El presidente del Banco Centrral Europeo, Mario Draghi, en la conferencia de prensa de este jueves.

El presidente del Banco Centrral Europeo, Mario Draghi, en la conferencia de prensa de este jueves.

Política

El BCE actúa para frenar los populismos en Europa

El billonario programa de Draghi se anuncia en un momento en que la economía de la zona euro sigue estancada y bordeando la deflación. Pero también cuando los movimientos populistas de uno y otro signo ascienden en Europa, al calor del malestar creado por los ajustes impuestos hasta ahora por Bruselas.

22 enero, 2015 19:28

El Banco Central Europeo (BCE) ha movido ficha finalmente para acelerar la recuperación económica. Y lo ha hecho con energía. El presidente de la institución, el italiano Mario Draghi, ha confirmado este jueves un billonario programa de compra de deuda pública y privada, con el objetivo de estimular la alicaída economía de la zona euro, prácticamente estancada en los últimos meses, y rozando la deflación. Pero este anuncio también puede interpretarse en clave mixta económica y política: puede suponer una medida para frenar los populismos -de izquierda y de derecha- al alza en la Unión Europea.

En rueda de prensa tras la reunión del Consejo de Gobierno del BCE, Draghi ha anunciado un "programa ampliado de compra de activos" por el cual, desde este mes de marzo hasta al menos septiembre de 2016, destinará unos 60.000 millones de euros mensuales a la compra de deuda pública y privada, incluyendo deuda soberana. En total, la inyección será de más de un billón de euros.

El programa contempla compras por cerca de 12.000 millones mensuales en deuda privada, mientras el resto se dedicaría a deuda soberana, básicamente en forma de bonos a 10 años. El BCE prevé adquirir solo activos en grado "de inversión", lo que deja fuera a los 'bonos basura'. No obstante, no descarta hacerse también con este tipo de deuda, bajo determinadas condiciones, "en los países bajo programas de la UE y el FMI". Una puntualización que indica que el BCE podría también comprar deuda griega, si se mantiene el programa de rescate de la troika.

Riesgos compartidos en parte

Este programa de compras solo mutualizará -compartirá los riesgos a nivel de la eurozona- una parte de los activos comprados, cerca de un 20%, mientras que los bancos centrales de cada Estado miembro se harán cargo del 80% restante. Este matiz se interpreta como impuesto por Alemania y el resto de países virtuosos, que han estado frenando hasta ahora medidas mutualizadoras semejantes.

En este sentido, no parece casual que justo ahora Berlín haya dado su visto bueno al programa. Por una mezcla de motivos económicos y políticos. Por lo que respecta a la economía, la medida del BCE busca estimular el crecimiento mediante el método de aligerar la deuda de los bancos, para que estos, a su vez, reviertan el dinero recibido en la economía real, en forma de créditos. Con ello, se pretende estimular la economía y evitar la temida deflación, con el objetivo de que la inflación se sitúe con el tiempo cerca de un sostenible 2%.

A la vez, se espera que se rebaje la cotización del euro -ya ha caído hoy mismo, tras el anuncio, por debajo de 1,15 dólares, cuando hace solo dos meses se situaba en 1,35-, lo que favorecería a las exportaciones europeas. Y, por supuesto, el programa del BCE aliviará los problemas de deuda de algunos países europeos, lo que también debe revertir positivamente en sus economías. En este sentido, la prima de riesgo de España ya se ha rebajado aun más, tras el anuncio de Draghi, hasta situarse en 92,5 puntos básicos -en julio de 2012 alcanzó su pico máximo, 637 puntos-.

Los motivos políticos

Estos motivos estrictamente económicos, en la perspectiva de una eurozona que se resiste a crecer tras casi siete años de crisis, podrían ser suficientes para convencer a Berlín y a sus aliados de las bondades del programa de Draghi. Pero sin duda ha influido también un aspecto de la coyuntura política: el ascenso de los populismos de todo signo, a caballo del malestar causado en los ciudadanos por los ajustes impuestos desde Bruselas en estos años.

El programa, de hecho, se ha anunciado solo tres días antes de las elecciones de Grecia, en las que Syriza parte como favorita en las encuestas. Una Syriza que tiene como principal punto en su programa renegociar buena parte de la inmensa deuda griega. Y Grecia probablemente no sea la principal preocupación de las cancillerías europeas, dado su poco peso en la economía de la UE. Más debe de preocupar España, donde Podemos, con un programa -y una inspiración- similar al de la formación de Alexis Tsipras, se ha convertido en aspirante a hacerse con el poder.

Y estos dos países mediterráneos sometidos a duros ajustes no son los únicos donde crece el populismo. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen, -con un discurso más dulcificado respecto a la inmigración que el de su padre y fundador del partido, Jean Marie Le Pen-, sigue creciendo en las encuestas y en las elecciones -ya fue vencedor en las pasadas europeas-. Algo parecido -aunque a menor escala- a lo que sucede en el Reino Unido con el nacionalista UKIP de Neil Farage. E incluso se podrían alinear en esta categoría otros populismos de derechas, como el movimiento islamofóbico alemán Pegida, o las extremas derechas de los países nórdicos.

En estos casos, y a diferencia de los populismos de izquierda mediterráneos, ni Farage ni Le Pen amenazan con impagar deuda ni con variar radicalmente la política de ajustes. Pero sí beben -en parte- en los mismos caladeros electorales: los de trabajadores industriales, de servicios, agrarios, de la administración y ciudadanos en general afectados por los ajustes, la globalización, las deslocalizaciones y el adelgazamiento del sector público. Y se espera que las medidas anunciadas por Draghi, si tienen éxito al reactivar la economía, puedan alejarlos de estos mismos populismos.