Jesús Cacho, director de Vozpópuli, en un artículo publicado este domingo:
"[...] Emponzoñado anda el aire que hoy se respira en toda España a cuenta de Cataluña. Los catalanes con mando en plaza que siguen viajando a Madrid como siempre, acogidos como siempre, no se paran en barras a la hora de describir el clima de ebullición independentista que se masca en Barcelona, y a todo aquel que quiere escucharles piden, casi imploran, que hay que hacer algo, que Madrid tiene que hacer algo, que el Gobierno tiene que mover ficha, 'porque Mas está pidiendo a gritos una salida' (frase ya tópica), pero Mas parece cada día más a lo suyo, en lo suyo, y no hay semana que no suba al Sinaí del panteón nacionalista para bajar aureolado con la llama de las tablas de la ley de nuevas exigencias, nuevos desafíos, renovados desplantes, mientras en la llanura española la gente asiste cariacontecida a esta escalada donde uno habla y desafía y amenaza y desprecia, mientras otros, en el mítico malvado Madrit, contemplan el espectáculo alucinados, cabreados unos, hastiados otros, cansados casi todos de este bíblico castigo que ha caído sobre la sensata gente del común. ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer esto?
[...] Y en Madrit todos callados, o casi. En realidad, el único español con mando en plaza que habla es el que debería estar callado, en una de esas llamativas sinrazones que hacen de este conflicto algo que roza lo kafkiano. Porque de defender la unidad de España, es un decir, parece estar encargándose... ¡el ministro de Asuntos Exteriores! ¿Cabe mayor incoherencia, más sublime desatino? Por esta vía, el locuaz García-Margallo nos sorprenderá un día de estos llamando a consultas al embajador de España en Barcelona. ¿Qué pueden hacer los españoles sensatos ante esta avalancha de estulticia? Ocho apellidos vascos nos marca el camino: con el nacionalismo catalán decidido a rendir al contrario por aburrimiento -a la independencia por el cansancio-, tal vez a Juan Español no le quede otra salida para mantener incólume su salud mental que tomarse el nacionalismo a cachondeo. Reírse del nacionalismo.
Moncloa dice que sí, que está en ello, que una vez recuperado el pulso de ese enfermo terminal que económicamente era España hace apenas un año, ahora toca ocuparse de Cataluña y a ello se dedica en cuerpo y alma el señor Rajoy, en ello está, y claro que hay un plan definido, faltaría más, pero si uno pregunta de qué va ese plan, qué dice, qué cuenta, entonces se encogen de hombros, sonríen y cambian de tercio. Misterio. Ninguno hay, por contra, en la Generalidad. Mientras con Adolfo Suárez agoniza el espíritu de la Transición, el proceso de ruptura de España está en marcha, y no pasa día, no corre semana, sin que Mas y su entorno anuncien un paso al frente, como ese registro de catalanes en el extranjero que la Generalidad ha puesto en marcha para poder votar en el referéndum. El independentismo hace músculo, afila sus garras, como esos gatos que en el mejor sillón de casa ejercitan sus uñas de cara a la pelea nocturna en el tejado. Mientras pide diálogo, don Arturo no deja de dar pasos hacia el abismo. Mas es el tipo elegante que, después de darte una patada en la boca, te pregunta educado si te ha hecho daño, si te ha dolido, para a continuación pedirte una respuesta 'sin insultos, agresiones, ni menosprecios' (sic).
De momento, la acción la ponen unos y el silencio contemplativo otros. Ponen también la cara. Y la pasta. La Generalidad, que se ha comido ella sola el 40% del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA), está quebrada, al punto de seguir sin poder emitir deuda por culpa de un déficit -los ajustes del gasto han sido mínimos- que financia Madrid y de una deuda completamente desbocada. Ante el fracaso en la gestión y la renuncia a mejorar el día a día de los ciudadanos con una eficaz gestión de los recursos disponibles, Mas y los suyos optaron por entregarse en brazos del mito secesionista como panacea de todas las desgracias. España nos roba. La independencia como maná. Nadie ha dicho una palabra en Cataluña de los costes de la aventura secesionista, del coste de montar la estructura de un Estado. Todo serán ventajas con la independencia, porque viviremos igual de bien y encima tendremos 16.000 millones de más. Crece la clientela. Ante planteamiento tan viciado de origen, tan torticero, defender el referéndum como un ejercicio de democracia es mancillar la esencia de la democracia y ofender la inteligencia de los ciudadanos con capacidad para pensar por su cuenta. ¿Qué hacer ante tanta sinrazón? Tal vez solo reírnos de los nacionalismos".