España es una mala madre para hijos honrados. País seco, duro, cruel y cainita. "La cocina española está llena de ajo y preocupaciones religiosas", escribe Julio Camba en 'La Casa de Lúculo'. El ajo(derse) y agua(ntarse) están en el fondo de todos los caldos. La paciente y resignada aceptación de que esto es lo que hay, en la política y en general, lleva implícita la promesa de una vida muelle. Es el viejo y sabio consejo de la madre patria y de la pachamama: no meterse en problemas. De ahí que expulse de su acogedor, blando y cálido regazo a quienes por cumplir, sea con la ley, con la honra o con la tripulación, no hacen otra cosa que meterse en problemas.
Dolores Agenjo, profesora y directora del Instituto Pedraforca de L'Hospitalet del Llobregat, es la excepción que descuaderna al nacionalismo. Agenjo cumple la ley y se niega a ceder el recinto que gobierna para la celebración de una manifestación política, el 9N. Recibe presiones de la Consejería de Enseñanza, de Irene Rigau. Acoso, advertencias nada sutiles y el tono de superioridad moral y suficiencia de los "buenos" catalanes contra los "malos". Y nada, resiste. La ley, la Ley, el sentido del deber y los escrúpulos mandan en su conciencia. No es España, no actúa por España ni lo da "Todo por la Patria". Simplemente se limita a aplicar el ordenamiento jurídico vigente en unas instalaciones de su responsabilidad.
En el Pedraforca no hay banderas españolas colgadas en la fachada, ni retratos de Felipe VI en las paredes de las aulas. Dolores Agenjo no pertenece ni a Sociedad Civil Catalana ni a Libres e Iguales. No milita en partido alguno y nadie de la Delegación del Gobierno o del mismo Gobierno le dio órdenes o instrucciones respecto al 9N. Las instrucciones, en realidad, le venían dadas del otro Gobierno. Y dijo no, supo decir no, se atrevió a decir no, en un auténtico alarde de valentía, honradez, coraje y civismo.
El homenaje le ha llegado en forma de amenazas por mail y lo disfruta en la intimidad porque nadie le ha dado las gracias en público o de una forma oficial. El silencio, cuando no los palos, es todo lo que puede esperar de la España del pequeño Nicolás y el gran Artur. Que vaya con cuidado no fuera caso que un fiscal acomodado en la placidez del pensamiento convergente decida empurarla por atentar contra las libertades de expresión, opinión y participación del pueblo catalán, que tiene tela la cosa. A Llanos de Luna (la delegada del Gobierno a la que van a convertir en una suerte de Agustina de Aragón, que era de Barcelona y se apellidaba Saragossa i Domènech, por enviar cartas sin bomba), la quieren denunciar por lo mismo, por estragos y destrozos en la sensibilidad de munícipes como Vila d'Abadal, de Vic.
Dolores Agenjo, que a lo mejor es hasta una maestra severa y rigurosa de la vieja escuela, no es culpable de actuar en conciencia sino conforme a las normas elementales de la convivencia, de nuevo la ley. Siguiendo las teorías emanadas del auto del juez de guardia de Barcelona, al que citó y se refirió en tono elogioso el presidente del Gobierno, el ministerio fiscal podría emprender acciones judiciales contra ella por poner en grave riesgo la "normalidad" y tranquilidad de la jornada al punto de que podría haber causado disturbios que serían indefectiblemente glosados por The Economist, The New York Times y Al Jazzira. Eso por no hablar de la inseguridad que emana de la seguridad jurídica en un país acostumbrado a limpiarse con la izquierda y con papel del Estado a ser posible.
Los corruptos, las mafias y los estafadores salen como las setas este año y no es por casualidad, sino por una combinación de factores en los que influye una justicia ineficiente y destartalada en la que prima la teoría de la "desproporcionalidad" mientras se glosa la "proporcionalidad". Desahucios y tarjetas black, desahucios y ERE, desahucios y millones en Andorra, desahucios y Púnica, desahucios y fiscales que se niegan a actuar contra el poder en Cataluña porque de la investigación subsiguiente se derivaría un monumental, manifiesto, general y continuado incumplimiento del deber de perseguir el delito. Desde hace años, más o menos desde cuando a la consejera Rigau le dio por incumplir con publicidad, diurnidad y morbosa alevosía las sentencias del Supremo, el TSJC, el Constitucional y la mala madre de todos ellos. Rigau goza de gran prestigio. Agenjo es la oveja negra. Y de Rigau a Agenjo, la distancia más corta no es la línea recta, sino el círculo de presión, opresión y represión mientras a la España oficial se la refafimfla e inagura una estatua de Blas de Lezo 273 años después de que el mayor genio naval y militar de la Historia se muriera de asco, de peste y de pena, vencedor de los ingleses, humillado, sospechoso y tirado en una cuneta a mayor gloria de la España cafre, cutre y medrosa.
El nacionalismo no entiende de profesoras que se llamen Dolores ni de homenajes crepusculares. Y debería, en tanto que ha organizado un Tricentenario con gran éxito y botín para sus ideólogos del club de la comedieta. Le falla la comprensión de su propio relato, donde el héroe es el soldado desconocido que le acertó en el brazo derecho a Lezo y se lo dejó como un guiñapo para los restos. Lezo es el nombre de una fragata de la Armada, una vieja historia, un olvido muy grande y el ejemplo esférico de lo que les pasa a las personas que cumplen con su deber cuando el deber es la ley por encima de las expectativas y posibilidades del país en el que les ha tocado vivir. De ahí que lo de Dolores Agenjo sea heroísmo y lo de Artur Mas, patrioterismo, populismo y propaganda. Publicidad, diría Jordi Vilajoana, la técnica con la que un fiasco como el 9N se puede convertir en la "colocola" de la señora de Vilarrubí, otro publicista.
Como el asunto de Blas de Lezo suscita grandes controversias conviene aclarar que el almirante que doblegó al inglés en Cartagena de Indias hubiera mandado colgar del palo mayor a cualquier oficial que osase pronunciar para bien o para mal el nombre de la patria en vano, se dijera España o el Reino de los Cielos y de la Mar Océana.
Francisco Pérez Gandul es el periodista del Abc de Sevilla que se inventó al personaje de Malamadre, el preso que encarna Luis Tosar. La novela, 'Celda 211', se publicó en 'Lengua de trapo' en 2004. La película es de 2009 y fue dirigida por Daniel Monzón. Malamadre no es España. El "España" es el preso jorobado de la gorra que aparece detrás de Tosar. "Malamadre, Vicente Tenorio Parla, cuarenta y dos años, natural de Jaén, hijo de madre soltera. Lleva casi la mitad de su vida en la cárcel y seis años aquí. Con dieciocho mató a un director de banco que se entendía con su madre", escribe Pérez Gandul. En el filme se enfrenta con un cabecilla de ETA.
A Cataluña llegan vagos ecos de la irrupción en la escena nacional de un presunto experimento de la caverna mediática que está fuera de control. Podemos se llama el fenómeno. Se afirma que la primera vez que Pablo Iglesias, profesor de ciencias políticas de la Universidad Complutense, se dio a conocer a toda España fue en el plató de 'El gato al agua', escenario del que saltó al consorcio de Planeta y a la televisión que fundara Berlusconi. Es una osadía y una visión simplista atribuir tal responsabilidad a medios privados cuya lógica radica en la audiencia, no en la regeneración moral del solar ibérico. ¿Para cuándo un debate entre Pablo Iglesias y Francisco Nicolás Gómez Iglesias?
Fe de errores: El Estado de Iguala no existe, como bien apuntaba Ruetrousseau en comentario a la pieza de ayer sábado.