Ignacio Vidal-Folch, escritor y periodista, miembro del Consejo Editorial de CRÓNICA GLOBAL, en un artículo publicado este miércoles en El País:
"[...] Después de 23 años de nacionalismo conservador, [Maragall] instauró un nacionalismo de izquierdas cuya primera tarea fue redactar un nuevo Estatuto de Autonomía divisorio, conflictivo, que nadie le había pedido y del que él mismo dijo: 'Ya tenemos una nueva Constitución, una nueva ley fundamental en Cataluña', en la cual, qué bien, 'el Estado tiene un carácter meramente residual'.
No vale la pena volver sobre aquello, ni sobre los extraños viajes de Carod, ni sobre las multas lingüísticas, ni sobre la atmósfera de aquel tiempo, ni sobre tantas iniciativas perniciosas que dieron pie al nacimiento de nuevos partidos que han venido a disputarle a los socialistas su electorado. En demasiados aspectos los tripartitos prolongaron el pujolismo allí donde Pujol no se había atrevido a llegar y sembraron el desafío de hoy: fue José Montilla quien siendo el mayor representante del Estado en Cataluña encabezó una multitudinaria manifestación contra las correcciones del Tribunal Constitucional al Estatut, mani de la que por cierto tuvo que salir huyendo, acosado por la masa a la que había convocado. ¡Me alegra que en el Senado está a salvo de sí mismo!
[...] Dada la responsabilidad, siquiera parcial o compartida, que han tenido las izquierdas en esta actualidad descabellada, dudo de que el PSOE o el PSC anden sobrados de legitimidad para proponer por su cuenta y riesgo, y menos después de negociar con quien declara enemigo al Estado y alardea de 'engañarlo con astucia', reformas constitucionales, federalismos, terceras o cuartas vías, asimetrías y fildurcios que de todas maneras no aplacarán la sed insaciable de soberanía de los que han sido educados en el desprecio y aborrecimiento de todo lo que suene a español, en el chovinismo y en un sentimiento de agravio ya muy fosilizado.
¿Excluye la psicoterapia el recurso al diálogo? Todo lo contrario. Es hoy más necesario que nunca. Diálogo entre los partidos nacionales comprometidos en la defensa de la ciudadanía y el Estado, y especialmente entre los que en un futuro cercano quizás se verán obligados a compartir responsabilidades de Gobierno, además en condiciones económicas y sociales no ideales. Diálogo para que los especuladores de la política no cuenten con sacar tajada de tal cambio de Gobierno o de tal crisis. Diálogo para mejorar leyes y reformarlas... entre ellas, la que castigue la irresponsabilidad y la deslealtad para con los ciudadanos, especialmente en momentos críticos como los que padecemos y los que se anuncian para el inmediato porvenir".