El del Barça es un culebrón al más puro estilo venezolano. El aterrizaje de Joan Laporta en la presidencia del club, como era previsible, ha resultado un lío monumental. El presidente de la entidad blaugrana tiene un punto cheli que, en el mundo emocional del fútbol, hizo las delicias de sus votantes cuando ensartó una pancarta gigante en las inmediaciones del Santiago Bernabéu durante la campaña electoral. Con esos golpes de imagen, encaminados a satisfacer las más bajas pasiones blaugranas, el actual líder del club accedió al poder y pensó que podría ejercerlo sin más complicación que la creación de nuevas ocurrencias.

Sin embargo, la industria ha cambiado mucho desde que Laporta dejó el fútbol hasta su regreso. Las entidades se han profesionalizado, el negocio ha crecido y, además, algunos clubes estado han emergido como nuevos agentes del fútbol profesional a la par que hacían añicos las antiguas formulaciones de compras, ventas, traspasos y comisiones de jugadores. Por si todo eso fuera poco, la actividad está cada vez más regulada y es menos libre para evitar abusos que acaban costando cifras astronómicas a las arcas públicas. Los propios protagonistas se han autodotado de programas de buenas prácticas que pretenden mejorar su reputación y dejar atrás los esquemas que protagonizaron en su día los Gil, Ruiz Mateos, Ruiz de Lopera...

Un pillo Laporta ha intentado generar el relato de una herencia envenenada para poder apuntarse más pérdidas de las necesarias y así reducir el nuevo aval que este mes debe presentar ante la Liga que preside Javier Tebas. Al más puro estilo del dirigente, se ha difundido un discurso contable que casi ningún periodista deportivo entiende, pero que todos adquieren como si fuera un saldo. Dicen que quien ha pergeñado la maniobra para la nueva temporada es el nuevo CEO, Ferran Reverter, un ex de las empresas de gran consumo pasado a la nueva industria.

De los 124 millones de euros que Laporta y sus apoyos necesitaron depositar a modo de aval al llegar al cargo se intenta bajar la cuantía a poco más de 90. Otra cosa es que desde La Liga se lo pondrán difícil. Quizá sea porque entre pillos anda el juego, pero lo cierto es que Tebas está encargando al Consejo Superior de Deportes que analice las cuentas del Barça de manera independiente, ya que no se cree los primeros números que le presentan. En el fondo subyace que Laporta decidió no sumarse a la operación que La Liga y el fondo de inversión CVC lanzaron antes del inicio de la temporada y que suponía ingresos adicionales para los clubes siempre que los polémicos derechos quedaran administrados de manera conjunta. Ni Laporta ni Florentino Pérez consintieron en abrazar la propuesta de Tebas, pues todavía creen en un proyecto fallecido antes de nacer: la Superliga europea.

El Barça ya trabaja en el aval. En principio, el Banco Sabadell que fue quien asumió la operación anterior en solitario ha decidido que quiere compañía. La nueva directiva ha hablado con Caixabank, en concreto con Juan Antonio Alcaraz, director general de negocio del banco de las torres negras, y existiría disposición a hablar. Sobre todo, porque existió un primer veto a la candidatura de Joan Laporta cuando Jaume Giró se incorporó a ella. Una vez el ex de la Fundación Bancaria La Caixa es consejero de Economía, el grupo que dirige Isidro Fainé mira a la entidad con otros ojos, los del puro negocio.

Una de las curiosidades del aval que debe presentarse estriba en que, según ha podido saber este medio, el empresario audiovisual Jaume Roures, que puso 30 millones de su bolsillo (en cash, para más señas) para el aval, estaría dispuesto a repetir. En aquella ocasión, Roures dijo que lo hacía para evitar una convocatoria de elecciones e insinuó algo así como que su actuación intentaba evitar la caída del Barça en manos de las fuerzas del mal. Meses más tarde, si Roures regresa sin que haya peligro de repetición electoral, ¿cuál es la verdadera pretensión de su millonaria aportación? ¿cuáles son ahora las fuerzas del mal?

Habrá que ver qué dice el Consejo Superior de Deportes a la petición de Tebas y cuánto debe avalar Laporta y su junta para proseguir al frente del timón culé. Pero lo que parece cada vez más próximo es la firma del Barça y La Liga de un acuerdo que quizá tenga unas condiciones distintas a las primeras ofrecidas, pero que se hace necesario por la presión que recae sobre la entidad blaugrana. A su gran prestamista, el banco de inversión americano Goldman Sachs, le parece necesario el pájaro en mano del acuerdo con Tebas a los ciento volando de una nonata Superliga. Lo que pase, usando un símil futbolístico, se despejará en los penaltis.

Florentino puede quedarse solo en su negativa al pacto entre CVC y La Liga. Laporta puede verse obligado a dejar al presidente del Real Madrid como Quijote futbolístico durante los próximos años a la vista de sus necesidades contables urgentes. O se alía con Floro, o lo hace con Roures o acaba en manos de Tebas. El presidente de La Liga ha logrado, de momento, encajarle un gol por toda la escuadra con las cuentas y el aval. En el imaginario de la afición quizá el Barça sea más que un club. Pero seguro que ya no es un club independiente cuyo futuro y designios dependan de si mismo.