Lo llama la estrategia del “calladet”, que en castellano significa calladito. Y le funciona. Oriol Junqueras, vicepresidente del Gobierno catalán, no se prodiga demasiado mediáticamente. Lo hace a conciencia, para que sean sus socios de CDC quienes se cuezan en sus propias contradicciones sobre el referéndum de independencia previsto para septiembre de 2017. Esta táctica recuerda el mutismo del presidente español Mariano Rajoy, a quien la oposición acusa de dejar que los problemas “se solucionen solos”. El líder del PP es conocido como el hombre del plasma por su afición a leer comunicados sin preguntas. Junqueras, por su parte, no es muy dado a las ruedas de prensa.
Esta y otras confesiones realizó el líder de ERC en una reciente comida con empresarios catalanes, a quienes explicó que su partido hace años que defiende un referéndum sobre el estado propio y que, por tanto, poco tiene que decir al respecto. Una actitud nada inocente si se tienen en cuenta los (des)equilibrios de poder existentes en el Gobierno de la Generalitat. Mientras CDC (reconvertida en PDECat), que gobierna la Generalitat, cae en picado en las encuestas de intención de voto y atraviesa por un momento económico delicado –acaba de anunciar un ERE a sus trabajadores--, ERC aparece como la virtual ganadora de unas elecciones catalanas. De momento, no parece que le esté pasando factura las discrepancias internas que generan cuestiones como la política fiscal, así como la presión de la CUP, que exige más radicalidad secesionista al Ejecutivo.
Economía y sanidad, las grandes preocupaciones
No obstante, los estrategas republicanos no esconden que hay dos negociados preocupantes y uno de ellos compete directamente a Junqueras: economía y salud. La posibilidad de que se acorte la ya de por sí breve legislatura –el mandato de Carles Puigdemont debe durar 18 meses— si las exigencias sociales de la CUP tumban de nuevo los presupuestos podría pasarle factura al partido. Pero los republicanos saben que tienen la sartén por el mango y que, posibles discrepancias fiscales o secesionistas, puede amenazar con la ruptura de Junts pel Sí. Un pacto que no volverá a repetirse en las futuras elecciones que se celebren en Cataluña.
Asimismo, la errática de gestión del consejero Antoni Comín al frente de un departamento tan sensible como el de sanidad preocupa a ERC hasta el punto de que algunos sectores se plantearon una crisis de gobierno para sustituirle.