Víctor Alexandre, escritor y periodista, en un artículo publicado este miércoles en El Singular Digital:
"[...] Realmente ha sido muy duro para esta gente haberse tenido que tragar el éxito espectacular de la Via Catalana con la participación certificada por la Official World Record de dos millones de personas. Muy duro. Sobre todo por el hecho de ver que contra esta evidencia democrática sólo pueden oponer la violencia arbitraria del poder del Estado, un Estado absolutista que criminaliza toda disidencia del principio divino de la sagrada unidad de España. Y es que como repite a menudo Fabian Picardo, ministro principal de Gibraltar, "la cara de la España actual no es muy diferente de la que tenía el famoso dictador Franco". La concentración absolutista del 12-O no ha sido una concentración de demócratas, sino de totalitarios que se sirven de la democracia para imponer los mismos principios de opresión que defendía el dictador: "¡Somos España!", "¡Cataluña siempre España!", "¡Cataluña es España!". He aquí los grandes argumentos del totalitarismo. Si fueran demócratas dirían esto: "Yo no quiero que Cataluña sea independiente, pero sólo Cataluña tiene derecho a decidir qué debe ser Cataluña y aceptaré la decisión democrática que tome". Si fueran demócratas, no negarían el derecho de voto a una colectividad ni criminalizar las urnas. Pero son totalitarios que pretenden pisar con las botas de su absolutismo minoritario el clamor pacífico de una mayoría democrática.
Naturalmente que se han comportado sin disturbios en la Plaza de Cataluña. ¿Qué otra cosa podían hacer, después de la lección de civilidad que les dio la Via Catalana? En realidad no hacen más que seguidismo. Faltos de iniciativa, nos imitan. Carentes de argumentos y acostumbrados a imponer su voluntad sin bajar del caballo, ahora no salen de su asombro que el sometido haya perdido el miedo y les diga "adiós muy buenas". Sin embargo, es obvio que tienen a su servicio todo el aparato represor del Estado y que creen que nos tienen bajo control. Un control por medio del cual pretenden sustituirnos la identidad, la cultura y la lengua, cambiarnos la historia, imponernos los principios del Decreto de Nueva Planta, expoliarnos para satisfacer sus delirios de grandeza con trenes, aeropuertos y autovías fantasma, dirigirnos las escuelas y la administración de justicia y engatusarnos diciendo que nuestro referéndum es posible cambiando la Constitución. Lo que no dicen es que la Constitución española sólo puede ser cambiada en el Congreso de Madrid por una mayoría absoluta que siempre -siempre- estará aritméticamente en su poder".