El apoyo de la CUP a los Presupuestos de la Generalitat para 2017 da luz verde a la convocatoria de un referéndum y aleja la posibilidad de un adelanto electoral. Al menos, de momento. Porque el “sí” de los antisistema supone un catalizador para la hoja de ruta hacia la secesión, augura meses muy convulsos judicialmente y desbarata la operación diálogo del Gobierno. Dicho de otra manera, la CUP da oxígeno a Puigdemont, pero obliga a los partidos políticos a afinar sus estrategias.
Obviamente, el presidente de la Generalitat ha logrado ganar tiempo con el respaldo de los cupaires a unas cuentas que contemplan una política social que no les satisface, así como la financiación de un referéndum señalado para septiembre. Sin embargo, se trata de una simple tregua, pues la CUP ya presiona con la redacción de una Constitución catalana y la aprobación de las leyes de transitoriedad. Éstas están guardadas a buen recaudo para dificultar la previsible impugnación del Estado. La idea es tramitar esa normativa rupturista antes del verano para, inmediatamente después, convocar el referéndum y elecciones “constituyentes”. No hay que olvidar que esta legislatura “atípica” debía durar 18 meses.
¿Dureza o moderación?
Un referéndum que, según insistía ayer el ministro de Justicia, Rafael Catalá, no se va a celebrar. Como tampoco parece que vaya a prosperar la llamada operación diálogo, que se habría saldado con una oferta de nueva financiación a la que la Generalitat habrá respondido con unos Presupuestos catalanes secesionistas.
Las cuentas de 2017 contemplan una partida de gasto para esa consulta y el PP catalán ya amaga con presentar un recurso contra las mismas, previa petición de dictamen ante el Consejo de Garantías Estatutarias. Si esa respuesta judicial debe ir acompañada de un endurecimiento del discurso político es la gran incógnita que ha de despejar la formación que lidera Xavier García Albiol, que afronta un congreso de renovación entre voces que reclaman un giro moderado al estilo Josep Piqué. Un giro que aproximaría al PPC a la estrategia utilizada en los últimos meses por Ciudadanos, empeñada en ocupar el espacio catalanista que abandonó la nueva Convergència y que, de momento, no parece encontrar referente.
El PSC también pugna por hacerse con ese trozo de pastel, pero de momento vive de los réditos obtenidos con su “no” a la investidura de Mariano Rajoy. Y así se lo reconocen los catalanes en los sondeos de intención de voto.
ERC y Colau, los protagonistas
Asimismo, el “sí” de la CUP permite aplazar el debate sobre los candidatos a la presidencia de la Generalitat de PDECat, donde Puigdemont se descarta y Artur Mas amaga con volver. El renovado partido convergente no ha tardado ni seis meses en descomponerse, electoral y orgánicamente, aunque sobrevive gracias a sus socios de ERC, llamados a triunfar en las futuras elecciones. Está por ver si una hipotética inhabilitación de Oriol Junqueras, a quien se ha encomendado la organización del referéndum, perjudica o, por el contrario, beneficia a su formación, pues la causa secesionista contaría con otro mártir a las puertas de unas elecciones constituyentes.
Junto a ERC, la gran protagonista de los próximos meses volverá a ser Ada Colau, que curiosamente no quiere ser presidenciable, pero es la musa de la nueva confluencia de izquierdas, cómplice del derecho a decidir, pero no del independentismo. Los coqueteos de la alcaldesa con el Pacto Nacional por el Referéndum y el cortejo de Puigdemont evidenciaron la urgente necesidad del Gobierno catalán de ampliar sus apoyos sociales, algo que no se refleja en las encuestas de la Generalitat, donde el “no” a la independencia se consolida.
La CUP, finalmente, acaba de soslayar otro cisma interno, pues el apoyo a Junts pel Sí genera rechazo en un importante sector del propio partido radical.