieron y de forma ostentosa.
Lo más curioso de todo es que este juego del despiste del Ejecutivo catalán ha descolocado a los líderes de la oposición. Ninguno de ellos preguntó directamente al President en la sesión de control de ayer del Parlament si se había producido esa reunión del 11 de enero en la presidencia del Gobierno español. Y Puigdemont no les puso en bandeja una respuesta binaria. “¿Negociaciones? Ni están ni se las espera”, dijo. Después vinieron las matizaciones y las ruedas de prensa de urgencia de Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Xavier García Albiol (PP).
Iceta y sus cotilleos
La primera aseguró que sí había indagado en las reuniones mantenidas por Puigdemont, mientras que el segundo dijo no ser responsable de la agenda del dirigente convergente. Se da la circunstancia de que, días atrás, el popular desmintió al delegado del Gobierno en Cataluña, Enric Millo, cuando éste habló de “encuentros secretos”. Llevaba razón. Por su parte, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, era tildado de “chafardero” por Puigdemont –al que tampoco preguntó sobre la cita del 11 de enero-- por airear que se habían producido contactos al más alto nivel. También llevaba razón.
Por su parte, ERC simula que la reunión de la Moncloa no va con ella, a pesar de ser socia de gobierno. Los portavoces de los republicanos en Madrid aseguran que desconocían el encuentro. Algunas fuentes aseguran que ha sido la propia ERC la que lo ha difundido. Y es que no solo puede atribuirse a PDECat un doble discurso: Oriol Junqueras amaga con la desobediencia para arrimarse a los antisistema mientras se reúne con empresarios y la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Todos quedan satisfechos con el vicepresidente económico, ungido en las encuestas de intención de voto como el próximo presidente de la Generalitat.