Política

La revuelta del dominó contra las fichas rojas y amarillas del parchís

El Hola cumple setenta años y lo celebra con nuestras musas en portada: Carmen Martínez Bordiú e Isabel Preysler, radiantes, juveniles, magníficas a sus 63 años. El anuncio del hijo de Piqué y Vila, solo en la Diada

13 septiembre, 2014 12:19

El Hola cumple setenta años pero parece que tenga más, como si ya existiera en 1714. El secreto del éxito son los santos, las fotos, el color y la calidad del papel: suave, sedoso, compacto, sólido, consistente y que se puede tocar sin los guantes de tocar los periódicos. Satinada es la palabra. Además y como puede comprobar cualquiera que no se se corte el pelo en una barbería badulaque, el Hola es perfectamente intemporal. Tanto da que sea el de la semana pasada, la última edición o una edición especial. Hay Holas en la que los Reyes aún son los Príncipes y lucen igual. En cambio, el último Hola, el de más rabiosa actualidad, puede parecer el número inaugural.

En la Peña Taurina La Chistorra, nuestro más joven amigo, que no llega a los cuarenta, criatura, se cree que Carmen Martínez Bordiu e Isabel Preysler tienen setenta años (cada una) y que por eso salen en el Hola que cumple setenta años. Tenemos que recurrir a sofisticadas cuentas sobre la historia sexual de Franco y doña Carmen Polo, sobre la historia misma de España y sobre nuestros recuerdos de infancia para medio convencer a nuestro conmilitón de que a lo sumo Carmen tiene sesenta y pocos e Isabel unos espléndidos 69. Socarrones como somos salimos a comprar el Hola y lo flipamos en colores. Primera advertencia, tienen 63 las dos y vale ya de hablar de la edad de la gente. Son como dos quinceañeras, dos supermodelos, la versión castizo filipina de las actrices más buenorras del panorama. A su lado, Sofia Vergara, de Barranquilla, no del Príncipe de Vergara, parece una fregona del revés. Carmen e Isabel son la suma de la belleza española, el macizo de la raza imperial, las mil corrientes de sangre de cuando no se ponía el sol. Y las de antes también, porque se advierte en sus juveniles miradas el fondo de las arenas del desierto y de las cien riberas del Mare Nostrum. Espléndidas, magníficas, soberanas, misteriosas, vampiresas y divinas. O diabólicas y perversas, al estilo del poeta Gimferrero Roché, el señor del sombrero que lleva gabán en agosto.

Conocemos al fotógrafo, Pepe Botella, un fotoestilista, el Fotografo de las estrellas en España. Y se llama así, Pepe y Botella, por este orden. En el DNI José Botella. Es un artista, el Andy Warhol hispánico. Dos semanas antes de estallar la mayor crisis de la historia abríó un restaurante de lujo en la calle Francisco Silvela de Madrid, muy cerca de la sede central del Instituto Cervantes. El bueno de Botella servía una lubina envuelta en hojas de tabaco que era como fumarse un puro mientras se degustaban unas ostras. Muy sofisticado, bastante caro y realmente provocador, la cocina bisexual. Como es obvio, tuvo que traspasar el negocio.

Botella es el retratista de cabecera de Isabel, que seguramente fue quien le sugirió la envoltura del pescado con selecta hoja filipina. E Isabel no admite más fotógrafo a su lado, ya sea para una campaña del Corte Inglés como para posar en las revistas. Y Carmen Martínez Bordiu, prima de nuestro colega Pocholo, debe estar encantada con la factura de las fotos del Hola. Las malas lenguas dicen que hay "photoshop", como si el arte tuviera barreras y el Hola, la misma credibilidad que el BOE. No y cien veces no. Si hay "photoshop" como si se trata de un apunte al natural, Carmen e Isabel, Isabel y Carmen son nuestras musas y las nuevas estrellas del manga, en la línea Keiko Muji.

El último Hola es, en realidad, una revista para hombres, un playboy, el desaparecido y añorado Lib con el que tan buenos ratos pasamos. Nuestras novias, amigas, amantes, esposas, madres e hijas no entienden a qué viene tanto entusiasmo en La Peña Taurina. Que somos como niños, nos reprochan. ¿Y qué? Siempre hemos sabido que las mujeres así existen. Ellas mismas nos lo demuestran cada día.

El hijo de Piqué y Shakira ha arrasado en las redes sociales y en las revistas. Es monísimo y está sin pixelar porque su padre, que es un joven impulsivo, lo subió así a las redes sociales. Está Milan (como está James, pronúnciese James y no Yeims) sentado en el cuello de su papá, que luce una gorra de una marca deportiva que convierte al niño, poco más que un bebote, en un spot, que seguramente es lo que ha pretendido el defensa central de la selección española, "vender" el "producto". La imagen es de la V del otro día, el fin de verano catalán que se celebra con una flash-mob que cada año es más pinturera y berliniana. Y allí estaban papá y criatura demostrando su catalanidad, según las habladurías y los testimonios gráficos. En el tramo más Vip, en la parte alta de la Diagonal. Nosotros estábamos en el tramo de la Meridiana con Fabra i Puig, que hay un bar gallego que sirve el mejor pulpo de España. Por la mañana, en la plaza de la Catedral nos cruzamos con el consejero de Fomento, Santi Vila, que se paseaba y charlaba con los libreros de las "paradetas". El escolta le seguía discretamente. Estaba Vila más solo que la una a eso de las doce, cuando el Borne era un hervidero. También andaba solitario David Fernández, que al parecer ya no se habla ni con Arrufat. Por la tarde es que nos creíamos que la V era una exaltación del plan Cerdà o lo contrario, no lo teníamos muy claro, y nos fuimos a la Meridiana, que es la otra gran vía barcelonesa. Resulta que la cosa no pasaba por la dicha Meridiana o carretera de Francia. Se ve que nos libramos de una buena porque íbamos vestidos de blanco y negro, como las fichas de dominó (somos así de clásicos), y no de rojo y amarillo, como las del parchís, que se conoce que eran mayoría. A nosotros nos va más el Dominó. Ahora estamos decidiendo si pronunciamos dómino o dominó. Es la revuelta de las fichas de dominó, hemos quedado.

Nótese que las fichas del parchís se arrastran por el tablero sin salirse de sus casillas. Muy bien y muy cívicas, ellas. En cambio, las del dominó son más grandes, de baquelita dura (las hay también de marfil, hechas con los cuernos del último elefante abatido por nuestro Rey) y se plantifican con estrépito sobre cualquier superficie. ¡Viva el dominó y viva el Rey!

Ahora me explico porqué nos miraban así aquellas señoras tan vistosas de rojo y amarillo. Dábamos el cante y no es que estuviéramos perjudicados, en absoluto, sino que íbamos provocando, al parecer, vestidos de negro, de blanco y de gris en general. Somos unos macarras y unos punks. Y ahora somos minoría, pero ya verán ya cuando venga la próxima colección otoño-invierno. Arrasamos fijo. Nos retrata Botella, una garantía.

¡Abajo el parchís! ¡Arriba el dominó! Es que no hay color.