Política
"En el caso de Pujol no se trata tan solo de un impacto político sino sobre todo moral. Al fin y al cabo, después de verse a salvo del hundimiento de Banca Catalana ya dijo que a partir de entonces las lecciones de moral las daba él. Quien pretenda minimizar las dimensiones del escándalo estará asumiendo una responsabilidad más bien adulterada. Está siendo como la nube aciaga de Chernobil. Algo desolador, nocivo y duradero"
Valentí Puig, escritor, este martes en El País:
"[...] Ahora mismo, toda ironía puede resultar fácil, pero más allá lo que queda es el estupor y la devastación que el affaire Pujol ha causado en las filas de sus antiguos votantes, entre sus fieles admiradores socialistas de Sant Gervasi y también entre españoles de toda condición que, claro que, cada vez menos, le consideraban un factor de estabilidad. Y al mismo tiempo, hay pavor en toda la trama sospechosa que va revelándose más allá del tótem caído. Seguro que se están quemando papeles y borrando pistas informáticas. De todo lo que la Convergència pujolista se propuso ser desde su fundación tal vez no quede nada. Mucha ceniza, pocos diamantes.
Estamos ante una página del historiador Salustio leída en forma de monólogo por el actor Joan Capri. De repente, toda la sociedad catalana vive de la sospecha o en la sospecha. Estupefactas, las clases medias de voto moderado presencian el reparto del botín, mientras Artur Mas dice seguir con su proyecto de consulta otoñal aunque sepa que no la hará. Quizás sería el momento más adecuado para darse un nuevo plazo, ofreciendo a la ciudadanía catalana la posibilidad de racionalizar todo lo que está pasando, la pesadilla y el desconcierto. Y a la vez, al borde de la paranoia histórica, hay quien habla de rearme, de afrontar heroicamente la agresión que España está practicando en Cataluña con sus invenciones malignas sobre Jordi Pujol. Es una extraña forma de afrontar una hora sombría que en nada responde a la exigencia de claridad a la que tiene derecho una sociedad plural.
En el pasado, el nacionalismo tuvo oscilaciones barométricas. Ahora el legado post-pujolista lleva a una muy honda depresión, de la que solo la inconsciencia histórica de ERC y un independentismo friki del todo ajeno a la continuidad catalanista parecen poder sacar provecho inmediato, si no ocurre que sus propios horizontes se angostan. La ingeniería institucional del pujolismo se resquebraja, el mito de la Cataluña transversal hace el ridículo, la imagen de Cataluña en toda España tardará mucho en restituirse y el grosor del abstencionismo pudiera ser espectacular.
Quienes se oponen a la iniciativa de secesión no podían imaginar un escenario indepedentista más abarrotado de tensiones por ahora irresolubles. Pujol acaba de ingresar ese escenario en la UCI. Pero quien sabe. En estos momentos, no es difícil imaginarse una comunidad cada vez más fragmentada, tierra de nadie en la que las tendencias de voto -de opinión- fluyen de forma casi vertiginosa. Con todo, la verdadera cuestión no es saber a quién beneficia más el fraude pujolista sino que anti-política puede provocar y, sobre todo, como podrá metabolizarlo una sociedad catalana que ya se veía saliendo de la crisis económica iniciada en 2008.
Habrá intentos de camuflar la magnitud del declive pero lo mismo se quiso hacer con Chernobil. En el caso de Pujol no se trata tan solo de un impacto político sino sobre todo moral. Al fin y al cabo, después de verse a salvo del hundimiento de Banca Catalana ya dijo que a partir de entonces las lecciones de moral las daba él. Quien pretenda minimizar las dimensiones del escándalo estará asumiendo una responsabilidad más bien adulterada. Está siendo como la nube aciaga de Chernobil. Algo desolador, nocivo y duradero".