El presidente de la Generalidad, Artur Mas

El presidente de la Generalidad, Artur Mas

Política

Las encuestas de la Generalitat demuestran que el "proceso" independentista se ha construido 'de arriba a abajo'

El CEO señala dos puntos de inflexión en el apoyo al independentismo: cuando Mas se apropia del discurso del 'España nos roba' y, sobre todo, después de apostar por la secesión

11 agosto, 2015 01:34

Es un lugar común del independentismo catalán apelar al argumento de que el proyecto rupturista promovido por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, es un “proceso” que “va de abajo a arriba”. Es decir, que el líder de CDC no ha hecho más que ponerse delante de lo que le pedía “el pueblo”.

Sin embargo, los datos demoscópicos desmienten este argumento de forma contundente. Especialmente, las encuestas de la propia Generalitat. Si se toma como referencia el Barómetro de Opinión Política del Centro de Estudios de Opinión (CEO), se puede comprobar que el apoyo al independentismo se dispara en el momento en el que Mas y CDC realizan el giro hacia el secesionismo y ponen toda su maquinaria propagandística a trabajar.

La sentencia sobre el Estatuto tampoco disparó el independentismo

Desde el año 2009, las encuestas del CEO cifraban a los partidarios de “un Estado independiente” para Cataluña entre el 19% y el 22%, con un ligero repunte -hasta el 24%- durante la primera mitad de 2010.

En junio de ese año se dictó la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto que, pese a lo que habitualmente se indica, tampoco modificó sustancialmente el apoyo a la secesión, y se mantuvo en esas cotas.

El discurso del 'España nos roba', primer éxito de Mas

En septiembre de 2011, en plena luna de miel con el PP en Cataluña, Mas planteó de forma solemne su nuevo objetivo: un “pacto fiscal” en la línea del “concierto económico” del País Vasco y de Navarra, tras acusar al resto de España de “drenar fiscalmente” a Cataluña.

Aquel primer arreón victimista tuvo un reflejo inmediato en los sondeos. La encuesta del CEO reflejó una subida de tres puntos de los partidarios de la secesión -hasta el 28,2%-. El discurso del maltrato fiscal hacia Cataluña -a pesar de que la realidad lo desmentía- se intensificó durante los siguientes meses, y en junio de 2012 los independentistas ya sumaban el 34%.

La apuesta secesionista de Mas disparó el independentismo

Pero el gran cambio se produjo entre junio y octubre de 2012. En solo cuatro meses, los defensores de la secesión crecieron más de diez puntos, hasta situarse en el 44,3%, según el CEO.

¿Qué ocurrió en ese espacio de tiempo? CDC decidió apoyar, promover y liderar la manifestación independentista que la Assemblea Nacional Catalana (ANC) -entonces una entidad menor- convocó con motivo de la Diada. La formación nacionalista ofreció todo el apoyo organizativo mediático para que la marcha fuera un éxito. El objetivo era realizar una demostración de fuerza pública unos días antes del encuentro que Mas tendría con Rajoy para exigirle el concierto económico para la Generalitat.

La manifestación llenó con varios cientos de miles de personas el centro de Barcelona, pero eso no fue suficiente para que Rajoy cediera a las pretensiones de Mas en la reunión que ambos mantuvieron el 20 de septiembre.

Cinco días después, Mas convocó elecciones anticipadas para “encarar el proceso de autodeterminación” de Cataluña. El presidente autonómico pensó que mejoraría los 62 escaños que entonces atesoraba CiU y le permitiría negociar con más fuerza ante Rajoy. Pero la federación nacionalista perdió 12 escaños.

El independentismo, reactivo a la fortaleza de sus líderes

Sin embargo, Mas ya había puesto rumbo a un camino que tenía una difícil vuelta atrás, manteniendo los niveles de apoyo a la secesión en torno al 46-48% durante más de dos años. Solo a partir de finales de 2014 -tras el enfrentamiento abierto entre CDC y ERC por liderar al proyecto secesionista, y el abandono de buena parte de los medios- este apoyo ha empezado a descender hasta situarse alrededor del 37%.

Esto demuestra, una vez más, que la anchura de las bases del independentismo responde de forma directa a los estímulos y a la propaganda que los líderes políticos son capaces de generar, y no a un movimiento de origen popular, como habitualmente se plantea.