La política catalana asiste estos días a una especie de subasta catalanista en la que se busca al mejor postor. El PSC se acaba de sumar a ella, bendecido por un congreso, el décimo tercero que celebra desde su constitución. Corren tiempos difíciles para el socialismo catalán, denostado por las urnas y por sus propios compañeros del PSOE. De ahí que se impongan renovaciones y catarsis que, en el caso del partido liderado por Miquel Iceta, no son excesivamente novedosas, pero sí marcan hoja de ruta. El catalanismo es la respuesta, ha dicho el recién investido primer secretario, y de ahí la defensa de la nación catalana, la lengua propia y la soberanía orgánica.
Si se repasan los discursos y las intervenciones de Iceta, la idea de España como nación de naciones es recurrente, pero la diferencia es que ahora, el nombre hace la cosa. La conversión independentista de CDC ha dejado huérfano un espacio centrista cotizadísimo por los democristianos de UDC y los liberales de un nuevo movimiento político llamado Lliures. Pero también por la socialdemocracia que representa el PSC, mejor situada que las citadas formaciones dada la crisis que atraviesan los primeros y la falta de rodaje de los segundos. Tampoco en Ciudadanos, que ha abandonado la guerra de las banderas y de la inmersión lingüística, parece cuajar la estrategia catalanista, mientras que en el caso de CDC, el futuro pasa por dar el salto a ERC.
Fuga de dirigentes
Curiosamente, el PSC también sufrió hace dos años una fuga de dirigentes soberanistas hacia el partido republicano. ¿Quiénes resisten entonces en el socialismo catalán? Pues veteranos dirigentes que aprendieron a convivir con el alma soberanista del partido y nuevas generaciones representadas por Núria Parlon, líder en ciernes y partidaria del diálogo con la órbita de Podemos. Iceta ha conciliado ambas partes con un catalanismo centrista y socialdemócrata, sin renunciar a pactos como el que el PSC tiene en el Ayuntamiento de Barcelona con los comunes de Ada Colau o con CiU en el Ayuntamiento de Girona. La geometría variable del PSC se ha hecho extensiva a Tarragona (PP y UDC) y Lleida (Ciudadanos) y es precisamente esa experiencia local la que Miquel Iceta ha invocado durante todo el fin de semana a modo de previa de una nueva ejecutiva con una enorme presencia municipal –la número dos, Nuria Marín, es alcaldesa de L’Hospitalet de Llobregat, y Núria Parlon, de Santa Coloma de Gramenet–.
Iceta ha preparado a la militancia para establecer alianzas pre y postelectorales con otras formaciones, en las que en lugar de ser cabeza de ratón, los socialistas serán cola de león. Algo que recuerda mucho la trayectoria del comunismo catalán, influyente en los inicios de la democracia e inmerso ahora en un amasijo de siglas junto a los comunes y los podemitas. Pero la marca socialista sigue siendo muy potente y difícilmente podrá diluirse.