Puigdemont, eclipsado por la política española
Las repetidas referencias a la crisis del PSOE y a la fallida formación Gobierno contrastan con la unilateralidad invocada por el presidente catalán en su cuestión de confianza
30 septiembre, 2016 00:00Se habló mucho de ruptura, pero la política española ha estado muy presente en las dos jornadas de debate que ha durado la cuestión de confianza que el presidente catalán Carles Puigdemont se autoimpuso hace cuatro meses con la finalidad de demostrar, a todo aquel independentista que quisiera oírle, que su hoja de ruta va en serio. Las sesiones parlamentarias estaban llamadas a convertirse en un acto de reafirmación secesionista. Y lo fue, pero también fue inevitable que en las réplicas y contrarréplicas los partidos hicieran referencias a la situación española.
La intervención más polémica fue la del primer secretario del PSC, Miquel Iceta, que hizo un llamamiento a los catalanistas a no inhibirse de la formación de un Gobierno progresista alternativo al del PP.
Las declaraciones del socialista catalán dieron munición a los detractores del todavía secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, pues fueron interpretadas como un guiño al independentismo. Y, como se sabe, Iceta ha cerrado filas con Sánchez. En su discurso inicial, el presidente catalán lamentó que se haya crucificado al dirigente socialista por plantear ese diálogo, a pesar de que, horas después, reafirmaba ante Iceta su apuesta por la independencia como única solución.
Hacer oposición a la oposición
Por su parte, el líder parlamentario del PP catalán, Xavier García Albiol, hizo “oposición a la oposición” y aprovechó el debate para echar en cara a los socialistas que hayan bloqueado la formación del Gobierno tras las elecciones generales de junio. Y no perdió la oportunidad de recordar, en este caso al presidente Carles Puigdemont, los 60.000 millones de euros que el Estado ha dado a Cataluña desde 2012 –en pleno desafío secesionista-- en ayudas por diversos conceptos.
Los populares encarnan, y así lo expresaron Puigdemont y sus socios de la CUP, el enemigo público número uno del “procés”. Resultaron reiterativas las continuas referencias a la falta de diálogo por parte del Estado y su rechazo a un referéndum pactado. Los antisistema, liderados por Anna Gabriel, intentaron superar ese tipo de dependencias y apelaron a la desobediencia. “No hay nada que negociar”, aseguró Gabriel. Y en justa proporción al estilo anticapitalista de quienes le dieron confianza, Puigdemont arremetió en varias ocasiones contra el Ibex 35 y la política hecha en los despachos.
Fue la jefa de la oposición y presidenta del grupo parlamentario de Ciudadanos, Inés Arrimadas, quien se encargó de recordar a Puigdemont que su partido, CDC, está acostumbrado a pactar con el PP. Y puso como ejemplo la reforma laboral de 2012. A su vez, el jefe del Ejecutivo catalán ironizó sobre los dos intentos de investidura de Ciudadanos, en alusión al pacto con el PSOE, primero, y con el PP después.
Incluso CSQP, la única formación que tendió la mano a Puigdemont para negociar los presupuestos de 2017 que la CUP se resiste a avalar, subrayó la necesidad de un referéndum pactado con el Estado.
Y es que para ser un debate sobre la desconexión, lo cierto es que las dinámicas españolas siguen pesando, y mucho, en el Parlamento catalán.