Lluís Bassets, director adjunto del El País y responsable de la edición de Cataluña, en un artículo publicado este lunes:
"Artur Mas lo tiene claro. Todo se juega en la expresión de la voluntad del pueblo, ese sujeto colectivo que dicta el devenir histórico. El resto apenas cuenta. Cuanto más intensa y concentrada sea esa voluntad, más fácil será que se exprese y se convierta en realidad. A la acumulación de voluntades y deseos lo fía todo, porque en otros ámbitos sus planes de celebración de la consulta sobre la independencia no avanzan ni un milímetro.
La olla interna hierve y acumula energía, pero fuera no sucede nada. Pocos se enteran y casi nadie lo comprende. El último en decirlo ha sido Romano Prodi, el amigo de Pujol, totalmente cerrado a la simpatía con la reivindicación soberanista. Tres cuartos de lo mismo ha sucedido con Barack Obama en relación a Escocia, pero con lectura catalana, por más que se empeñe en decir lo contrario el buenismo independentista con su capacidad para adaptar cualquier guión a lo que le pide su público entregado.
A pesar de la magra cosecha internacional, Artur Mas no quiere renunciar a su política exterior y a sus viajes presidenciales. ¿Qué sería un presidente sin relaciones internacionales y sin un símil de diplomacia viajera, periodistas sufragados por el erario público incluidos, que revolotee en su entorno? La dimensión interior de la proyección exterior es una componente perfectamente conocida, pues basta con ver su discreta repercusión fuera y su amplificación en los medios de comunicación locales. Pero en el punto a que ha llegado ahora, el reduccionismo es extremo: la dimensión interior es prácticamente la única de la proyección exterior. Todo lo que se hace fuera se dirige única y exclusivamente a los que lo miran desde dentro. A la propaganda, para ser más claros.
[...] Con estos comportamientos y actitudes [contra el proceso de sucesión del Rey], Artur Mas cabalga hacia el más pavoroso aislamiento, eso sí, siempre resguardado por el calorcillo de sus numerosos seguidores. Nadie puede entender, salvo quienes no le quieren bien -como debe ser el caso de sus socios de ERC-, por qué ese presidente tan aislado internacionalmente e incomunicado con el gobierno del Estado, se empeña también en cortar las buenas relaciones con la Casa Real que han mantenido todos los presidentes catalanes y por supuesto el presidente catalán que más y durante más tiempo se ha relacionado con la Jefatura del Estado.
Y ese es al final de las cuentas el hecho más preocupante: el presidente Mas y su escudero Francesc Homs no paran de hacer amigos, una estrategia que no puede servir para nada, ni para irse ni para quedarse".