El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, Oriol Junqueras.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, y el vicepresidente y consejero de Economía y Hacienda, Oriol Junqueras.

Política

Puigdemont no tiene piel de cordero, sino de lobo

Los independentistas han rebajado el tono ante el temor a un Gobierno de concentración en Madrid: tras la investidura habrá acelerón

28 enero, 2016 20:44

Sin épica, sin fechas para la independencia, sin leyes de desconexión en ciernes. No hay duda de que el Gobierno catalán que preside Carles Puigdemont ha rebajado el tono de su estrategia secesionista. Tanto que la ambigüedad y las supuestas discrepancias entre Convergència y ERC se han instalado en los discursos de quienes están llamados a conducir a Cataluña al Estado propio.

Pero, como advierte una diputada de la oposición a Crónica Global, “los convergentes no dan una puntada sin hilo” y esa baja intensidad soberanista responde a un motivo: el temor a un Gobierno de concentración en España.

La anterior legislatura catalana finalizó con los puentes entre Generalitat y Ejecutivo español dinamitados debido al desafío secesionista de Artur Mas. Tras la celebración de la consulta del 9 noviembre de 2014, otro de los puntos álgidos de ese proceso fue el acuerdo de ruptura aprobado en el Parlamento catalán justo un año después.

La consejera de Presidencia y portavoz de la Generalitat, Neus Munté, dice ahora que aquello solo era una declaración de principios, pero la hoja de ruta que marcaba aquella resolución votada por Junts pel Sí y la CUP era muy ambiciosa: desconexión exprés de las instituciones españolas y aprobación de tres leyes de ruptura antes de un mes --hacienda pública, seguridad social y de desconexión--.

Pérdida del plebiscito

Tras la renuncia de Artur Mas, que mantuvo a los convergentes en el poder, las elecciones generales de 20D abrieron un complejo escenario sin mayorías claras con el conflicto catalán como telón de fondo.

La posibilidad de un Gobierno de concentración liderado por PP y PSOE se convirtió en una de las peores pesadillas del independentismo catalán, sabedor de que forzar la máquina secesionista sin un respaldo ciudadano mayoritario --perdieron el plebiscito del 27S, hizo notar la CUP--, con un bloque granítico en Madrid y una asfixia financiera en las arcas catalanas, podría causar estragos incluso a nivel social.

Puigdemont no es un hombre bien relacionado con la empresa, sino un independentista de Girona muy cómplice de movimiento local de la CUP. La moderación que ahora exhibe engaña”, explican fuentes parlamentarias.

No habrá acelerón hasta que se despeje el panorama español, indican las mismas fuentes conocedoras de la estrategia independentista. Por ello, la presentación de las tres leyes de desconexión ya llevan retraso y es posible que su aprobación se demore varios meses.

Asimismo, la diputada de JpS Muriel Casals es desde ayer la presidenta de una comisión parlamentaria de estudio sobre el proceso constituyente que más adelante podrá convertirse en legislativa --lo que no ha impedido que el Gobierno haya anunciado un recurso ante el Tribunal Constitucional, pese a la presencia del PP en esta comisión--.

Estado propio tras nuevas elecciones

Marta Rovira, dirigente de ERC, precisa que una cosa es la declaración de independencia que se aprobará antes de 18 meses, y otra la proclamación del Estado propio, que se pospone a la siguiente legislatura, previa convocatoria de elecciones constituyentes.

No habrá unilateralidad, dicen JpS, y sí diálogo con el Gobierno, subraya el nuevo hombre de Convergència en Madrid, Francesc Homs.

De momento, CDC y ERC han logrado que el PSOE les ceda senadores para tener grupo propio en el Senado. Y pese a las dificultades de última hora, los republicanos también tendrán grupo propio en el Congreso, al igual que Democràcia i Llibertat.