Gabriel Tortella, historiador y economista, en un artículo publicado este miércoles en El Mundo:
"'Las izquierdas españolas, esto es, los descendientes de los centralistas liberales de principios del siglo XIX, apoyaban ahora los movimientos autonomistas [...]. Pero en esta política entraba en buena proporción el oportunismo. Los republicanos pedían autonomía para Cataluña con miras a ganar a esta región para la causa republicana. Los partidos obreros también se adherían con mayor o menor entusiasmo al principio autonomista'. Esto lo escribía hacia 1970, en un librito titulado La unidad nacional y los nacionalismos españoles, Antonio Ramos Oliveira, el mejor pensador que ha tenido el socialismo español, refiriéndose a los años de la Segunda República. Pero sus palabras son plenamente aplicables a la situación actual. En concreto, si se sustituye la palabra 'republicanos' por 'socialistas', Ramos Oliveira, que murió exiliado en México en 1975, caracterizaba perfectamente, con una anticipación de cuarenta años, la política de José Luis Rodríguez Zapatero en su primera legislatura, en la que no paró hasta conseguir que el Parlament de Cataluña excretara ese absurdo tercer Estatut, que, aun con los recortes introducidos por el Tribunal Constitucional, sigue siendo un cuerpo extraño dentro del ordenamiento jurídico español. Sin embargo, su aprobación aseguró a los socialistas el apoyo masivo del nacionalismo catalán y permitió que Zapatero fuera reelegido en 2008, algo que no hubiera conseguido sin los votos que, gracias a su apoyo al Estatut, arrebató a Convergència y a Esquerra. Esta mezquina argucia electoralista y 'oportunista' tuvo éxito en sus propios términos, pero a los españoles, y en primer lugar a los socialistas, nos está costando ahora sangre, sudor, lágrimas, y mucho dinero.
Como señalaba Ramos Oliveira, las izquierdas españolas llevan muchos años traicionando su ideario en pos de un espejismo electoral que puede lograr réditos a corto plazo, pero que a plazo medio es sencillamente suicida. Citándole de nuevo, 'el autonomismo de los socialistas era una concesión a la clase media o burguesía nacionalista de las regiones. Sin embargo, el nacionalismo no seduce al proletariado en cuanto clase, quizás porque es contrario a su interés'.
[...] Otra alternativa, atractiva pero muy peligrosa, que el socialismo español ha adoptado, es convertirse en un partido no sólo defensor de la mayoría oprimida, que en realidad ya no existe, sino de unas más o menos reales minorías oprimidas, que pueden acarrear un complemento de votos a los que aportan los seguidores de la gloriosa, pero ahora aburrida, socialdemocracia. Y en esa búsqueda de minorías oprimidas se ha topado el socialismo con los nacionalismos periféricos, con esa 'clase media o burguesía nacionalista de las regiones' de que hablaba Ramos Oliveira. Pero esa pretendida 'minoría oprimida', mucho más rica que la figurada 'mayoría centralista opresora', ha resultado ser capaz de oprimir más y mejor a los que no comulgan con sus dogmas y sus mitos, y no está nunca dispuesta a agradecer favores, todo lo contrario. Los victimistas no acostumbran a ser agradecidos. Y así se han encontrado los socialistas sufriendo el rigor de aquellos a quienes pretendían ayudar. 'Quien da pan a perro ajeno pierde el pan y pierde el perro', como dice el refrán y dicho sea sin ánimo de ofender. El partido socialista ha dado demasiado pan al nacionalismo y ahora se encuentra sin pan y sin aliados; se asemeja al trapecista que ha dejado un columpio y no alcanza el otro: para unos, nunca será genuinamente nacionalista; para otros, ha traicionado a su ideario fundamental. Ha perdido sus señas de identidad, dando así alas al separatismo y a las izquierdas desmelenadas (o coletudas). Suicidándose él nos está suicidando a todos".